Draco!

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Volvió a ver los papeles sobre la mesa, frunciendo el ceño y mirando los rayones sobre la mesa. Tomó uno y negando suavemente con la cabeza, poniendo una de sus manos sobre su frente mientras apoya su brazo en la mesa.

La cocina está sucia, completamente hecha un desastre. Se levanta, caminando por el pasillo con las luces encendidas y Draco, molesto, las apaga de un golpe. Cómo le molesta que las luces estén encendidas de día...

Se tropieza con algún objeto tirado en el suelo y, refunfuñando, lo levanta y lo lleva con él, caminando hasta el final del pasillo y abre la puerta, encontrándose con la que probablemente era la habitación más desordenada de toda la casa.

Refunfuña, sintiendo que está a punto de irse a la mierda en ese preciso instante. Suspira, sosteniendo el puente de su nariz, colocando con ayuda de su varita todos esos horrendos juguetes en donde correspondía, incluyendo el que llevaba consigo. Toma aire, cerrando los ojos y comenzando a limpiar las paredes también con magia, maldiciendo por lo bajo. Aunque no a los responsables.

Llega de nuevo a la mesa, tomando todos los malhechos dibujos y apilándolos y dando un par de golpes en ellos para ponerlos en orden. Entonces, la puerta se abre y escucha unos pesados pasos caminar hacia donde está él, y ve entrar a su marido con una enorme sonrisa y el cabello más revuelto de lo normal, con unas cuantas ramas enredadas en él y la ropa sucia.

—¡Draco! —lo saluda Harry acomodándola los anteojos, y Draco lo mira como si lo quisiera matar— Saliste temprano.

—No —dice él—, salí a la misma hora de siempre.

—¿En serio? —dice mirando el reloj de la pared, y pone cara de sorpresa— Oh.

—Sí. Oh. —frunce el ceño, cruzándose de brazos— ¿Puedes explicarme por qué la cocina y la habitación de uno de los niños está tan desordenada?

—Ah. Eso. —se revuelve el cabello— Los niños y yo queríamos cocinar algo, pero se pusieron a jugar y se nos fue el tiempo, no recordamos limpiar.

—¿No puedo llegar a casa y ver todo limpio ni siquiera en mi maldito cumpleaños, Potter?

—Lo siento. Nos encargaremos de eso luego. Ven —dijo tomando sus manos y arrastrándolo lentamente hacia donde había venido. Draco lloriqueó, dejándose llevar por su esposo.

—¿A dónde vamos, Potter? —dijo con un hilo de voz— No quiero ir al jardín, ¡mis zapatos se van a ensuciar! Acabo de limpiarlos y además no quiero jugar, tampoco quiero cuidar a Lily mientras tú juegas con Ted, ¡se terminará yendo contigo igual! Siempre lo hace y además yo... —planeaba seguir quejándose hasta que Harry abrió la puerta, y entonces se quedó helado.

—¡Feliz cumpleaños, Draco! —gritaron Harry y Ted al mismo tiempo. Lily gritó "papi" en lugar de Draco, pero era lo mismo. En la mesa principal del jardín había un pastel mal decorado (seguramente Ted y Lily lo habían hecho), que ponía torpemente "felis cunpleanioz, Draco" en glaseado rosado sobre blanco, decorado con malvaviscos del cereal que le compraba a su hija todas las semanas. Los niños habían colgado unas cuantas serpentinas de las lámparas de jardín y alrededor de las plantas, y había unos pocos platitos en cada asiento de la mesa.

Draco sonrió enternecido, llevándose una mano al pecho y sintiendo cómo su corazón se calentaba un poquito.

—Yo horneé el pastel —dijo Harry—, pero ellos se encargaron de manchar toda la cocina. Por eso se ve así —dijo apenado.

—¡Yo lo decoré! —dijo un orgulloso Ted de 7 años de edad. Lily frunció el ceño.

—¡No lo hizo solo! ¡Yo ayudé! Yo puse la decoración, ¿verdad, papá? —le preguntó a Harry, y éste asintió, sonriendo. La pequeña de cinco años le sacó la lengua a su primo/hermano, y éste rodó los ojos.

—Quisimos hacer unos dibujos de ti y de Harry, pero los olvidamos adentro —admitió Ted apenado. Draco se sintió mala persona por no haberse puesto a verlos en lugar de refunfuñar y maldecir por el pasillo.

—Harry... —murmuró Draco. Harry le tomó la mano.

—¿Qué pasa? ¿No te gusta? —dijo en voz baja y mirándole a los ojos con cierto dejo de tristeza en ellos. Draco le miró unos momentos.

Definitivamente eso no era para nada lo que acostumbraba en sus cumpleaños. Generalmente, si no él mismo, sus padres organizaban una cena a gran escala en la mansión (ya fuera en la que Draco había comprado contra voluntad de Harry o en la de sus padres), invitando a toda la comunidad mágica que pudiera ser digna de asistir a la cena anual de cumpleaños de Draco Malfoy. Eso, pero este año se había retrasado por cuestiones de su propio trabajo.

Sin embargo esto, ese pastel más caído que otra cosa, esas horribles serpentinas, a ese par de niños y ese hombre con pasto en el cabello y las rodillas manchadas de tierra; eran el mejor cumpleaños que podría haber celebrado alguna vez.

—No... me encanta —admitió, y Harry le besó, sonriendo contra sus labios. Él se rió.

Su familiar lo hizo sentarse, encendiendo unas cuantas velas sobre el pastel y cantándole "Feliz Cumpleaños". Él generalmente no toleraba esa canción, la odiaba con toda su existencia, pero en ese momento le pareció la más bonita del mundo. Cuando ellos le hicieron pedir un deseo antes de apagar las velitas, él solamente pensó en uno. No tenía ninguna otra que deseara más que esa:

Que su vida siguiera siendo el mismo puto desastre que era hasta ahora.

Draco! »Drarry One Shot«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora