Capítulo Uno

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"Todos estamos en nuestras trampas privadas. Atrapados en ellas y ninguno de nosotros logra escapar." - Psycho, 1960

Daba lentas vueltas en el mismo lugar mientras lo buscaba entre la oscuridad. Tal oscuridad que no debía ser capas de ver en ella. Una de mis manos sujetaba una daga mientras que la otra se aferraba a Vitae, mi espada. La única luz provenía de la piedra incrustada en ella. Un suave brillo color verde. Esperaba por su ataque mientras que el sonido de mi corazón se convertía en una ensordecedor. Entonces se lanzó sobre mi.

Fue tal la velocidad que solo pude identificar garras y colmillos. Ambos con la intención de rasgar y abrir mi garganta. Con la misma velocidad mis manos se movieron. La daga atravesó su muñeca, cortándola y desprendiéndola del brazo como si estuviera hecha de papel. Solo tuvo tiempo de soltar un grito antes de que mi espada atravesará su pecho. El cuerpo golpeo el suelo segundos después. Mis brazos comenzaron a relajarse hasta que escuche los pasos.

Rebotaban en las paredes del espacio confinado. Logré identificar de cuál de los túneles que me rodeaban provenía. Sin hacer ruido alguno me acerqué a ella. Mi espada choco con una igual de firme y entonces supe quién era.

- "Si me vas a asesinar algún día, espero que no sea en un nido de Vampiros." Me dijo con una leve sonrisa.

Su rostro se encontraba iluminado por la luz de las Anima Bellator. En él podía ver gotas de sangre pero lo conocía lo suficiente como para saber que no le pertenecían a el. Ambos colocamos nuestras espadas en sus respectivas empuñaduras. El dejo que sus ojos recorrieran él área, específicamente el suelo en el que yacían los cuerpos.

- "Nueve en total." Dijo antes de girarse y comenzar a caminar.

Apresure el paso para alcanzarlo mientras nos abríamos paso entre los túneles. Solo él sería capaz de encontrar la salida. Al llegar, el sol se había encontrado en un punto alto. Los pedazos de luz que pasaban entre las hojas ardían en la piel. Esta vez nos recibió un cielo oscuro en el que la luna brillaba. Nos detuvimos en la entrada. La canción de los insectos era el único sonido en él área.

- "¿Cuantos crees que queden?" Le pregunte.

Lo observaba con mi cabeza un poco inclinada pues era más alto que yo, no por mucho, pero lo era.

- "Demasiados, vamos, muero de hambre."

Los caballos en los que habíamos llegado se encontraban atados a un árbol a algunos pies de distancia. Nos tomo algunos segundos liberarnos del área más poblada por árboles que rodeaba las afueras del pueblo. Aún así nos encontrábamos a tal distancia que nos tomaría alrededor de una hora llegar a él.

- "¿Eh, Nathaniel..." Nos encontrábamos en una de las poca áreas abiertas cuando me giré hacia el. "carrera?"

Antes de que pudiera responder mis talones chocaron contra los costados de el caballo. Pronto iba a completo galope. El viento irritaba mis ojos, nublando mi vista. Disfrutaba la emoción del peligro, ya que si mis manos se zafaban caería con facilidad.

- "Amira!" Su voz llego a mi pero desde obvia distancia.

Solo me detuve cuando las casas y pequeños edificios que rodeaban al pueblo se alzaron en la distancia. Desde mi lugar podía ver a los dos hombres armados en la entrada a la cuidad. Algo que solo era capaz de hacer gracias al aumento en mis sentidos. Segundos después se me unió.

- "Esa es la trampa más grande que e visto en mi vida." Me dijo pero sonreía.

- "Solo eres un mal perdedor."

La marcha hasta la entrada se llevó a cabo con mucha más calma. Levante la capucha de mi capa permitiendo que ocultara mi rostro. Él hizo lo mismo.

Un Cruel DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora