Capítulo Cuatro

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   Mis ojos se encontraban clavados en la página intentando descifrar las letras en esta. El problema era que no lograba concentrarme en el libro que tenía en manos. Era solo uno de los cientos que cubrían las paredes de la gran biblioteca. Esta era uno de las áreas menos frecuentadas en el Templo, convirtiéndola en una de mis favoritas. El olor a leña invadía el aire mientras está ardía en la chimenea justo frente a mi. Así había pasado alrededor de dos horas antes de que el monje llegara.

Escuche sus pasos mucho antes de que se acercara. Incluso antes de que entrara a la habitación. Cerré el libro de golpe, poniéndome en pie para recibirlo. Me gire justo cuando entro.

- "El Señor Davies solicita su presencia inmediata." Me dijo.

   Era uno de los nuevos miembros del Templo. Lo notaba gracias a la forma en la que evitaba verme a los ojos. Solo asentí y coloque el libro sobre una de las mesas antes de emprender mi camino. A pesar del progreso de la noche una gran cantidad de monjes rondaban en los pasillos. Una vez en la habitación me encontré con el resto. Todos rodeaban la mesa en el centro de la misma.

- "Ya que todos llegaron, comencemos." Dijo Davies.

   Cubriendo la mesa se encontraba un mapa de los reinos. Era evidente que era viejo por el aspecto del papel. Este se encontraba ilustrado con los drásticos cambios climáticos en las fronteras de cada reino. Nuestro hogar era Danlgib, el reino ubicado en el Norte. Era muy rara la vez en la que abandonáramos los terrenos forestales para acudir a los otros reinos. Noziroh en el sur, Gnillaf en el este y Llafyks en el oeste. Los Monjes de Danlgib eran los encargados de planificar nuestros viajes y misiones. Porque nos enviarían a los otros reinos y dejarían a su hogar desprotegido.

- "Hemos recibido información sobre incidentes preocupantes en el reino de Gnillaf. Han reportado alrededor de quince desapariciones en un corto periodo de tiempo. Como ya saben, los Vampiros no deberían ser capaces de atravesar las bendiciones colocadas por los Monjes pero estos son las únicas criaturas en las tierras que poseen la habilidad de utilizar los Artes Oscuros. Los Monjes temen que estos estén utilizando su habilidad para entrar al reino."

   Los Artes Oscuros eran un tema del que teníamos muy poco conocimiento. Se decía que era una habilidad que le permitía a los Vampiros crear su propio tipo de protecciones a las áreas en las cuales habitaban. Además de permitirles atravesar las que los mantuvieran afuera. Ni los humanos, ni los Cazadores éramos capaces de utilizarlos pues era un regalo que venía acompañado del Vampirismo. Aún así era algo considerado muy especial pues incluso entre los Vampiros, solo uno de cada treinta poseía la habilidad.

- "Quiero que encuentren y neutralicen la amenaza. ¿Tienen alguna pregunta?" Ninguno hablo. "Partirán mañana en las primeras horas del día." Con eso asintió indicándonos que había terminado y debíamos marcharnos. Justo eso hicimos.

   Alrededor de dos horas después me encontraba en mi habitación. Luego de una larga lucha había tomado asiento en mi cama y me había dedicado a uno de los pocos pasatiempos que podía practicar. El dibujar era algo en lo que había resultado dotada aunque no tuviera precisamente tiempo que invertir en ellos. La página del pequeño cuaderno que tenía en manos se encontraba repleta de líneas negras que formaban un bosque. Mi mano se encontraba en busca del frasco de tinta cuando la puerta a mi habitación se abrió de golpe causando que casi lo derramara. Sin decir alguna palabra Kaila se acercó y se desplomó en mi cama, justo a mi lado.

- "¿Dioses, acaso no te enseñaron a tocar?" Le pregunté mientras cerraba el cuaderno.

- "Soy tu mejor amiga, tengo derecho a entrar y salir de tu habitación cuando me plazca." Me contesto rodando los ojos.

- "¿Cuando acordamos eso? Porque creo que no estaba presente." Conteste dándole un pequeño empujón antes de recostarme a su lado. "¿Y? ¿A qué debo el placer de tu visita?"

- "¿Acaso no puedo venir solo porque te extraño?" Preguntó indignada.

- "Kaila, te conozco como la palma de mi mano."

Ante esto soltó un suspiro.

- "Bueno, e estado pensándolo...y creo que deberías decirle a Nathaniel como te..."

No le permití terminar.

- "Kaila, sabes que...sabes que no es algo posible. No se trata sólo de nosotros."

- "¿Se que no se nos es permitido y todo eso pero que si hablaras con Davies?"

- "Ya te e contestado. ¿Olvida el tema, si?"

- "Ya pues, me callo."

- "Perfecto." Conteste mientras colocaba el cuaderno en la pequeña mesa junto a mi cama. "Deberías ir a tu habitación." Añadí.

- "Acaso tienes tantos deseos de sacarme a patadas?" Se llevó una mano al corazón. "Me hieres."

- "Mañana comenzaremos el viaje, lo que significa que no dormiremos realmente por días. ¿Así que apreciaría dormir? Si. ¿Te sacaría a patadas para lograrlo? Quizás."

- "Darían tiene razón, eres una anciana en el cuerpo de una adolescente." Contesto Kaila mientras se sentaba.

Las velas que iluminaban la habitación se encontraban casi completamente quemadas así que la iluminación decaí rápidamente.

- "Además, es mi labor molestarte."

- "Para eso tengo a Darían." Conteste cerrando los ojos.

- "Cierto." Escuche como se movía por la habitación apagando las últimas velas por lo que sonreí.

No me moleste en abrir los ojos pero escuche sus pasos mientras se alejaba.

- "Descansa, gruñona. Quizás en la mañana encuentre nuevamente a la versión de Amira de diecisiete años." Con eso cerró la puerta y se marchó.

Después de algunas vueltas logre dormir pues sabía que el viaje no sería para nada algo que disfrutaría. Necesitaría cada gota de energía.

Un Cruel DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora