Todo sobre ser profesor le estaba gustando, bueno, quizás no todo. Planear clases, calificar cuadernos y pensar en ser la mejor versión de ti mismo para que tus estudiantes lo sean también no le gustaba demasiado. Pero verlos asentir con la cabeza en forma de que entendieron todo lo hacía sentir realizado. Existían muchos placeres en la vida de las personas, el de Simón últimamente era ver a sus estudiantes entender cada una de sus clases.
Era sábado por la mañana, el reloj marcaba las 8 am. Se encontraba sentado detrás del escritorio de la escuela esperando por los chicos para nivelatorios. Al parecer la escuela era bastante rigurosa con las calificaciones, tanto que aquel chico que se encontrara bastante mal en matemáticas, con un promedio no deseado, sería llevado a nivelatorios y para gusto de Simón, que no quería estar en casa todo el tiempo viendo entre su madre y su padre sentado en el sillón, enseñar los sábados estaba bien para él.
Los estudiantes comenzaron a llegar. Todos ellos vestidos de civiles, esta vez no llevaban uniformes y tenían mucho más cara de odio de lo normal. Simón lo entendía un poco, matemáticas no era la materia favorita de muchos y levantarse un sábado temprano para estudiarla, menos. Pero al chico le agradaba la idea de que esto ocurriera, en especial porque esta vez trabajaría con chicos de último grado.
—No puedo creer que nos traigan un sábado, para las tontas matemáticas—Comento un chico alto y de cabello rubio. Golpeaba su cabeza con un cuaderno mientras caminaba a pasos tortuga—. Quiero morir.
—Ya cállate y entra, Tomás. Nadie aquí quiere dar clases, pero tus quejas no harán que dejemos de verlas. Golpearte la cabeza tampoco te ayudara en nada—Las palabras pertenecían a otra chica. La cual lucia con esa típica cara de, "estoy aquí porque me obligaron".
—¡Nadie pidió tu opinión, Jelena! —le respondido Tomás. Simón los observaba a cada uno de ellos. Todos los chicos se encontraban entrando, gran parte de los que allí se encontraban eran hombre, todos ellos con cara de sufrimiento. Simón quería reír un poco, pero no lo hizo, porque lo que menos quería en ese momento era ganarse unos enemigos de por vida, que no le trabajaran en clases.
Por las puertas entro un trió de chicas súper arregladas caminando al compás. Justo como si fuera una escena de película. Seguidas de Marlene, quien era la coordinadora y supervisora del colegio.
—Buenos días, profesor Fitzpatrick. Buenos días queridos estudiantes, hoy no es cualquier día, hoy es un día especial, porque haremos de ustedes una fuente de saber, lo que ustedes están recibiendo el día de hoy es un equipamiento para una mejor su desarrollo y desempeño en clases, no desaprovechen esta gran oportunidad que se les brinda. Sin más preámbulos, disfruten—La mujer dio media vuelta y salió del lugar cerrando la puerta detrás de ella.
—Cada año mejora sus entradas—comento una de las ultimas chicas en entrar antes de que todos empezaran a reír. Incluso Simón lo hizo por lo bajo. Se levantó de su silla antes de caminar hasta estar frente su escritorio y de sus estudiantes. Quienes hicieron silencio en cuanto lo vieron. Acomodo sus gafas y realizo una vista panorámica de la clase. Habían alrededor de 14 estudiantes, todos ellos en edades entre 16-17. Era un reto para él y eso le gustaba. Siento que el silencio era aterrado y lo rompió enseguida de la manera más original posible.
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ARRIÉSGATE CONMIGO | LIBRO #3 |
Teen FictionSimón Fitzpatrick tenía sueños, su vida puesta en una balanza eran más cosas buenas que malas, era maravillosa, hasta que vio como el sueño que había construido durante toda su vida se destruyó en pocos segundos. Para un deportista decirle que no p...