Isabella

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Isabella llamó a la puerta con timidez y la abrió con cuidado al no recibir respuesta.

—¿Se puede? —preguntó en voz baja. Aunque le había prometido al agente Jovovich que intentaría convencer a John para que le dijera la verdad, no quería despertarle si estaba dormido.

Para su sorpresa, John no estaba en la cama. Las luces de la habitación estaban apagadas y la luna recortaba su silueta en el marco de la ventana.

—Estás despierto —observó Isabelle, después deparó en los restos de comida que había en la bandeja—. Y tenías hambre, eso es bueno. ¿Cómo te encuentras? ¿Te duele el brazo? Sé que no tomas nada más que aspirinas pero Beatrix insistió en que dolería mucho y creo que tenía razón.

—Ya no duele —dijo John—. Ahora nada duele. Tiene alma de pájaro  —suspiró—. No debí hacerlo, es demasiado arriesgado. No tengo muy claro que este umbral sea lo suficientemente fuerte como para mantener a Ray alejado pero él lo necesitaba para curarse. Y no hablo de balas, precisamente.

Isabella se quedó de piedra al reconocer el leve matiz agudo que diferenciaba las voces de M y John. Pero quien quiera que fuera el que estaba en el cuerpo del muchacho, seguía sentado en la ventana, mirando el cielo.

—Lloverá —anunció—. Puede que hoy no, pero la tormenta se está acercando.

—M—murmuró Isabella—. ¿Dónde está John?

—Te lo he dicho. Necesitaba un descanso, está volando.

—P-pero... Ray está buscándole, y si...

—Ray no busca a un cuervo. Ray busca a un chico de ojos negros con un alma brillante. Cuando estoy en su cuerpo no puedo esconder el brillo, pero puedo curar su cuerpo. El Condenado dijo que había magias antiguas que podían protegernos de Ray. Dijo que los umbrales eran barreras poderosas, pero esto es un motel. Su barrera es fuerte para ser un motel, pero no es lo mismo que hablar de un hogar de verdad.

—Umbrales... ¡Sí! —exclamó Isabella rebuscando entre el montón de libros que había metido en su mochila. Sabía que, tarde o temprano, cargar con ese montón de peso muerto le serviría de algo—. La fuerza del hogar.... Hay formas de hacer más fuerte el poder del Lar, sería como reforzar el poder de la barrera, ¿no?

—Yo soy un cuervo y sé que está más buena la hamburguesa del Burguer King que la del Mc Donald y ninguna tiene nada que hacer frente a la del Happy Dog —se burló M—. Pregúntame de cosas que sepa. La que hace un doctorado en cosas raras eres tú.

—Sal podría valer —dijo, ignorando la pulla del cuervo—. Es un clásico.

—Y la mayonesa —replicó M—, y no creo que funcione.

—Lo probaremos por si las moscas. Las velas en la ventana para ahuyentar la oscuridad. Ramas de saúco...

—Crucifijos y flores de ajo —dijo el cuervo—. Ah, no, eso era para los vampiros.

—¿Ahora ves películas? —se extrañó Isabella.

—Algunas veces, pero no es de ahora, hace mucho que no veo autocines.

—Oye, no discuto que John necesite desconectar un poco, y si además le curas el brazo y todo lo otro pues de coña, de verdad —exclamó empezando a perder la paciencia ante la poca cooperación que recibía del pajarraco—. Pero se supone que nos persigue un espectro psicópata, estoy un poco preocupada. Así que voy a concentrar todas las supersticiones de estos libros y voy a intentar reforzar ese portal para que Ray no pueda entrar. Y tú... tú vas a hablar con el agente Jovovich.

—No —se negó M.

—¿Por qué no?—exclamó Isabella—. Tú puedes hacer que nos crea con un solo gesto.

—Porque eso es cosa de John, no mía —dijo con una dureza en su voz que resultaba muy extraña—. No puedes esperar que vaya y le diga «yo soy tu hijo» sin el permiso de John. ¿Quieres que se cabree más conmigo? Porque yo no quiero. Y, vale, puede que ni él ni yo tengamos mucho que perder pero... ¿has pensado en lo que tiene que perder el tipo ese?

—El tipo ese es el agente David Jovovich y es una buena persona, y su padre —puntualizó Isabella—. Creo que debería saberlo.

—Eso lo tiene que decidir John.

—Pero él... —Isabella no dijo nada más, tampoco tenía sentido discutir con el cuervo porque, aunque creía firmemente en que David debía conocer la verdad, también coincidía con M de que eso era cosa de John y que era a él a quién había que convencer—. ¿Y si le cuentas lo otro? —dijo—. Lo de Marie, los espectros, que ocupas el cuerpo de John... No necesitas contar nada más. Solo, que nos crea. Que crea que la única forma de acabar con Ray es matar al tipo ese del hangar. Dijo que solo nos creería si tiene pruebas y... ¡tú eres una prueba!

—Esto es ridículo —suspiró.

—Si todo va bien habrá un nuevo cadáver y acabarán los asesinatos. Creerán que yo estoy loca y, John acabará muerto. Quiero que alguien limpie toda la mierda que va a quedar, y quiero recuperar mi vida y que no me relacionen con nada de esto. Puede que sea egoísta pero... —Isabella sacudió la cabeza. ¿Qué podía decir?—. John no es un asesino y lo sabes.

—Es trabajo de John arreglar...

—Mientes. Se trata de vengar la muerte de Marie y él tiene tantos motivos como John. Solo tiene que creernos. Iré a reforzar el umbral con lo que tengo —dijo, cogiendo los libros, pasaría por la cocina a recoger algunas cosas que seguro Beatrix tendría—. Por favor, habla con el agente Jovovich.

—Vale, vale, vale —dijo M agitando los brazos—. Hablaré con el tipo ese.

... O te sacarán los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora