Capítulo XXVII - Arresto domiciliario.

13 2 0
                                    

—Nada —respondió Chris sin hacerme mucho caso.
—¿Cómo que nada? Explícame.
—Creo que Britney se siente mal, casi se desmaya.
—¿En serio? —Chris asintió—. Amiga, ¿estás bien?
—Sí, ya me siento mejor. ¿En qué estabamos?
—No, no. Ya es la tercera vez que te veo así, tienes que ir al médico.
—Seguramente tengo un virus.
—Es más, yo misma te voy a acompañar al doctor —dije, ignorando su comentario.
—Recuerda que no puedes salir, mejor voy sola.
—De ninguna manera, si quieres yo te puedo acompañar. —Chris se ofreció gentilmente.
—Está bien —aceptó—. Pero cuéntame, ¿Jeremy regresó?

LA LLAMADA

—Hola Jeremy.
—¡Qué tal! Quería contarte que llego hoy.
—Oh, pensé que ibas a estar fuera por más tiempo.
—Sí, yo también, pero logré convencer a mi padre de que lo mejor sería no perder clases.
—Si quieres, luego podemos ir a tomar algo para hablar.
—Sí, luego hablamos, solo quería que supieras que regresé. Adiós.
—Adiós. —Colgué.

DE VUELTA EN LA OFICINA

—Ah, después busco a Jeremy para que me cuente de su viaje —dijo Brit.
—Amiga, creo que deberías ir a descansar —sugerí. Britney se fue, Chris y yo nos quedamos completamente solos.

EL SIMULACRO DE DESMAYO

Brit se puso pálida. Chris volteó y se dio cuenta que ella existía.

—¿Estás bien? —le preguntó—. Te ves un poco pálida.
—Creo que sí. —Pero parece que no era cierto, comenzó a ponerse aún más pálida y a marearse, veía todo borroso. Justo cuando iba a caer al suelo, Chris la atrapó en el aire, evitando una caída inminente y un golpe en la cabeza que pudo ser grave. Sus cuerpos estaban demasiado pegados, y fue ahí cuando entró Sandie, que acababa de colgar la llamada de Jeremy.

CHRIS Y SANDIE EN LA OFICINA

—Amor, ¿vas a hablar con Jeremy?
—Sí, pero no me quiero preocupar de eso ahora. —Me acerco y lo beso.
—Está bien, pero tarde o temprano vas a tener que hacerlo.
—Lo sé. Es que no sé cómo. Lo haré en su momento. Por cierto, ¿a dónde me vas a llevar este fin de semana?
—Tengo entendido que no puedes salir del Internado.
—Ya me las ingeniaré.
—No, no quiero que tengas más problemas por mi culpa.
—No te preocupes, nadie se dará cuenta esta vez.
—¿Segura?
—Sí, completamente. No quiero dejar de verte en todo el fin de semana.
—Yo tampoco.
—Solo espero que no me lleves a comer tacos. —Reímos.
—Admite que te divertiste.
—Sí, mucho.
—Te llevaré a comer otra cosa. —Asentí. Acarició mi rostro con dulzura y me besó. Me tomó por la cintura y me atrajo hacia él.
—Debo irme. —Me aparté un poco.
—¿No quieres? —preguntó.
—Hablamos mañana, estoy cansada. —Le di un beso de despedida y me fui.

Britney ya estaba dormida, Hayley se había puesto el pijama y se iba a ir a dormir. Apagué la luz, me costó un poco de trabajo conciliar el sueño, pero lo logré.

* * *

Despierto y miro el reloj, las 11am, mis amigas no están. Me levanto, me doy un baño, me pongo algo cómodo pero bonito y salgo a ver si Hayley y Britney se fueron con sus familias. Las encontré en la cafetería, desayuné con ellas, charlamos. Más tarde, estuve un buen rato escribiendo una historia muy interesante que se me ocurrió, es de fantasía.

Suena el teléfono que reposa sobre la mesita junto a mi cama, es una llamada desde casa.

—Buenos días, señorita Sandra, lamento molestarla.
—Buenos días. No te preocupes, Jackeline, dime.
—Sus padres me pidieron que le informara que van a ir por usted para traerla a la casa. De hecho, ahorita deben estar llegando al Internado. Señorita, ¿está ahí?
—Sí, si.. Gracias, Jackeline. Tengo que colgar, adiós. —Me levanto, busco el número de Chris y le marco. Suena un momento y por fin contesta.

—Aló, ¿Sandra?
—Amor, no tengo mucho tiempo. Dame la dirección de tu casa.
—Está bien, pero dime, ¿pasa algo?
—Si queda tiempo te lo digo, ahora por favor, dime tu dirección. —Me da las indicaciones de dónde vive, trato de escribir lo más rápido que puedo. Escucho que tocan la puerta, mi madre pide que le abra—. Chris, tengo que colgar.
—Pero, Sandie...
—Lo siento, luego te cuento. —Cuelgo, abro la puerta.
—Sandra, queremos que vengas con nosotros a casa por estos dos días.
—¿Y por qué ese cambio repentino? —No responden. Preparo un bolso con algo de ropa y sin que me vean meto el papel en el que anoté la dirección. Ahora estoy lista para irme.

Llegamos a casa, casi no hablan conmigo. Y cuando sale alguna conversación, se siente que todo es tan superficial. Creo que ya no me quieren. Si es que alguna vez me quisieron.

Me obligan a sentarme en la mesa con ellos, no quiero, pero igual lo hago. Me siento como una criminal, no dejan de hacerme preguntas, están intentando averiguar adónde fui aquel fin de semana y con quién. Obviamente no voy a revelar lo mío con Chris, eso no es bueno para ninguno de los dos. Una de mis respuestas les causa enojo.

—Estoy muy decepcionada, Sandra —dice mi madre con la mirada baja.
—Vas a dedicarte exclusivamente a estudiar, así que no vas a necesitar tu celular. Si queremos hablar contigo podemos llamarte al Internado.
—Pero papá..
—Papá nada, Sandra. Estás castigada y punto. —Me levanto de la mesa y me voy a mi habitación temblando de la rabia—. Sandra, vuelve aquí. —No le hago caso. Subo a mi habitación y escucho las canciones de Paramore a todo volumen. Estoy un buen rato así, mientras me relajo un poco. Me voy quedando dormida.

* * *

Abro los ojos, siento que estoy acostada encima de algo. Ah, es mi reproductor de música. Voy al baño, lo mejor será que me dé un baño de burbujas, necesito pensar en muchas cosas.

Chris no sabe que estoy secuestrada en mi casa y con la llamada de ayer no creo que entienda nada de lo que está pasando. Necesito explicarle, decirle que no podré ir con él, pero no puedo, me quitaron el celular.

Entonces, se me ocurre la brillante idea de escaparme de casa. Mis padres piensan que sigo dormida, así que me visto y me voy sigilosamente.

Me aprendí de memoria la dirección, ya estoy frente a la puerta de la casa. Escucho pasos que se acercan, Chris abre la puerta y se sorprende un poco al verme.

—Me alegra verte, pero estoy un tanto confundido.
—Ya sé, por eso vine, para explicarte lo que pasó. —Me invitó a pasar, nos sentamos en el sofá de la sala.
—Justo ahora te iba a llamar —me dice.
—¡No! —grito.
—¿Por qué? —pregunta extrañado.
—Es que ayer mis padres me obligaron a ir a la casa y me quitaron el celular, así que no pude avisarte. Por eso no es bueno que llames. Y por si fuera poco estoy castigada, me prohibieron salir de la casa.
—¿Y cómo es que estás aquí?
—Pues, me escapé...
—¿Qué? Me parece que tienes un gran problema.
—Tenemos.
—Sí, tienes razón.
—Por favor, llévame a algún lado —le suplico.
—¿A los tacos? —Se ríe—. Está bien, tal vez comida china.

Me llevó a un restaurant muy elegante, disfrutamos el momento. Nos fuimos de allí. Llegamos, nos bajamos del auto. Chris abrió la puerta y entró, cuando yo iba a entrar a la casa, oigo que gritan mi nombre a lo lejos. Volteé, eran mis padres.

Triángulo Amoroso ⚠ Juego Peligroso © No terminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora