Parte única.

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Hoy es nochebuena y mañana Navidad, prácticamente todo el mundo está realizando sus compras navideñas de último momento y dos chicos en particular no son la excepción. Es su primera Navidad como pareja y están demasiado confundidos, a pesar de que se conocen, no tienen idea de que regarle al otro, temen no elegir el regalo indicado, fallar en la simple tarea de complacer con un obsequio a la persona que aman. Hace unas semanas se reunieron en sus respectivos apartamentos para ayudarse con las decoraciones del lugar y poner juntos el árbol navideño, quedando en común acuerdo que, ya que estarían juntos en las últimas horas de Nochebuena y todo el día de Navidad pero ninguno se sentía con ánimos de cocinar irían a un restaurante la noche del  24 de Diciembre a cenar. Todo pintaba bien a su parecer hasta el día veintitrés, cuando Keiji recordó que debía comprar un obsequio para su novio, derivado de esto el ajetreo de ambos la mañana del 24.

Por un lado tenemos a Kenma quien es muy tranquilo y reservado, además de que gusta poco de socializar y generalmente parece saber lo que quiere, por lo que cualquiera que lo viera esa mañana dudaría mucho que se encontrara bien o por lo menos sí podría asegurar que no parecía el mismo de siempre. Se puede ver al chico caminando acelerado por la calle y aparentemente sin un rumbo fijo ya que cada ciertos pasos da media vuelta o súbitamente cambia de dirección negando con la cabeza, decir que parece estar confundido es poco, se le ve como perdido en un mar de ideas de entre las que no es capaz de elegir una y tomarla como definitiva, cambiando una y otra vez de parecer, llenándose de frustración y desespero.

Y por otra parte tenemos a Akaashi quien ha decidido no salir de casa otra vez hasta que tenga una idea clara de qué comprarle a su novio, temiendo comprar todo lo que vea por ahí y crea apropiado por no ser capaz de elegir una sola cosa y, al final, terminar con una enorme pila de regalos por la que seguramente Kenma lo mataría. Probablemente no estarían tan estresados y preocupados por encontrar un regalo perfecto, "el mejor de todos", si tan solo no hubieran empezado una especie de juego mutuo en el que, por vergüenza al no tener idea de que elegir, el día anterior el pelinegro decidió decir al otro que ya tenía un regalo para él, que sería un regalo totalmente increíble y que le fascinaría, causando que este se preocupara en buscar algo especial al día siguiente (vaya idea la suya de hacer aquello con tan poca anticipación) y para no quedarse atrás le siguiera el juego asegurándole que también tenía su regalo listo y que era perfecto.

Claro está que ninguno de los dos sabía que el otro mentía y, al haberse creado mutuamente altas expectativas al respecto era inevitable que estuvieran tan alterados, aquella vena perfeccionista que ambos poseían aunque lo negaran los estaba obligando a superar esas mismas expectativas e incluso sorprenderse a sí mismos.

Ninguno de los dos estaría tranquilo hasta encontrar el regalo perfecto pero tenían el tiempo en contra; si no se daban prisa llegaría la hora a la que se habían quedado de ver en casa del pelinegro antes de ir a cenar, si elegían rápido y sin pensar el obsequio no sería tan maravilloso como querían pero igual corrían el riesgo de que, por pensarlo mucho, aquellos que también estaban buscando regalos ese día se llevaran los mejores y no planeaban terminar con las manos vacías. Esa no era una opción.

Keiji ya tenía un par de ideas aunque ninguna lo convencía totalmente, el día anterior lo paso recorriendo de tienda en tienda desde medio día hasta bien entrada la noche buscando algo que lo convenciera antes de haber hablado con su novio poco después. En su recorrido había visto de todo un poco (ropa, peluches, tazas, etc.) y se había quedado con algunas ideas en mente al terminar y el plan original había sido hablar con el contrario para que le ayudara a elegir, no ponerse más presión encima.

Kenma no había pensado en comprar nada hasta que el contrario habló, había creído que siendo como era el pelinegro y su relación no se le ocurriría comprarle un regalo, y no porque no lo quisiera o no le diera nunca algún detalle sino porque en su mente era algo cursi salir a cenar juntos en Navidad como para también agregarle los regalos.

Un regalo para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora