—Por lo que alcancé a escuchar sí es un Magazzani —susurra Lorena y la miro sorprendida.
—¿Que querrá un Magazzani? — me pregunto más para mí misma.
Mi compañera de trabajo suelta un suspiro y yo la miro con la ceja alzada.
—Es muy guapo, notaste el traje que traía puesto, se veía tan sexy. Y la barba, parecía mayor pero no más de 27 años, perfecto para ti, Rach— dice en un guiño, me atraganto con el agua que estaba tomando, la desgraciada ríe.
Ella vuelve a lo que estaba haciendo hace unos segundos; retocarse el maquillaje.
— Igual no más que mi querido amado.
Rio más fuerte. - Él siquiera se fija en ti, Lorena.
Ella me lanza una bola de papel claramente ofendida, le tiro un beso imaginario.
—Claro que se fija en mí, imbécil. Él... él, una vez me dijo preciosa. — intenta convencerse mirando un punto fijo en el piso, quizás pensando otro momento.
Los hermanos Bartolomé salen del ascensor, son tan iguales en sus pasos y acciones que hacen. Tienen una caminata erguida y firme con la cabeza en alto, vestidos con telas caras y casi idénticos en lo físico.
Gemma es rubia y de unos fríos ojos azules que te aniquilan si se le plazca la idea. Y Greg de un castaño claro, con unos cálidos y acogedores ojos más claros que los de su hermana.
—Buenos días, señoritas—saluda con media sonrisa Greg y Lorena y yo respondemos al unísono el saludo. Ella con un suspiro entre medio.
En este momento mí mamá diría que se le voló la tanga.
—Rachel cancela mi cita con Andrea Mcbeell, y prepara la reunión que se hace en media hora, estaremos listos. —Gemma pasa por nuestro lado entrando directo a la oficina sin dejarme responder.
Escucho un suspiro de Greg. —Nunca aprende los jodidos modales.
Me encojo de hombros y me apresuro en ordenar mi escritorios. Preparo las carpetas y la audivisión, cuando está listo, bajo al tercer piso.
—Buenos días, chicas —saludo alegremente a las dos mujeres que están cuchicheando algo.
Cuando me ven sonríen ampliamente.
—Buenos días, Rachel.— responden al unísono.
—Linda blusa — alaga la rubia, y le sonrío.
Camino hasta la sala de reuniones, miro mi reloj. Faltan veinte minutos para que las personas se reúnan. Preparo las cinco sillas y en la cabecera dos más grandes para los hermanos Bartolomé. En cada lugar pongo un sobre con la información de que tratará la reunión y por último junto un vaso de agua para cada lugar.
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Un desastre con un bebé adentro.
ChickLitLa vida de una mujer embarazada no es nada fácil, ya que están los cambios de humor y del cuerpo, lo que incluye las alteraciones en las hormonas, apetitos raros y necesitados con urgencia, exagerados tipos de dolores que ni siquiera sabía que exist...