Día 1 ( 31-Enero )
Y sin saber cómo ni por qué estoy aquí, respondo como puedo a las preguntas que me hace un policía en comisaría. Es irónico, ya que, teniendo catorce años, me habla como si hubiera asesinado a alguien y lo hubiera enterrado bajo las baldosas de mi baño. Claramente, nadie ha cometido ningún delito últimamente y estaba muy aburrido, y lo único que puede hacer es hecharle la bronca a una adolescente.
- Te lo preguntaré otra vez, enana. ¿Dónde está la cadena de oro que le has quitado a esa mujer? - me pregunta el policía. Resoplo indignada por su constante insistencia.
- Qué pesado... - murmuro molesta. - Yo no le he quitado nada. - digo poniendo los ojos en blanco. Llevamos una media hora mas o menos hablando como idiotas y el policía no ha progresado mucho en su investigación.
El guardia se da una palmada en la frente, al borde de perder la paciencia.
- Había... una... cámara. - dice lentamente como si fuera idiota. - ¿y sabes lo que tienen las cámaras? ¡Te graban, maldita sea! ¡No es tan complicado! ¡Se te ve quitándole a esa señora su cadena de oro del joyero! - ruedo los ojos a la espera de que el guardia se dé por vencido. - Sólo...sólo devuélvele a la señora la dichosa cadena y te podrás ir de aquí.
- Verás es que... no me quiero ir. - le digo haciendo un puchero falso - Le he cogido cariño a mi sillita - y manteniendo mi puchero, acaricio uno de los brazos de la silla. - Hacemos un trato. Tú te vas a resolver un delito de verdad y yo me voy. Empiezo a cansarme de hablar tanto tiempo de lo mismo. Además, la gente va a pensar que eres mi padre y a los catorce me gustaría seguir teniendo algo de dignidad. - alzo la mano y sonrío ampliamente - ¿Trato?
- Se acabó. Has agotado mi paciencia. - me agarra del brazo que previamente he alzado y automáticamente se me borra la sonrisa.
Salimos de comisaría en coche. Nos dirigimos al reformatorio. No sé por qué lo sé, me acuerdo vagamente de haber ido por este camino alguna vez. El policía me mira seriamente por el retrovisor y yo le sonrío y le saludo con la mano. Me da algo de penita. El no pidió pasar la tarde conmigo.
Llegamos al centro. Todo el trayecto lo he pasado callada. Cuando el coche frena el policía hace un gesto con la mano para que me baje. Empiezo a silbar despreocupadamente, pero sé que tengo que llamar a mi tía nada mas entrar y no le va a gustar nada que le llame desde aquí.
Llegamos al interior. Hay una especie de mostrador con otro guardia escribiendo algo. Al lado hay un teléfono.
- Vamos a hacer un trato de verdad - me dice con algo de malicia. - Tú llamas a un adulto para que venga aquí a rellenar unos papeles y yo me deshago de tí y no te vuelvo a ver en mi vida. ¿Trato?
- Mmmm... ¿Se puede elegir la opción de no llamar? Te he cogido cariño. - el policía me coge el teléfono y me lo da. Yo resoplo, frustrada.
La que me espera...
Marco el número de mi tía, que me sé de memoria. De repente me viene una sensación de que he estado aquí antes, pero la voz de mi tía interrumpe mis pensamientos.
- ¿Diga?
- ¡Hola, tía Ángela! - me río nerviosa mirando al guardia, que me mira con una sonrisita de venganza. - No tengo mucho tiempo. ¿Podrías venir a recogerme y hacer una firmita de nada? Estoy casi al lado de casa. - achino los ojos y leo el cartel que pone en la entrada. - Estoy en la "Centro Correccional de..."
- Un momento, ¿por qué se supone que estás allí?
- Pues que un poli me ha acusado de robar una cadena y no se qué historia... Tiene gracia, ¿verdad? - se hace un silencio algo incómodo.
- Lo siento, Zoe, pero será mejor para tí quedarte allí por una noche.
- Pero... ¿cómo...? Escucha. Te juro que no he robado nada. ¡Esto es ridículo! ¡No soy una delincuente!
- Aprenderás la lección. Si estás allí es por algo. Espero que sea leve. Buenas noches. Hablaremos mañana.
- Pero no me irás a dejar aquí colga...
¡Pues sí! ¡Me ha colgado! Es increíble. Me acusan de robar algo que yo no he robado, depués me mandan a una cárcel de menores, y la única escapatoria es que venga mi tía... ¡Y LA MUY IDIOTA ME CUELGA!
Respiro profundamente, intentando relajarme para evitar que alguien salga herido.
- ¿Qué ha dicho? - ya me había olvidado de él. Dejo el teléfono en su sitio.
- No viene a por mí.
- ¡Mierda...! - dice frustrado. Me coge del brazo y me lleva a través de los pasillos.
Llegamos a la parte donde están las celdas. Sin rejas, pero celdas. No hay casi gente. Apenas hay tres o cuatro cuartos ocupados. Me las imaginaba mas polvorientas y oscuras, pero no están tan mal. Disponen de una cama y de una mesita. Entro en la primera celda que veo y me tumbo en la cama.
- Este cuarto es más bonito que el mío... ¿me enviáis los muebles? - digo, dando saltitos en la cama. - Ah no. Espera. No debería dar mi dirección. Descubrirías que soy una asesina en serie. Nada más entrar, huele a homicidio.
El guardia me mira y yo le sonrío. -¿No me vas a dar las buenas noches, papi? - él cierra la puerta con una expresión impasible.
Me giro sobre mí misma y obsevo la pared blanca que tengo delante. Querría que este día acabara cuanto antes. Pero una voz masculina me lo impide.
- ¿Zoe? - me doy la vuelta. Es un hombre al otro lado de la cama, con gafas y una bata blanca.
- Soy yo.
- Tu tía me ha enviado para que te mire. Por favor, acompáñame. - mi tía es la última persona sobre la que quiero saber. O sea que, después de haberme dejado tirada aquí, ¿me manda un médico? ¿Para qué? Cómo la odio en este momento. Igual que la odiaba de pequeña. De todas maneras, aquel hombre no tiene la culpa, así que le sigo.
Llegamos a una sala con pinta de clínica. El hombre saca un termómetro de su maletín y me toma la temperatura. No dice nada. De repente me entra sueño y miro aturdida a un punto fijo en la pared, sin pensar en nada.
- Una pregunta. ¿Has tomado algo estos días? Ya sabes...algo como alcohol, droga... - frunzo el ceño. No me ha gustado esa pregunta. Es obvio que yo no he tomado nada. ¿Lo está preguntando en serio?
- No. - digo con el ceño funcido.
- Dime la verdad. Necesito saberlo. Es importante. - bufo.
- ¡Que no! Vamos, tengo catorce años.
- Si tú lo dices... - guarda el termómetro en su maletín resoplando.
- ¿Por qué te ha mandado mi tía? - digo después de un rato, con los brazos cruzados. - ¿Eres amigo suyo?
- Soy suyo y tuyo, Zoe. Desde hace más de tres años.
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Siguiendo Mi Propia Sombra
Mystery / ThrillerZoe Vega, una chica cleptómana y amnésica, tiene que ir a un internado psiquiátrico. Allí se va involucrando en los problemas de sus nuevos amigos e intenta reconstruir, con la ayuda de la doctora Amy y de su tía Ángela, el pasado traumático que le...