SEGUNDA PARTE

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4.

Draco Malfoy siempre había sentido como una terrible imposición el trabajo de supervisar el desempeño de los Ajustadores de Pensamiento en Urantia, el planeta Tierra. Aunque, para ser más justos, habría que decir que en realidad ningún esfuerzo requerido para merecer mayor honor le gustaba. Se trataba, como decía un humorista terrestre a quien Malfoy guardaba admiración y respeto, de lo siguiente:

«Si no trabajas no comes, ¿quién inventó ese refrán, chico? Comes y lo que comes en trabajar se te va. Por eso, si alguien lo hace por mí, me hace un gran favor. Menos perros menos pulgas, más fresco menos calor... Y ¿para qué perder el tiempo? ¿Para qué volvernos locos? Yo lo haré poquito a poco, porque el trabajo a mí no me hace gracia. Y tengo que inventar la burocracia».

Malfoy, entonces, consideraba que todo debía dársele sin pedirle nada a cambio, por el mero hecho de existir. Era la misma forma de pensar de algunos de los terrestres que vigilaba a través de sus Ajustadores, que le pasaban informes mensuales sobre su progreso o decadencia espiritual. Seguía sin entender cómo era posible que seres terrestres tan diferentes unos de otros pudieran compartir la misma visión del mundo. Quienes creían merecer todas las dignidades sin trabajo alguno se dividían en dos grandes clases: la nobleza y los vagabundos.

Pero que no sorprenda a nadie el que no pudiese entender, a pesar de que su inteligencia y conocimiento fuese superior en muchos aspectos. Ya que los extra-terrestres no manejaban en el aspecto práctico sutilezas como la ironía o el sarcasmo, que son de manufactura humana exclusivamente. Es decir que todo lo tomaban con seriedad y literalmente, no pudiendo entender el gran abanico de bromas terrestres. Del mismo modo, podían hablar cualquier idioma urantiano sin mayores dificultades, pero de forma neutral, sin acentos marcados ni palabras coloquiales características de ciertos países. Así, por ejemplo, «hacer cebo» o «darse un par de latas» serían expresiones sin sentido para estos seres superiores, que sólo comprenderían si les explicaran que significan una y la misma cosa: besuquearse.

El punto es que no soportaba ninguna responsabilidad, y la consideraba una completa condena. Un lastre con el que tenía que cargar aunque no quisiera. Como el mito del pobre Sísifo, que tenía que repetir la misma acción eternamente. O el angustioso destino de Atlas, otro mito del mismo talante, que debe sostener el mundo en todo momento. En este sentido es que Malfoy estaba de acuerdo con uno de los escritores malditos de Urantia, quien dijo: «El peso de este mundo es demasiado grande para que pueda soportarlo un hombre, y el dolor del mundo demasiado pesado para que pueda sufrirlo un corazón».

Por supuesto que él no era ningún mártir ni estaba dispuesto a serlo. Malfoy simplemente era un flojo, egoísta, desconsiderado, desagradecido, vanidoso e insensible ser. Puede parecer confuso que tuviera un cargo de tanta importancia sin poseer virtudes suficientes. Pero en realidad no es misterio alguno para los extra-terrestres el que, en la infinitud del cosmos, Urantia tiene la mala fama de ser el lugar de peor castigo para los seres que se rebelan contra del orden del Padre Universal.

De modo que es la cárcel de peor clase en todo la expresión. En dicho planeta sólo habita lo peor, y se permanece en este lugar de suplicio vida tras vida, a menos que se pruebe ser digno de reencarnar en otros planetas superiores. Y, de esta forma, es que se explica que las exigencias para el cargo no fuesen elevadas y, más aún, que la posición de Malfoy como víctima en realidad tenía una mínima justificación.

Las tareas administrativas relacionadas a Urantia, son como un castigo intermedio para aquellas almas que todavía no han escogido en medio de cuál familia nacerán. En la jerarquía universal, entonces, no sólo hay un Ajustador de Pensamiento para cada alma, sino que esta sabe y escoge conscientemente quienes serán sus padres. De modo que la existencia no es una imposición sino una decisión, incluso antes de encarnar un cuerpo. La cuestión es que cada alma olvida todo lo que sabe, incluso sus vidas pasadas, justo al nacer. De ese modo podrá elegir, en medio de su ignorancia, lo que considere mejor. Y si busca la verdad, como bien explicó Platón (y Francis Potter estaría de acuerdo), tendrá que recobrarla, pues conocer es recordar.

Amor esotérico (drarry)Where stories live. Discover now