De hecho, Sant Jordi no se cargó al dragón. Fue todo un montaje, como la llegada del hombre a la Luna o lo del abre fácil. ¿O no os habéis preguntado por qué el caballero rechazó casarse la princesa para seguir sus aventuras? Más allá de suponer que la princesa fuera fea o que al chico le fueran más los príncipes azules.
Héctor, nombre habitual entre dragones, no se comía a las doncellas que le ofrecían en sacrificio, ni se cargaba a los caballeros que iban a liberar el reino. Héctor les servía de excusa a todos para superar las limitaciones de desarrollo personal propias de una sociedad feudal. Caballeros y damas empezaban nuevas vidas como juglares, monjas, economistas, videntes, panaderos o hilanderas. Además, Héctor era vegetariano.
Jordi tuvo una larga charla con el dragón. Su programa de liberación social era bueno, pero el reino empezaría a sospechar. Así que pactaron el montaje: mucha sangre de pollo, rosas rojas y el héroe devolviendo a la princesa a palacio. Ella, Júlia se llamaba, que soñaba en convertirse en bandolera, asumió el sacrificio de no poder escapar de la vida que le habían prediseñado: ser princesa, casarse con algún príncipe pedante y tener hijos.
Héctor esperó a Jordi a un par de jornadas del castillo del rey. Juntos empezarían un viaje que les llevaría a grandes aventuras. Pero eso, y como rescataron a Júlia de un príncipe azul indeseable, es ya otro cuento.
Foto de portada: "Dragon and moon" de Luis Alejandro Bernal https://www.flickr.com/photos/aztlek/