Domingo

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Era un día de domingo como cualquier otro. Acaba de terminar las clases justo antes de la semana de exámenes y después de el gran estrés al que mi cuerpo había estado sometido, mi mente no sabía exactamente como volver a la normalidad.

Estoy delante del portátil esperando a que aparezcan dentro de mi las energías para teclear los apuntes para el próximo examen de estética, pero creo que para rato siento esa electricidad por mi cuerpo.

Estiro mis brazos por encima del escritorio y levanto la mirada, tengo una ventana justo delante. Yo creía que tienes la ventana justo delante del escritorio iba a ser la mejor idea de mi vida, porque sí fue idea mía colocar el escritorio en la esquina y no la cama, cuando nos mudamos mi madre me dejó elegir la disposición de los muebles, pero creo que no ha sido una idea tan genial. Va bien a la hora de escribir en papel o dibujar, pero en el momento de usar el portátil tengo que subir la luz al máximo y dejar que mis ojos sufran o bajar la persiana, pero no quiero que mis plantas sufran; sí, también tengo plantas, y sí, también se me lleva la habitación de ser pequeñitos que vuelan y me pican y molestan constantemente, tampoco ha sido una genial idea colocarlas en mi habitación. Mi vida está llena de buenas-malas ideas.

Muchas veces, me quedo mirando a través de la ventana sin pensar en nada, en serio, no pienso en nada, y puedo pasarme horas así, aunque tampoco lo disfruto. Y la verdad, los trabajos de la universidad no es que ayuden mucho a evitar ese tiempo perdido, pero mi madre dice que tampoco es tan perdido, que es tiempo donde tu mente descansa, pero no estoy segura de si creérmelo. Pero aún así, siempre acabo mirando por la ventana, a pesar de que no haya mucho que ver, el jardín de dos metros cuadrados y una fuente de piedra en medio que hace años que no funciona es lo único que conforma mi vista. A veces es deprimente lo triste que puede llegar a ser.

Pero hoy, al mirar a través de esta ventana, hay algo que se ve diferente, primero de todo que normalmente el color del suelo es marrón tierra seca, pero ahora está tapado por una manta tupida de césped, y la ya nombrada triste fuente está envuelta en pequeñas manitas verdes de enredadera. No entiendo nada, ayer era todo de la misma gama cromática: marrón piedra sacada del barro, y ahora parece un jardín sacado de Narnia.

¡Mamá! - grito desde la silla. - ¡Mamá! - repito alargando la última vocal.

No esta en casa. No es ninguna sorpresa, pero supongo que tampoco es tan malo. Me levanto de la silla al mismo tiempo que miro a ese césped no identificado.

Es gracioso porque me estoy asustando un poco por un trozo de ser vivo verde. No creo que mi madre lo hubiera plantado, ella a duras penas limpia su plato cuando acaba de comer, como para plantar semillas y ademas encargarse de ellas; todo eso en dos días porque antes de ayer el suelo se encontraba aun virgen.

Salgo por la puerta principal y me agacho para tocar ese nuevo inquilino. Es extrañamente suave, parece pelo.

Levanto la mirada y observo a mi alrededor. Todo está extrañamente silencioso, me acabo de dar cuenta de que no pasan coches. Camino despacio hacia la fuente para tocar la enredadera y también es muy suave, tiene un color muy vibrante, ojalá las plantas de mi habitación fueran así, igual debería plantarlas aquí abajo. Giro mi cabeza despacio para observar la fachada de mi casa y casi me caigo del susto. Toda la pintura está agrietada y oxidada, el cristal de las ventanas está teñido de polvo marrón, de todas menos la de mi habitación. Es como si hubieran pasado mill años en dos días.

Salgo del jardín para mirar el resto de casas y todas están igual que la mía, incluso la calle parece que le pesan los años. El asfalto tiene un color gris gastado, con plantas que naces de las pequeñas grietas que lo pueblan. Me quedo parada. ¿Qué está pasando? Camino despacio con los ojos muy abiertos. Decido que es buena idea ir a mirar las casas ajenas y preguntarle a los vecinos si soy yo o la era de los dinosaurios ha vuelto. Pero no hay nadie a quien preguntarle. Siempre deseando que los vecinos se mudaran y ahora que por fin no están los necesito.

Ahora tengo miedo. Es demasiado real para ser un sueño. Entro en casa corriendo y ahora todo lo que me rodea está viejo y polvoriento. Subo las escaleras hasta mi cuarto y está igual que el resto de casa. Me encuentro las plantas secas, es increíble, se me han muerto en un tiempo récord.

Trago saliva y sonrío atónita. ¿Y ahora qué hago? Me siento en el suelo decido esperar. Esperar a que pase algo, a despertarme supongo, a que me suene la alarma y me levante. Pero este sueño está durando demasiado, supongo que no me ha sonado la alarma, pero ahora vendrá mi madre a despertarme a gritos, como casi todas las veces que ve que no bajo a prepararle el desayuno.

Pero no pasa. No suena la alarma, hay gritos, ni desayuno, ni clases, ni nada. No hay nada. Y yo me hecho en el suelo como una bola porque esto no es un sueño y deseo que lo sea. 

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⏰ Last updated: Jun 05, 2018 ⏰

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