PRÓLOGO

24.4K 1.7K 749
                                    

La familia Jeon había llegado a la ciudad de Busán una mañana soleada de un día de febrero.

Tras un agotador viaje desde Seúl, al fin estaban en su nuevo hogar. La señora Jeon cargaba al pequeño JungKook de tan sólo cinco añitos mientras su esposo abría la puerta de la entrada para dejarlos pasar. La nueva mansión de los Jeon era demasiado grande, pero tenía un aspecto acogedor y hogareño. Aunque la mudanza se había encargado de traer cada mueble, aparato, decoración y demás pertenencias de la familia, aún quedaban algunas cosas importantes en el auto, como por ejemplo las figurillas de acción del pequeño Jeon JungKook.

Con el cabello negro, ojos grandes y piernecitas que le picaban por bajarse de los brazos de su madre, el niñito miró hacia un lugar que le había llamado la atención.

El patio trasero.

Hizo un ademán para que su mamá lo bajara y lo logró. Jeon Tae Hee no le tomó demasiada importancia y dejó que el menor jugara por la casa mientras ella indicaba donde debían poner cada cosa. Pero el curioso JungKook no sólo quería jugar en la casa, si no fuera de ella. Sobre todo cuando sus vivaces ojitos ya habían notado el amplio y verdoso jardín.

La manija de la puerta era alta, pero el inteligente pelinegro se paró de puntillas y tras una pelea intensa con la manija logró abrirla y salir hacia el bello campo. Dando saltitos vio maravillado la cantidad de plantitas y piedritas con las cuales podría jugar. Una gran reja blanca adornada con hermosas flores amarillas fue lo que más le emocionó. Se imaginó entonces que aquel lugar sería su lugar de juegos, donde había unas rejas que lo dividía de una misteriosa cueva de dinosaurios.

La mentecita del menor había volado alto.

Pero la realidad era distinta, ya que tal vez no encontraría dinosaurios sino unos vivaces ojitos. El pequeño JungKook caminó hasta las rejas de maderas y se sobresaltó cuando ese par de ojitos se asomaron por la abertura entre dos palitos de la reja.

—¿Qué... qué edes tú? —preguntó algo asustado apuntando con su dedito hacia la pequeña nariz del posible dinosaurio que tenía aspecto de pollo y que era de su mismo tamaño.

—¿Yo? —una dulce vocecita salió del otro lado de las rejas.

—Sí ¿qué edes? —el pelinegro se puso en guardia, como había visto una vez en alguna película que no recordaba el nombre.

—Un ñiño, y-yo soy un ñiño.

—Oh —respondió aliviado JungKook—, edes un ñiño como yo, pensé que edas un dinosaudio.

—Yo n-no soy un dinosaudio —susurró muy bajito el otro niño.

—¿Y cómo te llamas? —preguntó el pelinegro algo curioso por el nuevo amiguito que había conseguido.

JungKook esperaba una respuesta que no llegaría.

Los ojitos se movieron hacia el otro palito de la reja y JungKook curioso por aquel niño, lo siguió y se paró delante. Los ojitos volvieron a desaparecer y el pelinegro volvió a seguirlos. Fue entonces que JungKook se dio cuenta de lo que el niño quería cuando vio un palito movido. En un abrir y cerrar de ojos, su acompañante había aparecido frente a él cruzando la rejita.

Casi de su tamaño, rubiecito, con una casaquita amarilla, un poco más gordito que él, cachetitos redonditos, manitos más pequeñitas, ojitos chiquitos y labios muy esponjositos, fue lo que JungKook vio. Él jamás le había prestado atención a los labios de alguien, pero los de aquel que pensó que era un dinosaurio, le llamó la atención con demasía.

ʟᴀʙɪᴏꜱ ᴄᴏᴍᴘᴀʀᴛɪᴅᴏꜱ ➳ [ ᴋᴏᴏᴋᴍɪɴ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora