Capítulo 4

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      Mikoto se miró al espejo sin poder creer lo que le estaba sucediendo, mientras se cepillaba su largo y sedoso cabello no podía pensar en otra cosa que no fuera en el chico del parque, a cada momento esos ojos negros se colaban en su mente y la hacían perder la noción del lugar donde se encontraba o lo que estaba haciendo, recordó la tarde del día anterior y los momentos que pasó con Fugaku en el parque, el estómago le cosquilleaba como si tuviera cien mariposas en su interior. Dejó el cepillo en el tocador y tomó el diario personal que él le había regalado, volvió a observar las breves palabras escritas en la primera página "¿Te gustaría ser mi amiga?", ¡por supuesto que sí! De eso no cabía duda aunque aún no estaba segura de lo que eso significaba, Fugaku era tres años mayor que ella, ¿qué se suponía que hacían los amigos adolescentes?, de pronto se imaginó besándolo y el rostro se le tornó de un rojo violento, no pudo evitar que una pequeña sonrisa escapara de sus labios pero era imposible, eso nunca sucedería porque él de seguro tenía novia o una chica de su edad que le gustara, nunca la vería a ella como a algo más que una chiquilla molesta.

Con un suspiro bajó las escaleras para desayunar, su abuela la esperaba en la cocina con un bordado en las manos.

—Buenos días querida, ¿dormiste bien?

—Sí gracias, ¿y tú?

—Muy bien también...¿Mikoto te sientes bien?—Mito observó a su nieta con preocupación.

—¿Por qué lo preguntas abuela?

—Es que desde ayer tienes el rostro bastante rojo, sospecho que puedas tener insolación.

—No te preocupes, es solo el calor. ¿Puedo preguntarte algo?

—Claro que sí.

Con algo de vacilación Mikoto se decidió y comenzó a hablar.

—Quisiera ir hoy en la tarde a la pradera que hay detrás de la casa, me gustaría cortar algunas flores silvestres.

       Mito observó a su nieta con atención, algo estaba sucediendo y no tenía duda de ello, la madre de Mikoto no estaba en ese momento clave para ver el crecimiento de su hija así que ella como su abuela debería tomar las riendas de la situación.

—Para llegar a la pradera debes seguir el sendero que sale del jardín trasero, no creo que sea buena idea que vayas sola, podrías perderte.

       Mikoto no pudo seguir ocultándolo más y tampoco quería tener secretos para su abuela, no estaba acostumbrada a mentir y sabía que era cuestión de tiempo para que Mito lo descubriera todo.

—No estaré sola abuelita.

       Mito esperaba esa respuesta y le agradó que Mikoto fuera una niña sincera.

—¿Con quién irás?

—Con un nuevo amigo, el que por error me golpeó con el balón de futbol en el parque, me dijo que vive cerca de aquí y que si quería podíamos pasear por la pradera durante la tarde.

—¿Y cómo se llama tu misterioso amigo? —Mito notó el rubor en las mejillas de Mikoto, su nieta estaba comenzando a florecer y los ecos de la adolescencia ya se estaban haciendo presentes.

—Se llama Fugaku Uchiha—Mikoto miró al suelo muerta de pena.

       Mito se llevó una mano al mentón, en efecto conocía a un Fugaku Uchiha y a toda su familia, eran personas decentes y eso la tranquilizó.

—Está bien puedes ir pero quiero que tengas cuidado, sabes que a pesar de tu edad confío en ti y en tu madurez, sólo no me decepciones ¿está bien?

Amor...LOCO amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora