De nuevo estoy aquí...
El lugar es completamente oscuro. No veo ni siquiera la palma de mi mano frente a mi rostro.
''Desde siempre he odiado la oscuridad''.
Camino lentamente esperando no tropezarme con algo o alguien. Volteo a todos los lugares posibles por si veo algo o alguien.
Una pequeña luz alumbra a lo lejos y sin detenerme a pensar corro hacia ella.
''Desde siempre he odiado la oscuridad''
Cuándo me acerco lo suficiente identifico a la luz como una diminuta llama. Me quedo cerca por el sentimiento de seguridad que me regala. No pienso alejarme. Otra aparece a mi lado. Otra al frente. Dentro de poco a mí alrededor se llena de pequeñas llamas que se van multiplicando hasta juntarse tanto que hacen lucir como sí se incendiara y aun así la oscuridad todavía no es erradicada por completo.
Empiezo a correr por instinto, por el riesgo de que el fuego pueda quemarme pero parece imposible. Por donde sea que mire ahí están. Es cuestión de segundos para que el fuego me rodee por completo. Incluso llega a envolverme. Siento el calor en cada centímetro de mi piel sin embargo, no siento ese ardor característico.
El miedo de morir carbonizada puede conmigo y empiezo a gritar histérica. Frente a mí logro divisar los mismos diminutos ojos negros mirándome fijamente. Como si estuviera a mi acecho.
El calor aumenta, me siento desfallecer. Esos ojos se acercan lentamente dejando entre ver de las llamas la silueta de una cabeza aguileña. La veo tomar aire y después dar un graznido que retumba en mis oídos haciendo que los cubra de inmediato.
Despierto exaltada. Con la respiración completamente acelerada al igual que mi corazón. Doy golpes a mis brazos y ropas, como si con ello apagara el fuego de mis sueños. Sacudo mi rostro y cabellos. Siento aún ese fuego invadiendo mi ser.
Abro la ventana que está a un lado de mi cama. El viento frío logra calmarme llevándose el calor imaginario de apoco. La luz de la luna iluminaba parcialmente mi habitación logrando que me tranquilice.
Me senté en la pared pegada a la ventana para agarrar mejor el aire fresco. Junté mis piernas a mi pecho buscando calmarme.
Así pasaron los segundos. Minutos... Horas...
No volví a dormir.
Sábado por la mañana.
El Sol está en lo alto acentuando la proximidad del verano.
Estoy ayudando a Roger en la pastelería de su madre. Debido a la cercanía de las vacaciones de verano, muchos turistas pasan por esta ciudad 'desconocida' en busca de hospedaje, un simple descanso o los deliciosos postres de Doña Ofelia que de a poco se están volviendo famosos entre los visitantes.
Estaba en el mostrador atendiendo a los clientes ya que la chica a la que estoy supliendo tuvo un viaje de emergencia desde la semana pasada, así que estoy cubriendo sus horarios.
Pasteles de fresa, zarzamora, choco-menta. Con decoraciones ostentosas, elegantes, simples. Entre tanto manjar mi estómago empezaba a rugir y mi boca hacerse agua, sin embargo estaba aquí para ayudar a la Roger y de paso llevar algo de dinero a casa.
Entregué la orden de donas decoradas a la señora y miré de reojo el reloj: 2:30pm, faltaba media hora para poder salir de aquí.
Mi estómago rugió quejándose del hambre: 'Tranquilo amigo, ya casi salimos'.
Sigo con mi trabajo tratando de ignorar el enorme hoyo negro en mi panza que parece formarse a falta de alimento.
Entrego un pay de limón a un último cliente antes de que Roger aparezca todo enharinado dándome el aviso de que ya me puedo marchar. Me alegro de que a esta hora pasan menos personas porque de lo contrario no me iría tranquila.
-Muchas gracias, Aria- me dice doña Ofelia limpiándose las manos en su delantal- Tu ayuda siempre me es una bendición.
-No hay de que Doña Ofelia, además también llevo algo de dinero para casa.
-Hablando de llevar, Hija- dice apurada mientras ingresa detrás del mostrador y toma una bolsa para llenarla de pastelitos y galletas –Toma hija- dice ofreciéndomela.
-No, Doña Ofelia, ¿Cómo cree?- digo apenada alejándome un poco.
-Anda, hija. Llévale a tu mamá y dile que espero verla pronto- pide sonriente mientras mete el sobre con mi paga en la bolsa.
Aún con la pena en mi corazón acepto el presente. Me despido de la señora y de Roger.
Coloco mis audífonos de diadema sobre mis oídos. Camino tranquila por una calle poco transitada de la ciudad con ''I'm Alive de Becca'' de fondo. Tarareo la canción mientras disfruto de la brisa veraniega.
Decido pasear un poco para despejar mi mente de la semana ajetreada que he tenido en la escuela y al ayudar a Doña Ofelia.
Paseo entre los puestos de ropa que se colocan las calles, miro prendas, zapatos, uno que otro accesorio, inclusive charlo con los dueños del local.
Sin darme cuenta, termino en una calle que no suelo transitar. Trato de armarme un mapa mental con los pocos lugares que reconozco haciéndome una pequeña idea de donde estoy. Solamente cuándo estoy frente a ella me doy cuenta de mi ubicación.
'La Mansión de los Eraiza'- digo en mis adentros.
Las imágenes del día anterior empiezan a revolotear en mi mente, paseándose como dueñas junto a las frases del profesor.
Las enredaderas se han apoderado de cada rincón apenas dejando espacio para ver lo que un día fue un portón. Mientras más me acercaba más podía ver entre los espacios de las plantas invasoras lo que queda de patio. Mire hacia arriba notando lo alto que llegaban las barras, como lanzas preparadas para usarse en la batalla.
Una curiosidad extraña me invade lentamente, ¿Cómo es el lugar de la leyenda?, digo, no siempre tienes la oportunidad de visitar el lugar donde supuestamente media familia fue ''devorada'' y la otra mitad se suicidó por desesperación, ¿Y si es de esos lugares que quedan embrujados donde las almas se quedan atrapadas? Un escalofrío me recorrió la espalda. Tal vez sea mejor dejarlo para después.
Dispuesta a alejarme del lugar, un gruñido hace replantearme la idea. Giro lentamente encontrando detrás de mí. Al otro lado de la calle se encontraba un Pit-Bull en lo que parecía ser una posición de ataque. Espuma salía de su boca y sus ojos no dejaban de mirarme. Solo aguardaba el momento oportuno para atacarme sin dudarlo.
Un ladrido fue su advertencia para empezar a correr en mi dirección. Sin pensarlo dos veces corro alrededor de la mansión buscando un lugar para esconderme o mínimo perderlo de vista. Al final lo que encuentro es una abertura entre las rejas. Sus ladridos empiezan a acercarse cada vez más dejándome poco tiempo para pensar en alguna otra alternativa viable.
Me adentro en la mansión perdiéndolo de vista entre tanta rama, solo escuchando sus atronadores ladridos y el crujir de las ramas.
Me quedo arrinconada en la pequeña pared de concreto que sostiene las ''lanzas'' del portón mientras espero que el perro se haya olvidado de mí a la vez que busco regular mi respiración y tranquilizar mi corazón. Limpio el sudor con mi camiseta y amarro mi cabello en una coleta baja.
Cuándo logro tranquilizarme y me aseguro de que mi atacante se olvidó de mí, caigo en cuenta de algo importante. Estoy en la Mansión de los Eraiza.
-Así que al final entre.
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Fénix
Fiksi RemajaLo único extraño en Aria es su peculiar cabellera rojiza, aunque puede ocultarlo al teñirlo. Su principal preocupación son los exámenes a la vuelta de la esquina. Su paz está con su madre en casa. Pero solo hizo falta un pequeño giro en su rutina di...