- Gilderoy ¿¡qué!?...¿Y ese quién es? -

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Música recomendada:

https://www.youtube.com/watch?v=TkodnfN4kUQ

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El día en que todos irían a hacer las compras en el Callejón Diagon; los chicos se terminaron poniendo de a cuerdo, para dejar que Dizban y Draco fueran, relativamente, a solas. Tomando en cuenta que los amigos de ambos chicos estaban al tanto de los problemas que hubieron el año pasado, así que Pansy sugirió darles ese día en especial a ellos dos.

Ante la sorpresa de que solo serían sus dos familias las que irían de compras, Draco y Dizban estaban realmente emocionados, pues oficialmente, sería la primera vez que irían juntos de compras escolares.

Por su parte, el pelinegro se sentía culpable, pues había sido su culpa que no hubiera podido acompañar a Draco o a cualquiera de los demás a hacer las compras escolares, y en el transcurso, había lastimado indirectamente Draco.

Y era por esa misma razón, que poco le importó haber ensuciado su túnica con todo el escombro y el hollín que dejaban el viajar con polvos flu. Solo pensaba en mantenerse pegado al rubio durante todo el día. Pero, no fue hasta el momento en que los padres de ambos chicos terminaron yendo hacia otras tiendas para apurar las compras; que ambos jóvenes fueron conscientes del nerviosismo que les provocaba al presencia del otro.

Dizban en especial.

Su cabeza estaba jugándole en contra, ya que no podía evitar recordar los eventos sucedidos en la biblioteca.

Aquel beso, que si bien no era el primero que compartía con Draco, sí era un beso más reciente; uno que podía recordar con más facilidad, y era uno del que estaba más consciente. No podía poner de pretexto que no había querido o que no entendía lo que estaba haciendo. Porque, ¡oh vaya que sabía lo que hacía!; y estaba muy consciente de que lo había disfrutado.

De igual modo le sucedía a Draco. Sus recuerdos no dejaba de provocarle sonrojos y aquel molesto revoloteo en el estómago, después de todo, él había sido el que inició el beso con el ojiverde en la biblioteca, y si bien no se arrepentía, había algo que le causaba algo de ansiedad. Dizban, aunque no había dicho que se arrepintiera, tampoco había mencionado algo de que le hubiese gustado.

Estos pensamientos fueron los que terminaron por ser el acompañante de Dizban y Draco durante todo el día.

Con ambos chicos sonrojándose si sus ojos llegaban a encontrarse.

Si llegaban sus manos se rozaban tan solo un poco, se separaban casi de inmediato con el rostro nuevamente encendido; de repente tartamudeando o entorpeciendo al mirar demasiado fijo al otro. Un espectáculo digno de ver y divertido de observar; ¿quién diría que los herederos de dos de las familias mágicas más importantes de toda Europa serían tan tímidos en cuanto al romance?

Y todo el día habrían seguido con el mismo comportamiento sin problema alguno, pero el destino no lo pensaba aceptar.

       - ¿Qu...qué falta en la lista? - preguntó Diz tímidamente.

       - ¿Eh? - exclamó el rubio al salir de sus diversos pensamientos. -Perdón, ¿qué decías?

       - Que ¿qué falta de la lista? - el fastidio marcado en la voz de Dizban hizo reaccionar al rubio, intentando por fin calmar sus nervios, y empezó a buscar en la lista lo que hacía falta, y casi se cae de espaldas al leer su siguiente objetivo.

       - Libros. - respondió en tono molesto. - Faltan los libros.

       - No sabía que al gran Draco Malfoy le fastidiaran los libros. - comentó Dizban en son de broma, intentando recuperar la cotidianidad entre ambos.

Un Ángel de Ojos VerdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora