Capítulo 23.

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Su cuerpo temblaba en frenesí, el sudor recorría su frente pálida, no tenía control de sí mismo al estar en aquella parálisis que atentaba su cuerpo a la hora de descansar. Escalofríos recorrían su anatomía, y sollozos aparecieron en su garganta, sentía que se ahogaba, eran pesadillas nuevamente. Desde la llegada de su pareja ya no había tenido tan seguido aquellos tormentos nocturnos, pero seguían acechando hasta pillarlo en un momento de debilidad, en medio de sus sueños atacaban sin piedad, tirándolo de bruces contra sus peores miedos; a quedar solo, a perderlo todo y no poder recuperarlo y pese a los esfuerzos, quedar en la oscuridad una y otra vez. 

Sus manos se tensaron logrando escapar del mal momento, sentándose exhalando como si no hubiera respirado todo ese tiempo, respiró rápidamente tomándose el pecho temiendo tener algún ataque de pánico o nervios, todo seguía muy oscuro y los latidos de su corazón golpeaban su pecho sin cesar, se sentía mal, angustiado, solamente quería llorar.

Las lágrimas cruzaron sus mejillas desbordándose en su mentón, un recorrido continuo que fue interrumpido por sus manos, sintió frío, y no se atrevió a separarse de sus falanges al creer que si las separaba volvería a la pesadilla, no quería estar solo, no quería estar en los brazos de la oscuridad, cadenas irrompibles.

Luego recordó que no estaba solo, y se levantó con lentitud de la cama, sus piernas flaqueaban, sentía que se desvanecía, su respiración entrecortada por el frío que sentía y el sudor todavía estampado en sus sienes, se miró el pijama, pero por la oscuridad apenas notaba la pared. Apenas logró llegar a la puerta apretó los ojos con fuerza, sabiendo que su imaginación estaba a tope y lo que vería solo era el negro del abismo al que estaba destinado. Caminó, inseguro hasta la puerta de su pareja, hasta ahora no habían dormido juntos, pero lo necesitaba con desesperación.

Sin tocar la puerta, abrió la perilla adentrándose, se abrazó buscando confort a sí mismo en vano, pero al menos divisó la cama donde como si solo su respiración fuera fuerte Blard se removió, alzando su cabeza cuando Geno totalmente apenado por despertarlo se acercaba a él. El castaño tuvo que frotarse un ojo para poder ver en medio de la oscuridad a su pareja, y verlo en aquel estado al distinguirlo se incorporó un poco más, susurrando.

— ¿Geno...? ¿Qué sucedió?

— Yo... —Tragó saliva, indispuesto a decir algo así, sus lágrimas se acumulaban en sus ojos, haciendo imposible el simple intento de formular palabra— Y-yo...

Blard seguía algo atontado por estar despierto, pero ante la situación frunció el ceño apretando los ojos con fuerza al sentarse. Se colocó más al borde de su cama, hizo espacio con sus mantas, y le sonrió ya abriendo sus ojos, aunque para Geno por las tinieblas en su único ojo funcional, permanecía ciego de sus expresiones.

— ¿Pesadilla...? —No esperó respuesta, tomó la mano ajena al estirarse, y así acercarlo a la cama— No te quedes ahí, amor, no quiero que tengas frío.

Geno respondía maquinalmente a lo que le pedía, abultando sus labios esperando algún pedido más, aunque al ser abrazado, mimado una vez Blard lo acurrucó con las mantas y contra su cuerpo, volvió a temblar y dejar escapar sus lágrimas, ahogando sus sollozos buscando su protección, allí estaba su novio, no estaba solo, estaba envuelto de los brazos de quién quería, a quién deseaba con todo su corazón.

— Te amo, Geno... —Murmuró el mayor, besando su frente, sonriendo adormilado de saber que poco a poco su amado se tranquilizaba, siendo primera vez durmiendo juntos, quería darle una buena impresión que ahí podía estar, como él mismo al tener cerca a Geno, sentía que todas sus preocupaciones se evaporaban, a quien amaba lo tenía en sus brazos, lo iba a proteger cueste lo que cueste.

— Gracias... —susurró bajo Geno, más tranquilo, logrando recuperar la consciencia pura que solo estaba debilitada por el cansancio, ahora que estaba junto al castaño, no creía que las pesadillas volvieran, junto a Blard, creía que iba a estar bien en todo momento, una sensación incomparable, sin poder evitar acurrucarse encogiéndose de piernas.

— Siempre para ti...

—... Te amo...

Después de toda tormenta las nubes se irían y de paso un arcoíris anunciaría la tranquilidad, Blard al escuchar eso pagaba todas sus acciones, se sentía en una nube, provocando lo que jamás creyó volver a sentir, tranquilidad absoluta.

La paz volvió entonces a la casa, en esa habitación, a Geno. Quien descansó como nunca después de meses de pesares, la comodidad rebasaba, más al estar con el hombre que amaba.

Hogar de Dos | 30 días de OTP [Editado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora