MI PRIMER TEXTO, DIEGO EDWARDS

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El día de hoy vengo a redactar unas humildes líneas, no unos párrafos cualquieras dedicados a una novia del pasado en concreto, ni a un amigo del presente, hoy le escribo a la lucha contra un sentimiento, el sentimiento que nos hace fuertes, el sentimiento que nos mata para luego hacernos invencibles, el sentimiento que te hace hundirte en la parte más oscura y fría de tu alma, en este día vengo a dedicarle el siguiente texto a la decepción.

Llamo decepción a esa sensación de vacío que invade tu cuerpo cuando algo que veías como la razón de tu mañana, tarde y noche, tu cálido rayo solar al despertarte en las mañanas, esa sensación de realización que sentías en tu interior a la hora de dormir, se esfuma. Apaga la luz de tu alma, anuda tu garganta y abre paso a los pensamientos más gélidos de tu cabeza.

En la vida de todos siempre se ha tenido alguna decepción, que independientemente de la gravedad de cada una, todas nos marcan, al fin y al cabo, los humanos destacan por su adaptación al cambio, al prueba y error, a la resolución de conflictos para una comodidad personal, pero es importante precisar que dicha impresión se vuelve larga cuando se trata de la debilidad de los homo sapiens, esa debilidad que vuelve al más temido de un mundo entero en el súbdito absoluto del mismo, el amor.

La parte más difícil de afrontar una decepción relacionada con el amor es la auto culpabilidad que puede conllevar, ese presentimiento de que podrías haber hecho algo por evitarla, esas intenciones que uno tiene de buscar el porqué de todo, ese ''todo es por mi culpa'' o ''podría haberlo hecho mejor'' que te lleva a la muerte súbita, a la desgarradora, rápida y dolorosa muerte de tus ganas de apreciar los pequeños detalles que la vida te otorgaba antes de que tocara la puerta de tu alma esa sombra, esa penumbra que invadiría tus pensamientos.

Sentir el viento susurrarte en las orejas, escuchar la melodía incondicional de las olas las cuales parecen cantar sin parar solo para que con ellas te bañes, analizar el suave contoneo de las hojas de los árboles acostado en el césped mientras el sol acaricia tus mejillas, eso, es lo que considero pequeños detalles, minúsculos momentos de escape que te da la vida para que te unas con la madre naturaleza y seas uno con ella, esos momentos en los que eres la más pura y divina definición de la felicidad y no te das cuenta, son los que ignoras y desprecias después de dicha decepción, y, en mi opinión, es la parte más profunda y dolorosa. Tener el sentimiento de no vivir, sino simplemente existir.

Pensar en esa sonrisa que ilumina estadios, esos ojos del tamaño de la luna, que acompañan en armonía a la mirada que enciende tu corazón, la risa que consigue salvar los más días oscuros, la canción que te teletransporta a ''ese'' momento, el olor que consigue destensar todos y cada uno de tus músculos para ponerte en el modo más sumiso, dulce y apacible que pueda describir, abrazar como el océano abraza una isla en un mar lleno de ternura por segundos que deseabas interminables, ese calor de sus labios en tu frente que te hace sumergirte un estado de pura relajación como si de apagar un interruptor se tratase, aquel sentimiento de que tu mano fue fabricada solo para encajar perfectamente con la de esa persona especial, todo arrancado de cuajo de un momento a otro, sin piedad, como por arte de magia, como una puñalada en la caja torácica con una daga de hielo y tiniebla, como si a la decepción no le importara tu felicidad, como si hubiera llegado a propósito a ponerte un reto que no crees poder superar.

Este sentimiento es capaz de cambiar los pensamientos positivos de tu mente en sombra, perderle el gusto a las comidas, transformando estas en una masa gris e uniforme carente de sabor alguno; transformar una caminata en la calle en un paseo lleno de remordimientos con la mirada al subsuelo de tu corazón partido. Sustituye todo lo que pueda hacerte mínimamente feliz por ideas desilusionadas, parecido a retirar tu alma y tu esencia violentamente y enterrar ambas en el abismo que parece no tener fondo que es el desamor.

Pero si hay una cosa que se debe hacer, desde lo más hondo del rehoyo en el que tenemos la sensación de estar atrapados solos, en una jaula fría con un hueco en el pecho es llegar a ese momento, ese ''clik''.Llegar a derramar una última lágrima para derramar el vaso, y darte cuenta de que tu cuerpo se ha llenado de una umbría que succiona tus ganas de disfrutar de la vida y las transmuta en dolor y culpabilidades vanas que hacen tener un ancla amarrado en el pie. Ese maravilloso instante en el que dices BASTA.

Rompes la prisión en la que te escondes llamada desconfianza, despedazas el enorme peso de tus tobillos llamado culpabilidad, y con la virtud que hace al ser humano invencible llamada autoestima escalas una brecha la cual considerabas interminable hasta llegar a la cima. Al llegar arriba empiezas a aclarar los tintes del día, sustituyendo los tonos grises de tu mirada por colores pastel apagados, esa masa gris la de la cual te alimentabas empieza a adquirir un poco de sabor.

La decepción esta aún en tu interior, luego de luchar contra ti mismo para salir de la rotura en la que te encontrabas te sientes exhausto, con una visión, mente y pensamientos ya no tan negros, pero tampoco tan claros. Tienes las minúsculas partes deshechas de tu corazón en el puño, cerrado con fuerza para que nadie más que uno mismo lo pueda ver.

Después de toda esa masacre liberada en tu intrínseco, ese conflicto entre tu corazón fragmentado y tu cerebro nublado de ideas positivas. Empieza una etapa de reconstrucción, en la que junto con tu familia, amigos y un poco de ti mismo, poco a poco todo se va aclarando e iluminando hasta que finalmente lo consigues.

Vuelves a tener una razón de mañana, tarde y noche, vuelves tener un rayo de sol cálido que ilumina tu mañana, vuelves a disponer de esa satisfacción antes de acostarte, pero esta vez no viene de nadie más que la de la persona más importante de todas, esa persona fuerte, valiente y luchadora que te hizo salir de los confines del lado más sombrío conocido y apropiarse de nuevo de lo que la decepción te había erradicado, el sujeto que cogió un pincel con su último aliento y fue capaz de colorear una vida entera, el individuo que te devolvió una sin fin de sabores a tus comidas, y esa persona eres tú mismo, siempre estuviste ahí y el único problema era que no te habías dado cuenta.

No cambias, no mejoras ni empeoras, solo te enfrentas al reto de la vida llamado decepción, y con este éxito consigues el mejor de los trofeos, la sabiduría de entender que lo que no te mata, te hace más fuerte, darte cuenta que no hay frio que pueda impedir que el fénix que hay en nuestro interior renazca de sus cenizas.

FIN

UN FÉNIX EN TU INTERIORWhere stories live. Discover now