Capítulo 27: ¿Secuestro?

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Después de haber logrado atraer la atención de más de veinte personas, mis ojos buscaron enseguida el lugar para acceder a la plataforma del primer piso, y sin darle mucha importancia a las miradas ajenas, subí las escaleras que encontré no muy lejanas a mí; es así que en mi feroz corrida, empecé a empujar a todas las personas que tenían la mala costumbre de apoyarse en los barandales, aunque también hice caer algunos de ellos, y no solo eso, sino que, además, terminé pisando a varios idiotas que estaban sentados sobre en piso, ganándome así algunas puteadas por parte del resto.

—¡Te voy a reventar! —le volví a gritar en lo que ya estaba a mitad de camino, y al parecer, en esta ocasión logró escucharme, entonces volteó apresurado soltando a mi amada, para más tarde, saltar por el balcón metalizado para esquivarme, por lo que obviamente su decisión fue más que acertada porque si no lo hubiera agarrado a trompadas. De todas formas, cuando yo apenas llegué a donde se encontraba ella, a aquel tarado ya lo visualizaba abajo, y casualmente ahí estaba Louis—. ¡Agárralo imbécil! —le exclamé al rubio en lo que me asomaba, pero solo reaccionó alejándose un paso del tipo con sorpresa después de ese aterrizaje que hizo cerca suyo, para colmo, este tipo luego lo empujó para apartarlo de su frente, y así, seguir adelante con su escape—. ¡Diablos! —me quejé, y me tomé unos minutos para cerciorarme del estado de Lili; no me hubiera decidido ir detrás de ese maldito, de no ser porque noté que alrededor del cuerpo de mi dueña había una cuerda enredada, cosa que me daba a entender que quiso atarla, y probablemente con el fin de secuestrarla, luego observé otros detalles que me hicieron enfadarme aún más: sus ojos estaban luchando por permanecer abiertos, y no podía mantenerse del todo de pie; por lo que entendía, estaba drogada. Fue así que me apresuré a tomarla entre mis brazos, e hice lo mismo que ese maldito; salté cayendo justo en frente de Louis, y tuve la suerte de no quebrarme una pierna, ya que la caída fue dura; lo sentí al aterrizar—. Quédate con ella, y dale algunas atenciones. Yo iré detrás de ese bastardo —le informé para después pasarle a mi dulce Ángel, y antes de que pudiera decirme algo, me fui corriendo lo más rápido posible en busca de ese maldito.

—¡Espera Dalton! ¡No vayas! —escuché que me vociferó aquello, pero no le hice mucho caso; no había tiempo, y era mejor que estuviera concentrado en mi objetivo, así que más tarde, traspasé unas calles perdiéndome así entre unos desvíos, por lo que me quedé ahí parado; no tenía ni idea de a dónde debería dirigirme ahora, pero de repente en una esquina me topé con una anciana. Su aspecto era muy agradable, e inspiraba confianza, aunque al mismo tiempo, me daba una sensación un tanto extraña: era una mezcla entre familiaridad y calma.

—Joven, pareces perdido —me dijo la anciana suavemente.

—Bueno, yo... —no supe bien qué responderle en medio de esa situación tan inesperada, así que me rasqué un poco detrás de mi nuca pensando en algo coherente para decirle.

—Ese muchacho al que buscas... —me sorprendió que ella me saliera con eso, ya que no le había preguntado nada al respecto, pero antes de decirle algo más, la vi señalar hacia una dirección de una forma lenta y precisa— se ha ido por ahí —terminó la frase y yo sonreí. De alguna forma me había facilitado la búsqueda, sin embargo, no sabía si esa mujer estaba haciéndolo con buenas o malas intenciones, aun así, decidí irme por donde me había indicado.

—Muchas gracias y hasta luego, señora... —no sabía su nombre, por lo que esperaba que esa persona me lo dijese; en cambio, no recibí ninguna revelación de su parte, pero ella intuyendo que esperaba algo de ella, me respondió:

—No tienes que saber mi nombre, joven, solo sigue el camino a tu destino.

—¿Qué? —vi entonces cómo se giró dándome la espalda, y se empezó a alejar, dejándome así con un alto nivel de extrañeza. Tal vez debería haber pensado un poco más sobre el asunto, pero mis emociones estaban inclinadas a dar con otras respuestas, así que decidí que era mejor retirarme para no perder más tiempo, y de este modo me alejé dándole una última mirada a la anciana, quien ya no estaba cuando me volteé—. ¿Pero qué diablos acaba de pasar? —me dieron unos escalofríos ante su repentina desaparición, aunque a fin de cuentas estaba ahora más decidido a llegar a donde quería, así que desestimé el hecho, por mientras pasaron unos minutos después de retomar mi sendero, y ahí me encontré a un grupo de tipos con capucha quienes estaban delante de un bar. Es aquí que me frené y logré divisar al maldito que se había atrevido a tocar a Lili de entre el montón; éste sujeto destacaba por tener una capucha roja—. ¡Te encontré! ¡Ahora no tienes a donde ir! —me acerqué a él sonando mis dedos con uno de mis puños, pero me detuve en seco cuando ellos se giraron con una gran cantidad de armas entre sus manos.

Soy un temerario mi amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora