Capítulo 1

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Tres años antes

Jason dejó su bolso en el piso de la habitación y se tiró de espaldas en la enorme cama, rebotando con fuerza. Le dio unas palmadas al acolchado a su lado y movió las cejas, invitándome a hacer lo mismo. Hice una mueca.

-¡Jason! ¿De verdad tienes ganas de tirarte en la cama? Qué te parece salir a pasear?

-Prefiero dormir un poco. Ya podremos pasear luego.

Se dio vuelta y prendió la pantalla de su celular.

No, no tenía ganas de acostarme. Acabábamos de llegar a Malibu. Si, Malibu. Jason había gastado una pequeña fortuna en un excéntrico viaje que no necesitábamos, pero él pensaba que podría devolver la pasión a nuestra relación. Yo, con mis ahorros, no podía pagar tremendo lujo, y estaba convencida de que lo único que podía componer nuestra maltrecha relación era un poco de terapia de pareja, algunas charlas y volver a preocuparnos el uno por el otro. Pero Jason odiaba los psicólogos, no le gustaba hablar y estaba demasiado metido en su trabajo como para tener que preocuparse, además, por un tema que consideraba secundario. Ese tema secundario era nuestra relación de ocho años, claro está. Así que propuso que nos fuéramos de viaje por un tiempo. Yo sugerí un tranquilo fin de semana en el campo, algo a lo que yo podía acceder sin endeudarme; pero él prefería algo mucho más lujoso. Así terminamos en esta habitación innecesariamente cara, sobre las cosas de Malibu.

-Ve tú a dar un paseo. Quizás hasta veas a alguien famoso -me dijo, sin quitar los ojos de la pantalla. El sonido de un motor y un youtuber que explicaba las ventajas de un poderoso V8 comenzó a retumbar en la habitación, y supe que él ya había perdido el interés en todo lo demás y que iba a estar mirando sus videos durante, probablemente, horas. 

Jason y yo nos habíamos conocido por amigos en común. En aquel momento yo estudiaba arte, y él estudiaba economía. Yo venía de una familia que a duras penas llegaba con lo justo a fin de mes, y él de una clase acomodada, que no sabía lo que era preocuparse por el dinero. Yo vivía sola en un pequeño departamento compartido, y él vivía con sus padres en un lujoso barrio de las afueras de la ciudad. Parecíamos opuestos, pero en aquel momento todo pareció coincidir mágicamente y nos entendimos en un abrir y cerrar de ojos. Compartíamos gustos, actividades y, lo más importante, el sentido del humor. Con los años, nuestros caminos se habían ido alejando paulatinamente; tan despacio que no nos habíamos dado cuenta de ello. Jason trabajaba en la empresa de su padre, preparándose para reemplazarlo en la gerencia cuando se retirara, y eso se había convertido en su principal motivación y razón de vivir. Yo, por mi parte, había conseguido poco a poco meterme en el mundo del arte: me había armado mi taller en un lugar hermoso y lleno de sol, que compartía con otras dos artistas. No, no era millonaria, pero me hacía muy feliz poder vivir de lo que amaba.

Sí, es verdad: podía encontrarme a alguien famoso, porque por eso Jason había elegido Malibú. Le encantaba cada vez más codearse con gente famosa y con dinero, pero no lo culpaba. Su vida social había cambiado desde que nos habíamos conocido, rodeándose de clientes y allegados que no tenían mucho que ver con las amistades con las que solíamos frecuentar en un principio. Y yo también había cambiado. Había entablado amistad con mis compañeras de taller, con las que podía sentirme a gusto charlando de arte hasta muy tarde.

-No quiero encontrarme a nadie famoso. Quiero que estemos juntos un rato...

-Entonces ven, acuéstate a mi lado -volvió a palmear el colchón.

-¿Prometes que saldremos a la noche a caminar?

Besó su dedo índice en cruz sobre los labios, mostrándome que era una promesa, y le sonreí mientras me acomodaba a su lado en la cama.

Dos corazones en guardiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora