La fiesta arruinada, batalla inesperada.

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Rukia vagó sin rumbo por la ciudad, saltando de poste en poste, de edificio en edificio, su mente perdida lo más profundo de esta . Recuerdos, pensamientos, decisiones, sentimientos, todo se mezclaba en su cabeza, qué diría su hermano mayor si la viera así, ¿dónde quedó la frialdad característica de los Kuchiki? La serenidad, la apreciación fría y calculada, nada de eso le era posibles en este momento, era un enredo de emociones. Si Byakuya llegara a enterarse de que su antiguo teniente, o más bien su reencarnación, se encontraba en los dominios de su hermana, con seguridad movería cielo y tierra hasta que alguien más fuera asignado a cargo del escuadrón anexo de Karakura.

Luego de deambular por un par de horas se sacudió sus conflictos y decidió volver al cuartel, donde un preocupado Hanataro la esperaba en la puerta de la tienda.

- Capitana Kuchiki, la hemos estado buscando, no responde al móvil.

- Lo siento, Hanataro, debe haberse quedado sin batería. ¿Por qué tanta urgencia de localizarme?- le preguntó la exhausta capitana.

- Tenemos una situación. El radar detectó una fuerte energía hace unas tres horas, pero luego desapareció sin dejar rastro antes que lográramos llegar allí, luego de eso ha estado entrando y saliendo del radar como por arte de magia, tenemos a todos los hombres recorriendo la zona donde fue detectado, pero hasta ahora no han avistado nada, ni una pista.

- ¿Cuál es su nivel?

- Los niveles de energía hacen suponer un Arrancar. - contestó preocupado el teniente.

- Eso no es posible, ya no quedan de ellos. - dijo escéptica la muchacha.

-Los refuerzos de la sociedad de almas ya han llegado y se dispersaron en la zona. - informó.

Rukia entró a toda prisa a la tienda y se dirigió hacia la parte trasera; al llegar al muro accionó un pequeño interruptor escondido en uno de las estanterías y la pared se deslizó hacia un lado dando paso a una sala cuyas paredes estaban cubiertas de aparatos electrónicos incomprensibles que emitían luces y sonidos de manera periódica.

Frente a un tablero lleno de botones y palancas se encontraba Ururu, la jovencita que en su día conoció Rukia como niña, tenía un par de grandes auriculares y observaba con atención una enorme pantalla frente a ella que mostraba un mapa detallado de la ciudad, y la recorría una línea vertical de izquierda a derecha la cual destacaba a su paso las grandes concentraciones de energía que pudiera haber a su paso.

- ¿Cuál es la zona donde fue avistado?- Inquirió de inmediato la azabache.

- La energía fue detectada por primera vez en esta zona hace tres horas. - Ururu señaló en la imagen de la pantalla la zona que ilustraba al parque donde ella y Renji habían estado hablando esa noche – Desapareció casi instantáneamente y las veces posteriores que pudimos localizarla brevemente indican que esta es su trayectoria. - la muchacha pulsó unos botones en el panel y una serie de puntos rojos se iluminaron en la pantalla y una línea que los unía se extendía desde el parque hasta el barrio que lindaba al muelle de la parte sur de la ciudad. – Parece que se dirige al viejo muelle, pero no hay nada allí, excepto viejos barcos abandonados y tal vez ratas, no hay nada de lo que pueda alimentarse.

La expresión de Rukia mutó en una de horror en el momento en que comprendió que lo que fuera que emanaba esa energía estaba siguiéndole los pasos a Renji.

- Ururu, contacta a todos los oficiales que se estan realizando el rastreo. - ordenó inmediatamente una muy decidida Rukia. - Que se dirijan de inmediato al muelle, que busquen luces y música, hay una fiesta de jóvenes en los muelles, sé lo que puede estar buscando. Hanataro,- continuó sin detenerse casi a respirar – prepara a todos los oficiales que quedaron en la base, me reuniré con todos en el muelle. Que vayan preparados para una feroz batalla.

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