Torturas perfectas

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Esta es una sucursal del infierno. Hace dos años me mandaron a este lugar para pulir mis virtudes. Al principio, creí que sería una escuela común, o al menos eso decía la invitación:

"La perfección se alcanza con gentileza y gracia. Madame Vermell ha educado a más de mil señoritas en Francia y ahora busca a nuevas alumnas. Sus cursos han sido catalogados como la más fina etiqueta de toda la región. Ahora, tú, tienes la fortuna de conocerla. ¡Felicidades!".

Si hubiera sabido que conocería al mismísimo demonio, me hubiera suicidado antes de venir. Sin embargo, mis padres creían que era lo "mejor" para una señorita como yo.

Cien niñas más entraron conmigo a esta tortura; ahora, solo quedamos cinco. Algunas murieron por hambre; y otras, por los innumerables martirios de Madame Vermell. Si hablas sin permiso, te arranca la punta de la lengua; si no sabes que cubierto utilizar, te corta los dos pulgares; si despiertas más tarde de lo que debes, te entierra dos clavos en los talones; si la miras a los ojos, te los saca; si no llevas la cola de caballo, te arranca el pelo a jirones; si llevas la blusa de fuera, te quita pedazos de piel con sus propias uñas...esos son sus castigos si amanece de buen humor. De lo contario, podrías parar en su plato de comida.

Recuerdo la primera vez que la vimos transformarse en el monstruo que verdaderamente es. Estábamos todas cenando con la vista puesta en el plato y sin hacer ningún ruido, ya que no queríamos perder una oreja. El menú de esa noche era pasta. Madame Vermell recorría cada fila para ver que usáramos correctamente los tenedores, que ingresáramos la cantidad necesaria de comida en nuestra boca y que no derramáramos ni una gota de salsa en el mantel. Cada vez que pasaba detrás de mí, dejaba de respirar y las manos me sudaban. Alexandra, al estar atada a la silla, igual que el resto, trató de alcanzar el vaso, pero derramó el agua. Su respiración se cortó, empezó a sudar frío y no paraba de temblar, sabía que la castigaría. Madame Vermell la agarró del pelo y la somató contra el plato. Todas nos quedamos paralizadas. Ojalá eso hubiera sido lo único que le hizo a Alexandra.

La arrastró por todo el comedor. La tiró a la mesa del centro. La amarró a las patas con acero caliente. Le rasgó el rostro con sus uñas esmaltadas; y, finalmente, con un cuchillo, le abrió los intestinos. La sangre salía a chorros de su pecho, mientras Madame Vermell la bebía como si fuera el vino más exquisito. Luego de deleitarse, llamó a Vivian, una niña de doce años que vomitó los garbanzos de la cena anterior. Todas estábamos confundidas, ella ya había recibido su castigo. Cuando la directora la tuvo a sus pies, la obligó a desmembrar a la otra chica. Vivian se negó a hacerlo, así que la arrastró hasta el cuarto de la tortura. Lo último que supimos fue que, a la mañana siguiente, ella era el desayuno y Alexandra, la cena.

Madame Vermell en verdad es un demonio. Jamás había conocido a alguien tan inhumano. Si no te desmiembra para comerte, utiliza otros métodos. Estos nunca los he llegado a conocer. Dicen que los guarda en el último cuarto de la casa, pero aquella que entra, no sale. A mí nunca me ha castigado, he aprendido a manejarla. No obstante, hay algo con lo que me reprime todos los días. No son sus ojos sedientos de sangre; tampoco sus caminatas nocturnas por la camas, decidiendo a quién apuñalar; ni el sello de hierro con el que nos marca; es la rutina. Cada día del año es exactamente igual:

6:00- Despertar.

6:30- Ser azotada por las Nines, un grupo de encapuchadas que se encargan de "nuestra educación".

7:00- Desayuno.

7:30- Baño de hielo.

8:30- Lecciones de baile.

9:00- Lecciones de cocina.

10:00- Etiqueta.

10:30- Ser azotadas de nuevo.

11:00- Lecciones de costura.

12:00- Lecciones de limpieza.

12:30- Almuerzo.

13:00- Siesta.

14:30- Ser azotadas por tercera vez.

15:00- Estimulación corporal, la clase más dolorosa de todas. Nos atormentan para hacer nuestros cuerpos más atractivos a los hombres.

16:00- Lecciones de cómo ser una buena madre.

17:00- Lecciones de cómo ser una buena esposa.

18:00- Baño de agua hirviendo.

19:00- De regreso a ser amarradas a los cabezales de las camas para la hora de dormir.

¡ME ESTOY VOLVIENDO LOCA! Si mis manos no estuvieran amarradas todo el tiempo, ya hubiera escapado. Ya no soporto este averno. Cada madrugada que siento la piel despegarse de mis muñecas, deseo que me encuentren muerta. Sin embargo, tengo un rayo de esperanza, mañana será mi graduación. No estoy muy segura de qué se hará, pero si es mi oportunidad para salir, la tomaré.

Antes de que sean las seis y despierten a las demás, las Nines me amordazan y sacan de mi cama. Entre todas me cargan para llevarme al cuarto de los castigos. ¿¡QUÉ!? Se supone que he terminado el entrenamiento...ahora soy perfecta. ¿Por qué me llevan a ese lugar? Pataleo y lanzo puñetazos por todos lados. Mi corazón late tan fuerte que podría salirse en cualquier momento. Una de las Nines me empuja contra una columna y las demás me sostienen contra ella. La primera saca una pinza de hierro, la cual engancha a mis pechos hasta que empiezan a sangrar. El dolor es tan fuerte que me desmayo en el vestíbulo.

Despierto amarrada a una silla en un espacio oscuro. No distingo figuras. Intento gritar, pero tengo un pañuelo en la boca. Cada vez que me muevo, mil cuchillas me cortan las manos y los pies. Mi respiración se acelera. ¿Qué me harán? Se me hace un nudo en la garganta y siento la bilis subir por mi esófago. Unas manos se posan sobre mis hombros y empiezan a descender. Poco a poco la respiración de alguien se acerca a mi cuello. Trato de voltear, pero la silla me lo impide.

Se abre una puerta y entran cinco figuras masculinas. Me desatan para llevarme a una camilla de madera. Allí me vuelven a amarrar los pies y las manos. Luego, me desnudan por completo. Estoy indefensa, expuesta, vulnerable y débil. Uno a uno, los hombres se amontonan sobre mí hasta que me roban lo que tanto he cuidado. Ahora soy impura, sucia e imperfecta.

Después de disfrutar mi cuerpo, salen de la habitación. Me quedo un rato sola y las lágrimas se resbalan por mis mejillas. Madame Vermell aparece, por sorpresa, a mi lado. Me rasga los brazos con sus garras y, seguidamente, la cara. Caliento el sello de metal para marcarme. Arranca mis cabellos uno a uno. Ingresa un aparato extraño por debajo de mí, lo expande y siento la sangre correr por mis piernas, mientras mi interior se desgarra. Por último, me cuelga de cabeza sobre un cubo de metal, el cual está lleno de agua hirviendo. El vapor que levanta empieza a asfixiarme. No aguanto más, pero ella se cerciora de hacerme sufrir hasta el último momento. Corta mis muñecas, haciéndolas gotear poco a poco en el cubo. Es una muerte lenta, pero también mi libertad. Madame Vermell sale del cuarto, mientras yo me desangro.

Luego de una hora, ella regresa. No sé cómo me he mantenido medio consciente, mas sé que el final se aproxima. Ahora trae una sierra. ¿Qué hará con ella? Si no estuviera boca abajo, tragaría del miedo. Se acerca a mí lo suficiente y coloca la herramienta entre mis piernas.

-¡NADIE ES MÁS PERFECTA QUE YO!- me grita Madame Vermell y empieza a cortar.

¡JAMÁSHABÍA SENTIDO UN DOLOR TAN ESPANTOSO! Mi interior se desgarra por todas partes.1...2...3...intento contar, pero no puedo. Ni el mismísimo demonio sería capaz deinfligir tanto sufrimiento. La sierra continúa cortando hasta que llega a miombligo. La sangre me sale a chorros por la boca. Ya ni siquiera estoyconsciente, poco a poco la vida se escapa de mi cuerpo. No soy capaz de sentirni hacer nada, solo espero el momento final. Mis ojos se cierran y lo últimoque miro es el imperfecto rostro de Madame Vermell.    

Torturas perfectasWhere stories live. Discover now