alas.

386 62 20
                                    


Aún recuerdo cuando cruzó aquella puerta, la de mi consultorio, tenía los ojos más tristes que jamás había visto. Un ente incapaz de sentir otra cosa que no fuese dolor, sufrimiento, alguien que con los ojos pedía a gritos la ayuda que su boca no era capaz de pedir.
Caminaba a paso lento hasta el sofá a mi lado, sin expresión alguna, sin prisa, con calma... Como si su cuerpo estuviese pero su mente no. Y con eso, comenzó la primer sesión.

-¿Nombre? -Pregunté sin más, no daba señales de querer hablar conmigo.

-Park JiMin, veintiún años.

-Min YoonGi, veintinueve.

Le tendí la mano y él solo la miró y volteó la cabeza a un lado, temblaba, era muy notorio que estaba nervioso por estar aquí. Examiné su rostro, detalladamente... Ojeras, ojos rojos e hinchados; fui bajando un poco la vista hasta sus brazos, en posición de defensa, un poco más, sus manos temblorosas y ya casi para el final, el incesante movimiento de una de sus piernas, de arriba hacia abajo.

-¿Qué es lo que te asusta?

Pregunté esperando que hablase, pero no fue así, ni esta ni las siguientes tres sesiones... No hablaba, no mantenía la mirada sobre la mía por más de dos segundos, no sonreía, no lloraba, no cambiaba de posición... Nada.

Para la quinta sesión ya había un pequeño avance, su postura. Se sentaba viendo hacia mi, con sus brazos a los lados y su pierna ya no se movía tanto. Hablaba con monosílabos, pero hablaba; en el fondo me sentí feliz de notar cambios en él, así fuesen mínimos.

Para la octava sesión ya sabía un poco más de su vida, sus estudios, amigos y familia, había empezado a hablar más. Obviamente no me quedé ahí, no, debía lograr que se sienta bien consigo mismo, necesitaba que vea que no estaba solo, necesitaba quitarle toda esa tristeza.

-¿Sabe? Me gusta bailar... Creo que no se lo he dicho... -Jugaba con sus manos, pese a lo que habíamos estado hablando siempre se mostraba tímido ante mi.

-Y cantar, tampoco me lo has dicho, te he escuchado cantar por los pasillos mientras llegas.

Cantaba como un ángel para ser específicos. Recuerdo que aquel comentario le sacó una sonrisa y un sonrojo, la imagen más hermosa que jamás había visto, hasta ese momento.

Tres sesiones más pasaron y él parecía mejor, contaba chistes en voz baja, cubría su boca para reír. Había veces en que me contaba cosas de su pasado, es ahí cuando comencé a entender su dolor, pero sus ojos... Sus ojos no eran los que vi el primer día, en ese momento estaban cobrando ese brillo que creía perdido. Estaba volviendo a ser él, y yo, estaba cayendo por él.

-Jimin, ¿Puedo preguntarte algo?

-Claro, ¿qué sucede?

-¿Eres feliz?

No respondió, sus ojos se apagaron por un momento y luego de eso, se retiro de mi consultorio disculpándose. No volvió sino hasta dos sesiones después.

No voy a mentir si digo que me alegré mucho, demasiado, de verlo... A lo largo de los años que ejerzo como psicólogo, me han tocado sociopatas, personas con trastornos de doble personalidad, piromaníacos, mitómanos, pero jamás un depresivo. Y eso era Jimin, un depresivo, el depresivo que estaba robándome de a poco el corazón sin que se dé cuenta.

-¿Por qué has desaparecido?

-Quería comprobar si soy feliz.

-¿Y lo eres?

Solo encogió sus hombros y cambió de tema, por su puesto lo seguí, pero algo me decía que estaba pasando algo malo.

Lo raro fue que llegando a la vigésima sesión, llegó con una sonrisa de oreja a oreja, con sus ojos brillantes y sus mejillas coloreadas de un hermoso rosado. Ahí, en ese momento, fue cuando di por seguro que me gustaba.

-Vienes muy alegre -Le regalé una de mis mejores sonrisas.

-Lo estoy, y debo decirte algo -Me sonrió como jamás lo había hecho, mientras se acercaba a la ventana y miraba por ella.

-Dime... -Me apoyé contra mi escritorio, viendo su figura ser iluminada por el radiante sol, dándole un aspecto más sano a comparación de la primera vez que estuvo aquí.

-Gracias.

-Uhm... ¿Por qué?

Lo que pasó a continuación es algo que jamás se borrará de mi mente. Él subiéndose al borde de la ventana, de espaldas a la calle, a trece pisos de distancia.

-Gracias por devolver mis alas y no cortarlas a pesar de tener la oportunidad.

Y luego... Luego solo cerró sus ojos y se dejó caer hacia atrás mientras su sonrisa se hacía más grande.
Él no quería curarse, no quería dejar de estar triste, quería que lo escuchen, que lo aconsejen y que lo quieran.

Y todo fue mi culpa, por darle "alas" a quien necesitaba aprender a volar.

----------------------

🎉 Has terminado de leer 𝗵𝗶𝘀 𝗱𝗲𝗺𝗼𝗻𝘀 - 𝗼𝗻𝗲 𝘀𝗵𝗼𝘁 yoonmin 🎉
𝗵𝗶𝘀 𝗱𝗲𝗺𝗼𝗻𝘀 - 𝗼𝗻𝗲 𝘀𝗵𝗼𝘁 yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora