La Fábrica de Mascotas
— Entonces ¿qué es el pecado?, dijo Cotgrave.
—Me veo obligado a responder a su pregunta con
otras preguntas. ¿Qué experimentaría si su gato o su perro
empezaran a hablarle con voz humana? ¿Y si las rosas de
su jardín se pusieran a cantar? ¿Y si las piedras del camino
aumentaran de volumen ante sus ojos? Pues bien, estos
ejemplos pueden darle una vaga idea de lo que realmente
es el pecado.
Arthur Machen.
Un gato y un perro no deberían hablar, según Machen —o según cualquier persona
racional—, pero estos dos animales sí lo hacían. No podían recordar claramente cómo
sucedió, o por qué, solamente que un día se alejaron jugando hacia el interior del extraño
bosque al que todos los niños temían, una zona de árboles retorcidos y llenos de ramas
oscuras, cubiertos de símbolos blancos y en cuyo interior había un círculo de rocas de
granito negro del que se contaban historias siniestras, y que varias semanas después
regresaron cambiados.
Gato y Perro, como los llamaremos para facilitar la narración, eran hermanos.
Cuando digo hermanos, me refiero al tipo de hermanos que crecen juntos en el amor de
una familia, porque hay lugares donde a las mascotas se las trata como tales, se les pega,
hasta se las utiliza de alimento, pero hay personas, en otros lugares, que tratan a sus
mascotas como si fueran miembros reales de su familia.
Este era el caso de Gato y Perro al que con el tiempo se conocerían como Gato y
Perro Anónimos por motivos que más adelante conoceremos.
Y esta es su historia, la historia de dos animales justicieros criados como personas
por gente buena y amorosa cuyo plan —y aunque parezca increíble, ellos dos lo tenían—
, era el de que todas las mascotas del mundo fueran tratadas como era debido por los
humanos, que donde hubiera sufrimiento animal, ellos intentarían estar ahí para que se
hiciera justicia.
La Corporación.
La Corporación estaba dirigida por hombres malvados. No todos los ricos tienen
por qué serlo, pero en este caso, los directores de la corporación y especialmente los
dueños de ésta, eran ruines, aunque jamás se los veía porque su cara visible era John
Douglas. El Presidente de la corporación fue niño alguna vez, pero de esos niños que
disfrutaban maltratando animales, golpeándolos, quemándolos y matándolos. Hay niños
que nacen así, malos y cuando crecen le hacen a personas lo mismo que a las mascotas,
pero en este caso este personaje que era hijastro de un hombre rico que lo odiaba y