1

2.4K 166 18
                                    

Jodido día.

Amaba profundamente él hotel, pero en días como estos. Lo único que deseaba era salir lo más rápido posible de ahí. Pero lastimosamente no podía. Aunque bien podía dejar a Lily de encargada. No iba a huir sólo porque el recuerdo de un mocoso no le dejaba en paz. ¡Claro que no! Era Raphael Santiago. No huiría.

Camino lentamente hasta su habitación en el hotel. Y se sentó en la cama. En estos momentos también detestaba que fuera de noche. No podía dormir ni un segundo. Y se aburría horrores.

E inconscientemente se preguntó que estaría haciendo Simón. Lo más seguro era que estuviera con la pelirroja.

Cuanto la detestaba. Pero no podía hacer nada. Él había aceptado tener una relación sin compromisos con Simón desde el principio.

Aunque claro, él no se imagino que terminaría enamorado del vampiro novato. Y aunque sabía que él otro estaba en todo su derecho de terminar la "relación libre" que habían estado llevando. Le había molestado que lo hiciera bastante pronto solo para estar con la pelirroja. Que estaba seguro lo había hecho sólo porque ella y Jace no habían podido llegar a nada.

Jodido Simón.

Cuando observo toda la habitación, no pudo evitar volver a pensar en Simón al ver la playera del Capitán América que estaba en el sofá.

No extendía como se había enamorado de Simón. Fans de Héroes -inexistentes-, de los cómic's, con una banda que pudiera ser famosa -de no ser por los horrorosos nombres que le ponían, verdaderamente necesitaban neuronas para poder pensar-. Pero aun así, no se arrepentía. El chico podía ser fans de cosas inútiles -según él- pero sin duda alguna valía la pena. Tenia un buen corazón, era noble, sensible y muchas otras cosas. Aparte que después de haberse convertido en vampiro tenía un físico increíble -el cual no conseguirías al menos que pases toda la semana en un gimnasio-.

Sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos. Lo mas seguro era que él estuviera Feliz con su zanahoria, mientras él se estaba comiendo la mente pensando en él.

Lo mejor sería visitar a Magnus.

Aunque en estos momentos también era donde extrañaba a Ragnor. Sin duda alguna su amigo hubiese estado para escucharlo en cualquier momento -aunque después le saliera caro-, era una lastima que estuviese muerto.

—¿Como éstas, Raphael?. – si se asombro, no lo demostró. Ragnor yacía sentado justo a la par de la playera de Simón.

—Hola, Ragnor. – saludo a la ilusión de su amigo. – ¿Que haces por acá?. – preguntó. No lo admitiría en voz alta, pero era el mejor momento en él que se pudo haber aparecido -aunque luego tuviese que pasar un largo tiempo para volver a verlo, aunque sea como ilusión-.

—Uhm, creó que pude escuchar tus deseos de que querías verme. – dijo el de piel verde sonriendo. Raphael sólo lo miro serio.

—Creo que te equivocaste. – contestó. Aunque fuera verdad, jamas lo aceptaría. Sabía que Ragnor no tenía el ego de Magnus. Pero lo mejor era prevenir. Quien sabe y aquello fuera contagioso.

Desvío la vista de Ragnor cuando escuchó el sonido de un portal en su habitación. Luego vio salir a Magnus de él.

Joder....Pensó. Quizá no era tan buena idea lo de querer hablar con ellos.

Hubiese preferido hablar solo con uno, curiosamente cuando estaban los dos, eran un verdadero dolor de cabeza.

—Oh, hola Rapha. – dijo Magnus sonriendo. Se paso la mano por el cabello -lleno de purpurina azul- y luego le sonrió a Ragnor. Después se sentó junto a él.

Te extrañé; Shapael.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora