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Jane se levantó en medio de la noche y se tensó al sentir el aliento y la proximidad de un rostro que se le hacía tan familiar y a la vez tan lejano; se recorrió unos cuantos milímetros para apartarse de aquel sujeto hasta que abrió los ojos con sorpresa, se trataba de Charles, el hombre que la mando al Hospicio, el que terminó de arruinar ya su mísera vida –¿Que hacía allí?–Se preguntó.

Aún no tenía claro que era lo que había sucedido, lo último que recordaba era la puerta del Burdel y su cara, él la había traído a la fuerza y ahora se recostaba junto a ella; boto a un lado las sábanas y se paró bruscamente, haciendo que Charles saliera de su sueño.

–¿Qué es lo que pasa?– llevandose las manos a la cara para frotarse los ojos.

Jane retrocedió hasta la ventana –¡Maldito mil veces maldito! ¡dejame ir!

Charles la miró confundido seguido de una mueca burlona

–¿Así pagas mis cuidados, bella dama?– apoyándose en la almohada.

–Le...Le agradezco sus atenciones y veré la forma de pagárselas– moderando su tono y al percatarse  de que estaba acorralada, esto hizo que Charles saltara de un brinco de la cama para ir a sostener el brazo de Jane.

–¿Quieres pagarme?– mirándola con sus profundos ojos ámbar.

–Si– contesto con un hilo de voz.

–Entonces desvistete y compláceme.

Jane se revolvió para tratar de soltarse –Eso si no– tragando saliva.

–¿Tú crees que las cosas son gratis?–agudizando la mirada– No te equivoques... mi ayuda tiene un precio y quiero que me la pagues.

–No...Puedo darle dinero.

–No me interesa tú dinero, además yo tengo mucho más de lo que me puedes ofrecer– arqueando una ceja.

Jane se liberó y corrió hacia la puerta, cuando quiso abrirla fue interceptada por Charles quién la cerró bruscamente.

–No tienes escapatoria– con una voz sardónica

Jane apoyo la cabeza en la puerta y empezó a derramar lágrimas. Sin embargo, fue girada violentamente hasta estar nuevamente en frente de Charles.

–¡No lo repetiré nuevamente!

–¡Ya le dije que no!– con ojos vidriosos.

–¡No me desafíes maldita zorra!– arrancándole la fina camisola que la cubría para dejar  sus pechos al descubierto.

Jane trató de cubrirse pero fue sostenida de forma violenta nuevamente, mientras los ojos de Charles se llenaban de rabia, al no poder contener su ira, le  propinó un golpe en la cara que la hizo caer, quiso arrastrarse pero fue sujetada por el cabello y llevada hacia la cama.

Jane grito con todas sus fuerzas e intento arañarlo,  hasta que simplemente el sonido de su boca se enmudeció. Charles había logrado  su cometido,  se incorporó para colocarse sus pantalones y  desapareció en la oscuridad. Jane sostuvo las sábanas para cubrirse la cara y empezar nuevamente a llorar, ahora sí no sabía cuál sería su destino final.

Alexander, leyó el diario de Jane y se llevó una mano a la boca arrepintiéndose por lo que había hecho, era un canalla cegado por su orgullo y prejuicios, se levantó violentamente y fue a buscar a Paul quién se hallaba en la sala de música enseñando unos acordes a Álex y éste reía al ver las hazañas del amigo de su padre; la puerta se abrió e hizo que Paul perdiera toda concentración y tocará fuertemente una tecla.

–¿Quien osa interrumpirnos en nuestra interpretación?– guiñando el ojo al pequeño Álex quién río muy sonoramente.

–Paul no estoy para juegos...Necesito hablar contigo– quedándose parado cerca el marco de la puerta.

–Alexander– llevando su mirada hacia el Duque– pensé que una pequeña broma te alegraría el día, después de todo en esta casa sólo ocurren desgracias– encogiendo los hombros.

Álex miró a su padre y se colocó detrás de Paul, sosteniendo su chaqueta y ocultando su rostro en su espalda.

–¿Pequeño que es lo que sucede?– volteando para encontrarse con unos ojos llenos de miedo.

–Él es malo, no quiso buscar a Sami– acongojado.

–Alex, no puedes decir eso de tu padre, él es un hombre justo.

–¡No lo es! ¡Es malo, no quiere a Sami– saliendo de su escondite.

–¡Alex!– grito Alexander–Eso no es cierto, no puedes expresarte así....Soy tu padre– reprendiendo la actitud de su hijo.

–¡No lo eres! ¡Mi padre está muerto! ¡tu eres un impostor–salio corriendo fuera de la habitación.

Alexander, se mantuvo callado, su hijo le había dicho que no era su padre, no dispuesto a tolerar esa afrenta, giró para ir a buscarlo.

–Para... Déjalo es sólo un niño que está resentido y enojado–remarco Paul con una voz conciliadora.

–Pero.....

–Pero nada hombre– aproximándose hacía él– ¿Que es lo que quieres decirme?–arqueando una ceja.

–Vamos a la biblioteca, este lugar no me gusta–

Paul asintió y siguió a Alexander, mientras Álex los miraba oculto detrás de una pared con lágrimas en los ojos.

–Alex ¿Qué haces aquí?

–Lucecia– abrazándose a sus piernas.

Lucrecia se agachó y llevo una mano a las mejillas del niño para sacarle las lágrimas.

–Quiero a Sami, yo no quiero vivir con papá... es malo.

–Alex no debes decir esas cosas–suspirando.

–Es cierto, vamos por Sami– mientras la miraba con ojos suplicantes.

–Te prometo que la traeremos.

Lucrecia no sonaba convencida de sus palabras, ni siquiera sabía que había sucedido todo lo que escuchaba en esa casa eran chismes,  pero de algo estaba segura de que el Conde Lincoln tenía mucho que ver y ese hombre Manson a quién lo vio muchas veces rondando la Mansión, y a quién consideraba un ave de mal  agüero, ya que cuando aparecía era cuestión de tiempo antes de que ocurriera una desgracia.

–Alex, vamos a pedirle disculpas a tu padre.

–No quiero– haciendo un mohín.

–Esta bien– respirando profundamente– vamos a la cocina a que comas entonces.

Álex asintió y se internaron por los pasillos.

–Cierra la puerta.

–Me estás asustando– caminando hacia él

–¿Luzco más idiota de lo que soy?

–No lo sé– carraspeando la garganta para contener su risa.

–Es Samantha o Jane o cómo se llama– desplomándose en su silla.

–¿Que pasa con ella?

–La juzgue mal

–Todos lo hicimos– apoyandose en la ventana.

–Te estoy pidiendo consejo– con tono exasperante

–Tranquilízate– haciendo un ademán –Ve por ella, debe estar sola allá afuera, esperando que su situación mejore o peor aún volviendo al único lugar donde nadie la juzgará de puertas hacia adentro.

–¿El burdel?– preguntó incrédulo–No se su ubicación.

–Si lo sabes...

Alexander se paró y caminó hacia Paul para darle un abrazo.

–Gracias– e inmediatamente llamó a un mayordomo para que fuera por Manson, quién todavía estaba en el pueblo siendo ese su último día en aquel lugar.

Nostalgia-3ra Parte Saga Sentimientos[COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora