EPÍLOGO

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Título: LAS HERMANAS QUE LLORAN

Autora: Clumsykitty

Fandom: MCU (Thor)

Parejas: Thorki, entre otros.

Derechos: Siempre Marvel, siempre.

Advertencias: una historia algo bizarra como triste pero llena de ciertos elementos mitológicos no ciertamente escandinavos. Como siempre, dándome gusto con estas ideas.

Gracias por leerme.



Epílogo.



Las cometas de diferentes colores y formas dominaban el cielo de Thyan, bailoteando al aire tropical al ritmo de la música que caravanas ejecutaban en su avance por la playa acompañados de un grueso de la población junto con visitantes más que animados por la festividad. Lugh les observaba desde lo alto de la colina, debajo del arco de entrada decorado con papeles picados y festones de flores. Sonrió apenas, recordando otra época más inocente, suspirando sin poder evitarlo. Un par de aves cantoras se posaron sobre el arco, cantando alegremente mientras buscaban néctar de las flores. El Djinya alzó sus cejas, atento a sus saltarines movimientos. Alargó un brazo, con una garra bien estirada para que uno de ellos saltara a su dedo, escuchándole interpretar una melodía sobre la miel y la luz del sol, temas que gustaban a esas coloridas aves de plumajes exóticos.

-¿Lugh?

-Aquí, madre.

Dejó al pajarillo en el arco, volviendo tranquilamente hacia la pequeña casita que ahora era su hogar, luego de vagar un tiempo sin rumbo fijo, finalmente Lalita se había decidido a tomar el lugar de su fallecido amigo, Xandar El Viejo, cuya tumba se encontraba no lejos de ellos, siempre cubierta por flores que el joven Djinya colocaba al amanecer como parte de su rutina. Ambos hechiceros se habían dedicado de tiempo completo en el ordenamiento y mantenimiento del Acervo del Tiempo, recuperando rollos perdidos –como aquellos de Vanaheim y Jotunheim que hablaban del pasado de Lalita con Frigga y Farbauti, entre otras cosas- asegurándose de que los mecanismos de protección siguieran funcionales, cambiando los hechizos de los candados, a veces tomándose un descanso para leer más historias antiguas olvidadas por mortales y dioses.

En aquel pueblo llegaban muy pocas noticias de Asgard, la mayoría de manos de mercaderes de otros mundos que los buenos amigos de Lugh sonsacaban para obtener los últimos chismes de los Nueve Reinos. La restauración había tomado su tiempo, sobre todo porque muchos de los mundos ajenos a los Aesir decidieron romper sus relaciones con ellos al enterarse de aquel desastroso pasado que ocultara el Padre de Todo, elevando un sincero perdón en forma de oraciones a los Djinya por las injurias pasadas. El tiempo descubriendo la verdad había cambiado el rostro de los mundos de Yggdrasill, ahora florecían de manera independiente sin la autoritaria potestad de Odín, de quien poco escuchaban o nada. A ninguno de los dos interesó su persona ni su destino, al joven Djinya lo único que llamaba su atención era cuando se nombraba al Dios del Trueno, bajando su mirada al recordar su último momento antes de partir.

-Las nubes cubren el corazón de mi lucero.

-Es difícil aprender la lección, madre.

Lalita sonrió, girando su rostro hacia el mirador de la colina.

-Pero la paciencia da los mejores frutos, cielo mío. Dile a nuestro invitado que pase, aunque el viento del mar es gentil y fresco, puede entumecer los huesos luego de un tiempo.

Aquellas palabras hicieron casi respingar a Lugh, saliendo aprisa hacia el mirador dejando caer la canastilla con semillas que se disponía a limpiar. Igual que todo en su vida, igual que de costumbre en ese Asgardiano lleno de necedades, estaba ahí, de pie, con su capa roja meciéndose al viento como sus cabellos rubios. Lalita alcanzó a su hijo, mirándole unos segundos antes de alzar su mentón hacia Thor, quien les hizo una reverencia, sin despegar su mirada del ojiverde que había perdido su capacidad de moverse.

-Thor, parece que los trabajos han terminado como tus deberes en Asgard.

-Así es, mi señora, ahora soy libre.

-Y la libertad es uno de los más preciados tesoros en este universo. Lucero, pequeño mío, ¿ha vuelto la cordura a ti?

Con un balido divertido, la hechicera empujó a Lugh quien al fin echó a correr hacia el rubio quien le recibió de brazos abiertos. Lalita dejó que sus abrazos y caricias encontraran una pausa luego del reencuentro, tosiendo para llamar su atención.

-Has demostrado tu valía y tu paciencia, Thor, Dios del Trueno. Mi cervatillo ha demostrado su nobleza y lealtad. Suficiente de pruebas, ahora pueden tomar el camino que la vida les tenga designado.

-Pero, madre...

-Calla, mi lucero. Yo estaré donde quiera que estés. Si tus hermosos ojos necesitan verme, siempre estaré aquí, entre libros viejos e historias perdidas.

-Nadie mejor que Lalita Djinya para resguardar la memoria del tiempo –observó Thor, sin soltar la mano de Lugh.

-Y nadie mejor que un guerrero de fuerza inagotable con un corazón sabio para cuidar de mi mayor tesoro.

-Así será, tienes mi palabra de honor. Que las Nornas me maldigan si falto a Lugh.

-Tonto –refunfuñó éste, sacudiendo su cola lo que hizo reír al Asgardiano, enojándole pero también alegrándole. Un sonido por demás amado.

-Solo tengo una sola petición.

-Nómbrala, Lalita.

-En sus futuras visitas a esta vieja hechicera, me gustaría recibir en brazos a un nieto.

-¡Madre!

La Djinya rió, entrando de vuelta a la casa para dejar aquellos dos terminar de entenderse. En algún momento había creído que el hijo de Odín seguiría sus pasos, más estaba complacida de haberse equivocado. Creyó que tener las memorias de vuelta, traería el sufrimiento amargo en su hijo que le llevó a senderos oscuros, pero fue todo lo contrario, gracias al cariño sincero de Thor, a su propio cariño, ahora era más fuerte. Ahora ambos estaban listos para estar juntos y recibir lo que les deparara el destino, lo sabrían sortear y ella estaba feliz de saber que su cervatillo estaría haciendo travesuras sin temores o viejos rencores persiguiéndole. Las amenazas que intentaran tocarle conocerían las manos de Lalita, sin maldiciones de por medio, con la claridad de su alma. Ella más que ansiosa por ver aparecer en el Acervo del Tiempo las leyendas de un joven Djinya hechicero de ojos verdes y un guerrero amo del trueno. Podía llamarlo hogar.



You are my sunshine, my only sunshine
You make me happy when skies are grey
You never know, dear, how much I love you
Please don't take my sunshine away

F I N

Las Hermanas Que LloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora