014. Cassandra: Curiosa.

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El picaflor era rencoroso, pero

-Buenos días,- Me siento en la banca junto a ella.

-Hola,- Sus ojos no se despegan del parque de juegos, a unos pocos metros de nosotros.

-¿Qué haces aquí, Cassandra?- Sé que hay celos en sus ojos, envidia venenosa contra los niños que ve jugar.

-Sabía que si venía aquí aparecerías,- Miente,- Necesito preguntarte algo.

No está aquí por mi pero no importa realmente. Últimamente comparto tan poco con ella que, aunque sea por piedad, acepto agradecido estos momentos.

-¿Qué ocurre?

Cuando Cassandra era un niña, y su madre aún no aprendía a amarla como amaba a Perséfone, se me encargó a mi su protección y crianza, cuando era primavera: la niña era descartada en la presencia de mi reina y entonces yo me hacía responsable.

-Tú sabes que hizo,- No se digna a mirarme,- Quiero saberlo.

Las uñas en la palma de mi mano extraen icor, y no puedo mirarla hacia otro lado.

"Yo, Tánatos," Recuerdo haber estado murmurando. "Juro por la laguna Estigia..."

Cassandra me observa, y sé que nota que se aleja de su mirada.

-¿Qué pasa?

-No puedo decirlo, Cassie,- Acaricio su hombro,- Es un secreto que no puedo decirte.

-Pero, Tánatos,- Cassandra se pone de pie,- Tánatos, por favor, dime. Necesito saberlo.

-No sé porque "necesitas" saberlo, Cassandra.- Su rostro está sonrojado, y hay nieve. Creo que que hace frío,- El dios de la pérdida no tiene nada que ver contigo.

-Tú sabes que no es así,- Cassandra me mira mal,- Yo sé lo que tu sabes.

Nos conocemos bastante bien, la niña y yo. No creo haberme relacionado jamás con algo tan vivo.

-No deberías seguir con eso,- Me pongo de pie, me preparo para partir,- Quiero lo mejor para ti, Cass, y mi más sincero consejo es que no sigas con él.

-Lo amo.

Tiemblo, de rabia y miedo.

Nunca debieron dejarlo estar cerca de Cassie.

-No deberías hacerlo.

-o-

Granada | Fruta Prohibida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora