Estoy sentada a las afueras de los cines de la Alameda, fumándome un cigarro tras otro. He decidido dejarlo, ya que estaré todo el verano sin acceso a tabaco (y porque normalmente con la playa, los peces y la lectura no necesito alimentar vicios autodestructivos).
Y he sentido una nostalgia futura como una certeza. Como si ya me atacase el mono con un cigarro entre los labios.
He leído en muchos libros sobre ello, sobre la ansiedad que te recorre y cómo quieres absorber tus dedos en sustitución al humo y el papel quemado.
Y me he informado debidamente sobre los riesgos. ¿Qué fumador no?
Es contraproducente, y eso que fumo deliberadamente. Podría abandonar el hábito, tengo la fuerza de voluntad necesaria y al fin y al cabo sólo me une a ello esa inconfesable necesidad de culto literario. Si dibujo un futuro idílico en mi mente puedo observarme fumando junto a un cristal, el sol trasluciéndose a través de la cortina y disgregándose en cientos de sólidos brazos.
Fumando y escribiendo lo que me transmite el crujido de las cenizas al arder.
La nostalgia proviene del sentimiento que impongo a cada calada. Me gusta distinguir entre las volutas de humo ese presagio de muerte, el clásico "fumar mata". Me gusta, por masoquista que suene, saber que en cierto modo ando jugándome la vida. Es algo que sencillamente me inspira.
Creo que en algún momento lo echaré de menos, terriblemente, ese atisbo de riesgo tardío, esas aspiraciones de cáncer tan poéticas y solitarias tirada en cualquier esquina de la calle, en una cafetería o sobre unas escaleras.
Es de idiotas, conocer el daño y suministrártelo diariamente, disfrutarlo con esa infantilidad del inocente que se ha autoproclamado inmortal.
En los paquetes medio vacíos me imagino muchas tristezas, muchas dudas, muchas tardes de incertidumbre, de no saber qué otra hacer con las manos.
Escribo a menudo sobre ello. Sobre esta sensación. Me permite sentirme ajena, narradora de mi propia vida, autora de alguna historia de café, drama y hospitales.
Creo, sé, que el mono de las caladas artísticas va a perseguirme durante mucho, mucho tiempo.
Y lo que no tengo tan claro es que vaya a poder resistirme.
ESTÁS LEYENDO
Ensayo sobre una calada artística.
Non-FictionAlgunos sólo disfrutamos del "fumar mata."