Si pudieras pedir un deseo, ¿qué pedirías?

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Cuando la tormenta deja de azotar es momento en que el sol salga acompañado de un bello arcoíris que se encargará de alegrar el día. Es así exactamente como funciona la vida. Después de cierto periodo considerablemente malo los colores de la vida volverán a ella, aunque nunca se debe olvidar que el negro sigue siendo un color.

Si pudieras pedir un deseo, ¿qué pedirías?

Guillermo desearía sin pensarlo dos veces una máquina del tiempo para volver meses atrás. Ojalá y pudiera hacerlo, en verdad. Desearía poder volver al día en que ir a la universidad y aprobar las materias de la misma eran su principal problema en la vida. Anhelaba de todo corazón aquellos días en donde llegar a casa era como tomar un nuevo respiro para seguir adelante en el día; ahí mismo cuando podía volver a verlo, compartir con él, y finalmente terminar la noche durmiendo juntos, viendo películas o haciendo el amor.

Aquellos días... en donde su sonrisa existía.

Era su culpa, ¿verdad? No había día en el cual Guillermo no pensara que todo lo que había ocurrido era únicamente su culpa. Él fue quien comenzó aquella absurda pelea ese maldito día, fue por su culpa... fue él quien daño todo.  Un accidente puede cambiarlo todo, un error humano puede afectar o dañar por completo la vida de una persona. Un momento de rabia puede hacer que te arrepientas toda una vida entera. Solo un día puede cambiarte el resto de la vida.

Aquel día había sido apenas un tiempo atrás, un día importante para la vida de un chico de ojos achinados. Era exactamente quince de noviembre, el día en que tendría uno de los más importantes exámenes de su vida; una evaluación que definiría por completo si seguiría en aquella universidad pública o sería aceptado a unas de las mejores universidades de Madrid. Guillermo, aunque lo demostrase muy poco, era un joven que pensaba demasiado en el estudio; si o no tenía que estar pendiente de ello. Fue así como perdió casi más de dos meses estudiando y literalmente comiendo libros sin importar qué ocasiones especiales perdía.

Fue así como incluso perdió su segundo aniversario con Samuel.

El mayor no se molesto, no dijo nada, ni siquiera le reclamo indirectamente el que hubiera olvidado en aquel día por lo menos decirle "feliz aniversario". Lo entendía, de alguna manera el mayor entendía que esto era algo importante para el menor, y lo apoyaba. Lo apoyaba aunque tuviera que estar todos los días solo desde que la carta propuesta llegó al departamento que compartían desde hace medio año.

Samuel intentaba ocultar aquella soledad con sonrisas tontas o llenándose de más trabajo en el hospital para no llegar a casa simplemente a encontrarlo encerrado en el antiguo cuarto extra que tenían estudiando, y le decía antiguo cuarto extra porque ahora pasaba más tiempo ahí que en su propia habitación.

El silencio es el peor error del ser humano.

Finalmente el día llegó. El menor se sentía de lo más preparado, aunque los nervios y la preocupación no se quedaban a un lado. Aquella mañana fue cuando los problemas comenzaron, pero eso sólo era el comienzo del peor día de toda su existencia. Fue literalmente en la mañana, exactamente a las seis en punto; Samuel había preparado el desayuno para ambos esperando a que al menos ese día pudieran verse un poco en la mañana para compartir, pero no fue así. Guillermo, sin pensarlo, había pasado de él sin importarle mucho el que se hubiera tomado tiempo en hacerle algo como en todas las mañanas.

La paciencia tenía un límite.

— ¿No vas a desayunar, chiqui? —Preguntó el más grande viendo como el menor tomaba todas sus cosas antes de salir camino a la prueba por la que tanto se había matado en las últimas fechas.

— Ahora no, Samuel. —Tan seco, tan frío, tan jodidamente diferente. Samuel comenzaba a cansarse de tener que soportar por tanto tiempo aquel mal humor que se cargaba su pareja, pero seguía haciéndolo.

Desire. {Two shot; Wigetta}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora