Capítulo 25

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—Yo pensaba que vivías en uno deesos apartamentos. Señaló los edificios.

Aquellas casas de techo plano y apariencia gris eran como grandes armarios para guardar personas. A Jungkook no le disgustaban. Una parte de el admiraba la pulcritud y el orden, y también el monocromático diseño urbano, pero prefería su vieja casita y su jardín campestre con sus plantas y flores.

Él lo observaba con gesto pensativo. Volvió a fijarse en su inmaculado traje y el supo lo que estaba pensando.Su atuendo sobrio no tenía nada que ver con aquella casa con encanto.

Su casa era demasiado dulce y cautivadora para ser suya. Él también la veía en dos dimensiones... Él se entretuvo junto a la verja.

—¿No vas a invitarme a entrar?

—Eh... —había cosas dentro que no quería que Jimin viera. No quería que nadie las viera y tenía que escapar de su presencia durante un rato. Él estaba acostumbrado a las chicas de humor ligero y sonrisa fácil, pero el era más intenso que todo eso.

En ese momento necesitaba servirse una buena copa de vino blanco y trabajar en su proyecto; dejar de sentir y padecer... Tenía que calmar el remolino que giraba dentro de su cabeza.

—Es que tengo que hacer algunas cosas. ¿Otro día? Aquello sonó bastante falso, pero no podía haberlo dicho de otra manera. ¿Acaso era decepción lo que vio en el rostro de Jimin?No. Jungkook se armó de fuerza. Jimin acababa de llegar a la ciudad, pero no tardaría en empezar a añadir nuevos nombres a su larga libreta de contactos femeninos, y entonces perdería todo interés en el.

Jungkook se convenció de que era mejor así. Fingir que no le importaba era su especialidad.






—¿Por qué no vamos a cenar? Jimin estaba decidido a convencerlo. Llevaba en el hotel casi una semana, pero no era suficiente. Pasaba por el hotel incluso cuando no era necesario, sólo para verlo; y pasaba el tiempo expectante, deseando encontrárselo.

Se había dicho a sí mismo que sólo quería seguir con la broma, pero en realidad quería que todo terminara. Lo que realmente deseaba era llegar a conocerlo mejor. Parecía que había mucho más en el de lo que esperaba, pero era muy bueno escondiéndose.

Cada vez que se encontraban él aprovechaba la oportunidad para tocarlo, aunque sólo fuera un mero roce. El lo tentaba con cada gesto, con cada caricia de su piel. Pero cuanto más se acercaba, más grande parecía el abismo entre ellos.

A Jimin casi ya no le importaba guardar las apariencias. Él ya había cumplido con su parte. La gente ya veía lo que quería ver. Él había visto sus miradas curiosas e indiscretas. Jungkook y él se habían convertido en el foco de atención más deseado.

Ojalá todo hubiera sido verdad...

Parecía que el tenía la intención de rehusar, una vez más. Cuando estaban a solas, Jungkook siempre lo mantenía a raya. De pronto, Jimin vio una chispa en sus ojos, un atisbo de pasión. Y entonces pensó, por enésima vez, en el beso que habían compartido menos de una semana antes.

E se había dejado llevar aquella noche, desvelando una faceta de su carácter hasta entonces desconocida. Una parte fresca,desenfadada, excitante... Jimin quería volver a despertarlo.

Estaba seguro de que podía lograrlo en las cuatro semanas que le quedaban con el, pero también sabía que debía tener cuidado.

Jungkook era como una flor silvestre, muy tentadora, pero frágil.
Si él empleaba demasiada fuerza y energía, podía marchitarse sin remedio.

Así pues, no le quedaba más remedio que contener sus deseos. No podía tocarlo esa vez. Tenía que dejarle espacio, a ver si en algún momento lo echaba de menos.

—Vamos, Jungkook. Vamos a comer algo y a hablar de los viejos tiempos.El suspiró y se ablandó un poco.

—Podríamos ir al Strip.

—¿El Strip? —él levantó las cejas de forma sugerente, incapaz de reprimir la broma. Las viejas costumbres nunca morían. El se sonrojó.

—Así llaman a la zona de bares y restaurantes que está junto al río. Él sabía muy bien lo que era y donde estaba, pero disfrutaba viéndole ruborizarse. Era tan fácil conseguirlo... Ya estaba deseando volver a ver el color en sus mejillas y no perdía oportunidad de provocarle.

—Muy bien, hagamos un Striptease. El le lanzó una mirada afilada y él esbozó la mejor de sus sonrisas inocentes; amistosa, pero juguetona.

—¿Pizza, pasta, costillas? —el lo dejó elegir.

—Elige tú. Salieron juntos del hotel como habían hecho la noche anterior, pero en lugar de separarse al final de la calle, siguieron caminando en la dirección opuesta al río. Jimin aspiró la cálida fragancia de la brisa nocturna y miró a Jungkook. El no llevaba chaqueta y estaba en mangas de camisa. No llevaba una de esas camisetas ceñidas que se había puesto el día anterior, pero no estaba nada mal. El suave tejido se adaptaba a sus delicadas curvas... Jimin puso freno a sus pensamientos. Tenía que ir despacio. Contaba con despertar la curiosidad de el. Tenía que atraerle con tacto y sutileza.

Se sentaron a una mesa exterior para disfrutar de la apacible brisa, que agitaba el cabello de Jungkook suavemente. El siempre solía llevar lo impecable, su pelo tan oscuro como el chocolate negro. Sólo lo había visto con el pelo despinado un par de veces,y entonces apenas lo había reconocido. Le habría encantado verlo revuelto en ese momento. El jugueteaba con la bebida mientras esperaban la comida.

—¿Recuerdas cuando te encontré en el parque? No tenía pensado recordar los viejos tiempos. En realidad había preparado una ofensiva más seductora, pero quería hablar con el de aquel día.

Una tentadora propuesta | JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora