14.

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-Wow... Es...

-Sí, lo es.

Amaia estaba sentada en el taxi mirando fascinada el libro que segundos atrás Alfred le había regalado. Con una mano temblorosa sujetaba la hermosa y preciosa rosa roja que le había dado junto con el libro, el cual lo sujetaba con la otra mano y le iba dando vueltas para poder apreciar todos los detalles de cada uno de sus lados.

-Te has acordado...

-Nunca me olvidé de ello.

Amaia sonrió. Recordó esa semana, de las primeras en la academia. Los dos solos, en el sofá, a la hora de la merienda, hora que él "odiaba", Alfred tocando la guitarra y ella mirándolo embobada y maravillada, intentando disimular sus sentimientos hacia él, porque claro, ella estaba ahí para cantar y aprender, no para enamorarse. Cantantes en común, mismos gustos en canciones y pasión por la música fueron la base para que floreciera una amistad "especial" entre ellos. Y entonces él apareció el tema de conversación. Amaia flipaba en que sólo Alfred supiera quien era Albert Pla y que los demás concursantes catalanes ni le conocieran. Ella pensaba que era muy famoso y conocido en Cataluña pero la verdad es que no era del todo cierto. Hablaron de él, de sus canciones y entonces, Alfred le hizo esa recomendación.

-España de Mierda... Aún me acuerdo de esa conversación -le confesó sonriendo tímidamente-. Jo, gracias Alfred.

-De nada -suspiró-. Ya sabes, es una tradición catalana.

-Cierto...

Meses atrás Alfred ya había comprado online el libro, sabía que le quería regalar ese libro en concreto en un día tan especial como Sant Jordi, rompiendo la antigua tradición donde dice que los hombres solo regalan rosas a las mujeres y ellas solo regalan libros a los hombres. Él quería toda la igualdad y decidió que Amaia no sólo tendría la rosa sino que también se merecía el libro. Le había mentido, le había dicho que lo había comprado todo esa misma mañana, en la paradita de libros que montaban cada año a la esquina de su calle, cuando iba a buscar la rosa, pero era totalmente mentira.

Sant Jordi era la fiesta de los enamorados en Cataluña, era un día en el que en todas las calles y plazas se respira amor y magia. Alfred siempre le había gustado ese día, de pequeño le regalaba rosas y libros a su madre y ya, cuando fue creciendo, se lo iba regalando a sus "amigas" pero sin olvidarse nunca de su madre. Así que, esa mañana, al levantarse, siguió su propia tradición y fue a comprar la tradicional rosa para ella y para Amaia en el mismo lugar de siempre. Realmente estaba nervioso, no sabía como Amaia podía reaccionar ante tal detalle.

-Ay Alfred, no hacía falta, ya sabes... Después de todo...

-No pasa nada -encogió los hombros-. Es sólo un detalle. Las flores y los libros uno se los regala a quien quiere.

-Aun así... Gracias -agradeció sincera-. Pero yo no tengo nada para ti.

-No importa, como he dicho, sólo es un detalle y me hacía ilusión. Además, es parte del trato.

Le mintió de nuevo. El trato era que tenían que pasar juntos ese día, pero en ningún momento el pacto estipulaba el hecho de que le tenía que regalar algo a ella, pero, ya que estaba en Cataluña ese día tan especial, quería que por lo menos, recordase su primer Sant Jordi con buen sabor de boca.

No le importo el portazo que había dado Amaia la noche anterior, ni que no hubiera salido de su habitación hasta pasado el desayuno. Él ya había aceptado sus sentimientos, había decidido hacer de tripas corazón y continuar. Pero no iba a cambiar su manera de actuar. Pero Amaia no.

Ella había aceptado, impulsada y prácticamente obligada por su madre, a quedarse esos días en casa de la familia de Alfred, eso sí, durmiendo en la habitación de invitados. Aunque le hubiera puesto resistencia al principio, al final se había dejado llevar, era lo que le tocaba hacer, total, igualmente en un futuro tendrían que volver a compartir cama en hoteles, así que, dormir bajo el mismo techo, pero, apartada de la habitación de Alfred, le daba la intimidad que deseaba.

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