1. El Mercedes

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De todas las citas que Portia había tenido con Jasper, en ninguna le había enseñado cómo debía comportarse con una ex esposa. ¿Qué se suponía que quería verle? Sí, sabía de su existencia, ¿y qué? Muchas personas estaban al tanto de su relación, gente que ella desconocía y por quien no daba ni dos centavos.

Se echó un último vistazo en el espejo. Jasper le había elegido ese vestido blanco que le llegaba justo por la mitad de la rodilla y lo había combinado con unas zapatillas plateadas. Un discreto reloj adornaba su muñeca y su cabello rubio veneciano caía en una coleta alta sobre su espalda.

Jasper y Portia llegaron al Steak 44 en donde ya los esperaba una reservación para tres.

—Me gusta cómo te queda el blanco —le dijo al oído una vez que estuvieron sentados. Para tentarla, colocó su mano tibia en la rodilla de Portia—. Lo escogí porque te hace lucir inocente.

—Así que quieres que le demuestre a Drea que soy pura e inmaculada.

—Algo parecido —se rio. Pronto llegó el camarero a servirles champaña de cortesía.

—Es lo más absurdo que me has dicho el día de hoy, y eso que ya hablamos más de lo regular.

—Deja de ser una niña quejosa —le pidió con tranquilidad. Jasper también había aprendido muchas cosas al salir con Portia, y una de ellas era mantener la calma y ser paciente—. Mira, ya llegó.

Drea llevaba puesto un vestido gris escotado que hizo que Portia se sintiera miserable con los pocos atributos que la naturaleza le había dado. Los años casi no se le notaban y se preguntó cuántas cremas utilizaría esa mujer para que su piel no la traicionara.

La diferencia de edades entre Portia y Jasper era de unos veinticinco años, ni ella tan joven ni él tan viejo. Era un hombre bien conservado y muy, muy atractivo.

Y sí, podía decir lo mismo de Drea.

—Hola, cariño, disculpa la tardanza —le dijo mientras lo saludaba con dos besos en la mejilla, gesto que Jasper conocía a la perfección.

—Descuida, casi acabamos de llegar —aun de pie, Jasper le tendió la mano a Portia para que se levantara.

—Yo soy el Twinkie —mencionó la chica sonriendo. Drea no pudo evitar reírse con genuina alegría.

—Me da mucho gusto conocerte. Y lo digo en serio —le dio una mirada a Jasper que, tal vez, solo ambos podían entender. Los tres tomaron asiento y Portia le dio un largo trago a su bebida—. Tiene mucho tiempo que no sé nada de ti, hubiera pensado que estabas muerto si no fuera por...

—Bueno, aquí estoy —le interrumpió él—. Querías conocerla y te he dado el gusto.

—¿Por qué no hiciste eso cuando aún estábamos casados?  —Cuestionó con una risita, incomodando solo a Portia, porque Jasper se rio también.

—Porque ahora te soporto —soltó.

—Es una muy buena respuesta.

Para sorpresa de Portia —y, al parecer, de las dos personas restantes— la cena transcurrió con tranquilidad y todo fue risas. La joven no era una chica introvertida, por lo que sabía cómo empezar la conversación con alguien desconocido. Drea parecía estar impresionada por la fluidez con la que Portia se expresaba y, sobre todo, por lo bien que lucía esa noche.

Jasper dejó que hablaran entre ellas. Disfrutaba ver a su Twinkie comportándose como una mujer de sociedad. Si ella estaba nerviosa, lo ocultaba muy bien.

—Me gustaría seguir hablando contigo, de verdad que eres una chica muy inteligente comparada con lo que esperaba esta noche... —expresó Drea. Portia habría puesto los ojos en blanco si no hubiera estado obligada a comportarse—. Jas, estoy sorprendida.

CHICAGO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora