El científico

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Entró a la cueva con prisa, protegiéndose de la noche que comenzó de improviso. Recogió un trozo de carne cruda del suelo, lo olisqueó y se lo zampó. Se preguntó de dónde vendrían esos molestos gusanos. Masticó en silencio, la mirada perdida hacia el fondo de la caverna. Aquella oscuridad le impedía ver los dibujos que pintó con sus hermanos en las paredes tiempo atrás. Se preguntó qué sería de ellos. Quizá se los había merendado algún oso. Se preguntó por qué no tenía garras y colmillos también, cazar sería tan fácil... Se recostó, se rascó una herida infectada y se cubrió con una piel de cabra maloliente. Antes de cerrar los ojos, se preguntó qué serían esas luces brillando en el cielo. Quizás mañana lo averiguaría.

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