Fruta prohibida.

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—Papi quiere una mami—gruñó el pelinegro con lujuria

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—Papi quiere una mami—gruñó el pelinegro con lujuria.

Furuta puede ser una mezcla entre locura y lujuria, locura por Ken y lujuria por tener al investigador más temido de la CCG como bestia que tiene que dominar, como un juguete para divertirse. Como nuevo líder le gustaría tener a un hombre bailando en la palma de su mano, segador negro, una reencarnación perfecta de Ken Kaneki.

¿Cómo se sentía tocarlo? ¿Verlo sumiso? ¿Pidiendo más? Tal humillación para el nuevo segador.
Furuta cree en el simple hecho de querer explorar el delicado cuerpo de su amado Kaneki.

Furuta era una mezcla exquisita que volvía loco a Ken en todos los sentidos, lo enfermizo que era, lo repugnante que era y la locura que albergaba en sus ojos fucsia. Cuando jugaba a ser alguien amable realmente era la oveja negra en un montón de ovejas blancas en un rebaño y las veces que los guantes negros se enroscaban en su cuero cabelludo.

Y lo besaba con fuerza y euforia, sentía que más patético no podía ser. Éste hombre que proclamaba su cuerpo y mente lo dominaba con tan sólo un roce.

Cada vez que tenía la oportunidad de estar junto a Reaper, podía observar que su rostro le provocaba más que simple placer intenso. Sus orbes ojos negros eran más penetrantes y su blanquecina piel era mejor que la chica del cuento de “Blanca Nieves”.

Y él era el lobo acechándole.

Haise era una fruta prohibida a la que el paso le fue concedido a él.

Tendría a ese Ghoul, esa criatura fascinante. Deseaba verificar la esperanza que vio Arima en él. Con cada acción que hacía el menor le hacía desear tener en la cama y debajo suyo al segador negro de el CCG. Probar cada centímetro, otra cosa era escuchar y otra cosa era probar con sus propios ojos bañados en lujuria y la perfección de ser bañado en una muerte andante.

Escuchó su nombre salir de sus provocativos labios mientras se aferraba a su espalda, y supo que en ese momento Ken Kaneki era suyo. Una musa a quien tenía que deleitar con su mirada enfermiza, una musa a quien debía proteger.

Una musa a nombre de Furuta Nimura.

Marcó el cuello del segador y complacido cuando tocó ese punto que hizo al pelinegro arquear la espalda apenas jadeando su nombre.

—Quiero seguir escuchando esa voz tuya, quiero seguir escuchando la muñeca de Furuta—sintió sus piernas rodearle la espalda y sus manos su cuello.

—Te necesito—oh pobre segador, eres mío, mío, mío.

Mi pequeña fruta prohibida.

Como la manzana que mordió Eva, llevando así a Adán al pecado. Porque así era, Furuta arrastraba a Ken Kaneki a pecado más despiadado que existía.

De su boca salían gemidos placenteros para ambos, sus labios y lenguas estaban más necesitados que uña y mugre.

Ken era como un niño ahogándose en su propia mar de tragedias.

fruta prohibida ❀ furukaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora