Capítulo XXV - Que las llamas comiencen.

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Había planeado ir a la Biblioteca o a la Sala de Estudios a escribir el cuento de Literatura después de clases de Inglés, pero no tengo cabeza en este momento para eso.

Lo mejor que se me ocurrió fue irme al jardín a respirar aire fresco, cuando me cansé, busqué refugiarme en mi habitación. Tomé una siesta, leí un poco y luego me obligué a dormir.

* * *

Abro los ojos, no quiero levantarme, pero tengo que hacerlo. No puedo simplemente detener mi vida por una razón tan estúpida, aunque me duele la traición, sé que no puedo seguir atormentada por eso y aunque es difícil evitar sentirme mal, voy a intentar superar lo que me hizo y superarlo a él. Estoy decidida a ser feliz a toda costa y no voy a permitirle a nadie que me arrebate esa felicidad.

Me levanto de la cama con energía, me doy una ducha fría para despejarme. En la Biblioteca recopilo toda la información que necesito para la investigación de los escritores latinoamericanos, cuando estoy satisfecha, voy a la Sala de Estudios a escribir el cuento de Literatura: la historia es sobre una niña que no quiere comer vegetales, sus padres tratan de hacer mil y un maniobras para que la niña coma sano y al final lo logran.

En la clase de Literatura me fue muy bien, la profesora dice que soy un prodigio. Creo que realmente me está gustando esto de escribir, es apasionante.

Biología y Arte el día de hoy no fueron aburridas, por el contrario, hablaron de temas muy interesantes como la teoría de la evolución, y aprendí algunas técnicas de pintura que no conocía y que son extremadamente impresionantes.

El director Peeg fue de salón en salón recordando que en la tarde de hoy sería la junta de padres. Seguramente los míos no vendrían, estarían muy ocupados, como siempre.

Cuando terminó la última clase, fui a organizar el locker. Acabé de guardar mis cuadernos y al voltear vi que se acercaban a mi, dos personas, justamente las que no tenía intención de ver, mis padres.

—¡Qué extraño verlos por aquí! —saludé.
—Sandie, querida.. —dice mamá.
—No se preocupen, ya estoy acostumbrada.
—¿Dónde queda el gimnasio, princesa? —pregunta mi padre.
—Por allá —Señalo.
—Gracias, linda. Tenemos que ir, sino llegaremos tarde. Luego hablamos. —Mi papá me da un beso en la mejilla. Mi madre me toma las manos por un momento, me da un breve abrazo y se va.

Debido a la junta de padres, el director dijo que teníamos toda la tarde libre. Así que fui con mis amigas por un helado y más tarde al jardín a conversar.

Los padres iban saliendo uno a uno, se veían algunos todavía despidiéndose de sus hijos. Mis padres se acercaron, venían hablando con el director. La expresión de sus caras era de mucha seriedad.

—Sandra, tenemos que hablar.
—Está bien, mamá.
—Aquí no. Ven, vamos. —Los seguí. Mis amigas me miraban sin entender nada, yo misma no entendía.

El director iba adelante, se detuvo un momento para abrir la puerta de su oficina, entró y se quedó esperando con la puerta abierta a que todos estuvieran dentro, cuando eso pasó, cerró la puerta, se sentó y nos ofreció asiento.

—Bien, ¿alguien me puede decir qué hago aquí? —pregunté mirándolos, a ver si alguno de ellos me explicaba.
—Sandra, el director nos dijo que tenías una autorización y que no estuviste en el Internado en todo el fin de semana —dice mi madre.
—¿Cómo es que tenía nuestra firma? —pregunta mi padre, notablemente furioso.

¡Oh no! Estoy en serios problemas. Lo sabía, sabía que no era buena idea. ¿Y ahora qué hago? ¿Qué les digo?

—Recibí la autorización debidamente firmada por sus representantes y la archivé, no vi nada fuera de lo normal. Pero hoy, en la junta de padres salió el tema de las autorizaciones, el Sr. y la Sra. Fallon me informaron que habían estado ocupados y no pudieron firmar su autorización, allí nos dimos cuenta que había algo que no andaba bien —explicó el Sr. Peeg.
—Así es. Estoy esperando una explicación, Sandra.
—Es que ustedes no querían salir conmigo... Yo estaba aburrida y salí a pasear —mentí.
—¿Y por qué no dormiste en el Internado?
—Ah, es que una amiga me invitó un rato a su casa, se me hizo tarde y me quedé a dormir.
—No sé por qué no te creo —dijo mamá.
—¿Y cómo explicas la firma? —preguntó papá.
—Bueno, yo...
—Me has decepcionado, Sandra. Pensé que ibas a ser una señorita de bien, creí que en este Internado podrías aprender a comportarte —dijo mamá.
—No, estoy en este Internado porque ustedes no tienen tiempo para atender a una hija, por eso le tiraron la responsabilidad a este colegio. —Me levanté de la silla.
—Estás haciendo lo que te da la gana, pero no voy a permitir que sigas así —amenazó un desconocido de rostro igual al de mi padre.
Mis padres se levantaron también de sus asientos. Me llevaron a mi habitación y allí seguió la charla, me hicieron preguntas y me regañaron aún más. Y no se fueron sin antes decir:

—Estás castigada, señorita. Y no vas a salir este fin de semana. Te vas a quedar estudiando, como deberías haberlo hecho.

Lloré mucho. ¿Por qué me está pasando eso a mi? Es estúpido que se enojen, ¿qué les importa si salgo? Ellos ni siquiera están preocupados por mi, no me preguntan lo que quiero, si estoy bien o si soy feliz.

El resto de la noche escuché Let the flames Begin de Paramore, mi canción favorita, la única que siempre consigue hacerme sentir mejor, y en esta ocasión no fue diferente. Fui cayendo en los brazos de Morfeo.

* * *

Al despertar me miré en el espejo, tenía unas ojeras espantosas. Me lavé la cara y me maquillé, ya lo había dicho ayer, nada ni nadie arruinaría mi felicidad.

Desayuné, a pesar de no tener mucha hambre. Asistí a clases de Ciudadanía, hice un esfuerzo por prestar atención al profesor.

Salí del salón y fui a la Biblioteca, estudié un poco para el examen de matemáticas. Sonó la campana y entré a clases. Ahora que finalmente hice el examen, parece que no tendré una mala calificación.

Después de la clase de matemática, salgo a tomarme un jugo y me siento un momento a respirar aire fresco. Suena la campana, entro a clases. Luego de una aburrida explicación de cómo fue que se logró la Independencia, termina la clase de Historia y al fin soy libre por el día de hoy.

Salgo del salón con mis amigas para ir a conversar un rato a la cafetería, y nos quedamos en shock cuando vemos que de nuevo hay un montón de personas en el pasillo leyendo papelitos amarillos.

Triángulo Amoroso ⚠ Juego Peligroso © No terminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora