Flechas.
Flechas llueven sobre mi desolado
y pobre pecho.
Necesito aire,
ese aire.
El que tú,
me dabas en una noche de caricias.
El que tú respiras.
El aire que pasa entre tus dedos
cuando le acaricias.
Quizás, sí.
Quizás, no.
Quizás fuego,
o quizás hielo.
Lo único que sé,
es que mi corazón ha sido desalojado
y mi alma arrestada por seguirte.
Por seguirte ciegamente,
sin mirar atrás,
sin escuchar nada.
Y el cuervo me avisó:
"si a mí, fue capaz un zorro
de robarme comida,
¿quién dice que a ti,
pobre muchacha,
no te iban a
robar el amor y el alma?
Y aquí estoy,
desolada.
Con el cuervo sin queso,
con el pájaro al que su bandada
no quiso escuchar
y yo,
reconstruyendo un palacio de cristal
que nunca existió.