La vista que tenía del mundo poco a poco se ensombresía y entre lo que alucinaba como un rayo de esperanza te colocaste tú en la cima para alumbrarme.
Tenía esperanza y la escasa ilusión de que algún día me alcanzara tu hermosa aura. Oscura. Perfecta.
Ojalá entre mis lágrimas no estuvieran tus palabras ni tus intenciones de hacerme sonreír, porque cada noche en la que muero de tristeza quiero que regreses.
Y te he dicho.
Vuelve...
Mil veces.
Y mil veces has huido.