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Daniel pestañeó repetidas veces.

El rayo de luz solar, que había logrado introducirse a través de la ventana, bailaba en su rostro. Y eso le molestaba. Le fastidiaba. Le irritaba a más no poder.

-Daniel…-murmuró Amy sin abrir los ojos.

El rubio suspiró y giró su rostro para ver a su esposa, acurrucada a su lado, en la cama, y aferrada a él.

-¿Qué pasa?-susurró él con los ojos entrecerrados, pues la luz molestaba y dañaba sus retinas.

-¿Puedes abrazarme?-suplicó abriendo los ojos y mirándolo fijamente.

Daniel estaba cansado, pero, aun así no pudo evitar sonreír. No era esa la respuesta que esperaba, pero le agradaba.

Estiró sus brazos en torno a la castaña y le susurró un: “Ven acá, preciosa” antes de envolverla en sus cálidos brazos.

Amy también sonrió.

Se apegó más a Daniel y emitió un suspiro.

De pronto, la castaña notó unas manchas oscuras rodeando el contorno inferior de los ojos de Daniel y entreabrió la boca con preocupación.

-¡Rayos, Daniel!-dijo acariciado las zonas oscurecidas-, tienes ojeras.

El rubio asintió con un sonido nasal, con los ojos cerrados, y dejó que una de sus manos vagara por la espalda de su esposa y le proporcionara adormiladas caricias.

-Deja de mirarme así-dijo sintiendo la mirada atenta de Amy sobre las bolsas oscuras que colgaban de sus ojos-, haces que sienta que me estoy volviendo menos guapo.-La castaña no obedeció, así que Daniel resopló y añadió, a modo de explicación:-Ayer no dormí bien-susurró con voz calmada-, Susy lloró como cinco veces anoche.

Amy contuvo otro suspiro. Las esquinas de sus labios se curvaron levemente hacia abajo y sus cejas se inclinaron hacia arriba, en un gesto angustiado.

-Lo siento-dijo con una punzada de culpa pellizcando su estómago. Daniel no solía tener ojeras muy seguido y ella sabía muy bien que el rubio odiaba cualquier cosa que hiciera que su rostro se afease-, no debí haberte pedido que la atendieras todas esas veces.

Daniel negó con la cabeza levemente.

-No te preocupes, amor. Estabas cansada y, además-agregó como quién no quiere la cosa-No tenía tanto sueño.

-De todas formas-bufó recriminándose a sí misma. Luego, apartó los mechones rubios que caían sobre la frente de Daniel, sonrió, le plantó un beso en la mejilla y añadió:-Hoy duerme todo lo que quieras, ¿sí?. Te traeré el desayuno a la cama.

-No…-murmuró tan bajo que ni siquiera él pudo oírse. Luego, aclaró su garganta y abrió los ojos-¡No!-repitió más fuerte mientras que entornaba sus brazos alrededor de la cintura de  Amy, justo cuando ella se iba a levantar-, quédate aquí.

Paternidad ©--PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora