“Pase lo que pase, sea lo que sea”
Allí estaban todos, con sus miradas incrustadas en los ojos de Kate. Ella, en cambio, no sabía dónde mirar. Ya había levantado la cabeza, así que no tenía otra opción: Dar la cara. Antes de hacerlo, su madre, su salvación desde siempre, empezó a hablar.
-Harry, eso es precioso. Pero, cariño, ella tiene novio, un novio que, por cierto.. –Miró a su hija-no le merece.
-Mamá, eso sobraba- Contestó Kate, a la vez que respiraba profundamente por lo que acababa de pasar.
-Lo sé- Aceptó Harry-, los he visto hoy juntos. Era él, ¿verdad?-Dijo, dirigiéndose a Kate.
-Sí.
-Ah, entonces-Hizo una pausa- dile a tu querido novio que no me gusta que me miren mal, porque cuando soy bueno, intento ser el mejor que puedo, pero cuando soy malo... También intento ser el peor que puedo.
Ryan miró a su hijo con orgullo. Si había algo que a Kate le gustaba de la familia Elgort era el estar unidos pese a todo. Después de eso, ella asintió con la cabeza. Y pasaron las horas, sin darse cuenta, y también la tensión en la mesa. Todo se relajaba a medida que pasaban los minutos, pues ambas familias daban la confianza necesaria para que no sucediera lo contrario. A media noche, los Elgort decidieron que era hora de irse.
Harry, de nuevo, se acercó a Katerine. Esta vez Katerine no le giró la cara.
-Kate, ¿podrías darme tu número? –Dijo Harry, con voz vergonzosa.
-Por mucho que hayas dicho eso en la mesa, no voy a ser otra de tus Julietas.
-No hace falta que dejes que me muera, ni que te suicides por mí. Sólo me basta con que me des tu número de teléfono.
-Tampoco me suicidaría por ti-Dijo Kate.
-Tampoco dejaría que lo hicieras-Contestó Harry.
Esa contestación, pese que Kate no se la creyó del todo, le pareció entrañable. Finalmente le dio el número de teléfono, y Harry la abrazó. Mientras le apretaba fuerte, le susurró algo.
“Un hombre puede luchar por miles de princesas, un caballero sólo lucha por su reina”.
Kate sonrió.
“Me gustan los caballeros”.
Harry suspiró, y segundos después contestó.
“A mí me gustas tú.”
Una vez se fueron, Kate subió a su habitación y se dejó caer en la cama. Estaba agotada, pero se sentía bien. Era un sentimiento que hacía tiempo que no tenia. Todo lo que había vivido esa noche, no lo había vivido nunca con la familia de Peter. Era raro, diferente. Nunca se preocupaba por tener una quedada familiar, y eso a Kate no le gustaba, pero lo aguantaba. El dilema de Kate era el siguiente: ¿Qué pijama se ponía? Puede parecer una tontería, pero para ella, el color de pijama que llevaba cada día definía su estado de ánimo. ¿Azul o rosa? El azul reflejaba tranquilidad, y el rosa... No, no era amor, era alegría. Pero ella, en ese momento, se sentía más feliz que tranquila, los nervios aun le estaban invadiendo por lo que había pasado en la mesa, por esa declaración de amor que, afortunadamente, terminó en sonrisas. Se lo puso, y se metió entre sus sábanas de color miel, con frio. Cada noche, una vez se metía en la cama por la noche, empezaba a recordar todo lo que había hecho, lo que la vida le había enseñado, lo que ella misma había aprendido, lo que le quedaba por aprender, sus errores, sus fantasías, lo que le había hecho crecer como persona, sus deseos, sus sueños hechos realidad, sus metas. Y, entre esos pensamientos, cómo os podéis imaginar, apareció Harry. De repente, le sonó el móvil. Lo miró. Era Harry.
“Kate, quería avisarte de algo: La próxima vez que te desvistas, intenta cerrar la ventana. Por cierto, el pijama rosa te queda perfecto. Yo también lo prefiero. Buenas noches, reina.”
Se volvió a poner nerviosa, esta vez riendo a la vez. Se levantó y fue corriendo a cerrarla, pero antes de ello, se quedó mirando a fuera. Harry ya no estaba. Volvió corriendo a su cama, dónde fue cerrando los ojos lentamente mientras muchos pensamientos recorrían su mente y cuerpo. Pensamientos dónde no había sitio para Peter, desde luego. Antes de quedarse dormida, un último pensamiento le invadió la ilusión.
“¿Y si realmente fuera cierto? ¿Y si fuera la reina de todas las princesas para él?”
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Hold me, idiot
Novela Juvenil"Ese amor que no sabes a ciencia cierta qué significa, que no sabes ni dónde empieza ni dónde acaba. Te gusta verlo, encontrarte y hablar con él, te cae bien y, cuando pasas un poco de tiempo sin verlo, lo echas de menos. En fin, ese amor que no pue...