Dieciséis

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Durante más de una hora, Melany había estado junto a Steven en la sala de cine

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Durante más de una hora, Melany había estado junto a Steven en la sala de cine. Había llegado el hermano de su esposo, con su mujer y sus pequeños hijos de cuatro y cinco años respectivamente. Melany, sencillamente no podía tolerar la chillona voz de la niña y la escandalosa risa del niño, sin embargo, los estaba aguantando por no hacer un espectáculo.

Su cabeza iba a estallar, pero no podía darse el lujo de enseñarle al hermano de Steven, que estaban pasando por un terrible momento, el peor, de hecho. La esposa del susodicho, era una mujer de cabello rojo oscuro y de piel morena, parecía amable, pero a Melany no le agradaba para nada.

Steven, había estado pensando demasiado en lo que había sucedido con Jessica. Era como si, de repente se hubiese dado cuenta que estaba caminando por una brecha desconocida. Su mente, de pronto, entendió en dónde estaba introduciéndose y se sintió abrumado. Ese fin de semana, se haría supremamente corto. No quería llegar a la oficina y verle la cara a su compañera de trabajo para tener que decirle que no sacara ningún tipo de esperanza de un acto esporádico e irresponsable.

No había comentado lo sucedido ni siquiera con Adam, pero sentía que debía de descargarlo en alguien más. No para que la culpa se hiciera más soportable, sino para poder quitarse la tensión de sobre los hombros. Había rechazado más de diez llamadas de Jess y unos siete correos electrónicos. Cada que cruzaba miradas con Melany, ella parecía gritarle con la mirada que lo sabía todo.

La película finalmente acabó, entre murmuraciones de felicidad de los espectadores y Melany al estar cerca de las escaleras fue la primera en salir disparada. Jackson, el hermano de Steven la observó salir y luego miró a su hermano, pero éste lo ignoró a sabiendas de que buscaba su expresión para hacerle un sinfín de preguntas.

De vuelta en casa, Rose y Melany preparaban un batido para los niños mientras tomaban un baño en la piscina. Steven y su hermano habían comprado unas cervezas y estaban asando carne en el patio, el olor había viajado por todo el vecindario levantando miradas fisgonas por parte de los vecinos. Por algún momento, pasó por sus cabezas la idea indignada de que Steven había preparado un asado y no les había invitado, pero al ver a Jackson y su esposa, se abstuvieron de hacer comentarios heridos. 

Los niños completamente entusiasmados corrían por toda la casa, gritando y riendo y Melany apretó los ojos para no volverse loca. Rose la observó y alzó una ceja disimuladamente.

— ¿Todo está bien? —Preguntó, queriendo encontrarla por sorpresa. Melany levantó la mirada y la observó con detenimiento.

—Sí, seguro ¿Por qué? —Rose se encogió de hombros con una sonrisa colgando de sus labios.

—Te veo estresada, te hace falta relajarte un poco. 

—No, realmente estoy bien. —Su tono de voz se hizo áspero y contó mentalmente hasta diez para no enojarse. Rose asintió comprensiva y llamó sus hijos para darles el batido.

—Quiero que dejen de gritar tanto, no estamos en casa y debemos respetar—. Les dijo, una vez los infantes se acercaron. 

Melany la miró por un instante y cuando ella se volvió le sonrió, tan bien como pudo.

En el patio, Steven estaba sentado en una silla de playa, llevaba una bermuda, un buso y unos tenis. Una gorra cubría su cabeza y Melany lo encontró extraño. Normalmente él no usaba gorra y al dirigir su mirada a su cuñado vio que él llevaba una igual, pero con la visera hacia atrás.

—¿Cómo va el asado, mi cielo? —Murmuró Rose, acercándose a su esposo. Él se giró y dejó el cuchillo sobre la parrilla para levantarla hacia él y besarla.

Melany bajó la mirada incómoda y miró a Steven quien le dedicó una mirada tal vez, de tristeza. Se giró hacia la casa cuando escuchó un grito extasiado de alegría de parte de la pequeña niña.

—Bueno, vamos a comer. —Dijo Jackson, pero se vio interrumpido por el sonido de un chapuzón. Rose se había lanzado de improviso a la piscina y sin pensárselo, su esposo se fue tras ella.

La espera, irritó a Mel quien fue hasta la parrilla y agarró un plato para servir su almuerzo. Steven puso una mano sobre la de ella, sorpresivamente. Ella abrió sus ojos, alarmada por el contacto y él la soltó, como si quemara el roce de sus pieles.

—Vamos a esperarlos para comer juntos —Dijo él.

—Tengo hambre ahora, así que voy a comer. —Respondió ella, dándole la espalda.

Steven vio sobre su hombro a su hermano, esperando que él no hubiese escuchado.

—Melany, por favor. —Replicó, con un rasgo de súplica.

—¿Qué diablos quieres? Déjame —Espetó, soltando el tenedor sobre la mesa. El sonido atrajo la atención de la pareja, que se sintió avergonzada de hacerlos esperar y se salieron a comer.

Pero una risa proveniente de la casa, despertó la curiosidad de Melany. 

Una risa, que a juzgar por el lugar de donde provino, le despegó el corazón.

Dejó el plato con mucha calma sobre la mesa verde y caminó dentro. Jackson le dijo que no se fuera, que ya iban a comer, pero ella no escuchó. Steven se apresuró a disculparse por ella, diciendo que iría a hacer algo y ya regresaba, aunque no tenía ni idea de lo que iba a hacer y de lo malo que sería.

Melany subió las escaleras, con su pecho oprimido por la ira, con su respiración entrecortada, con su mente llena de malas sensaciones. Dio la vuelta en el pasillo y vio lo que sospechaba: La puerta del cuarto de Patrick estaba abierta.

Su piel se erizó, de ver el desorden que había adentro, de ver los juguetes de su hijo, esparcidos por todas partes. Cuando sus ojos viajaron al niño y le vio el león de Patrick, rasgado, roto y con la espuma en el piso, se encegueció.

Cuando el grito del pequeño llegó a los oídos de Steven, sintió que todo se acababa de ir al carajo. Rose y Jackson salieron disparados a ver qué era lo que ocurría. Steven, tuvo miedo. Por primera vez, sintió terror por lo que Melany hubiese hecho. No había visto qué era, pero estaba seguro de que se trataba de su esposa.

Cuando presenció la escena, lo único que pudo sentir fue lástima. Mucha lástima.

Su esposa tenía del brazo al pequeño, tiraba de él con furia. Le gritaba algo, pero Steven no escuchaba porque para él todo era un chirrido ensordecedor, sin ningún tipo de coherencia. Quien la quitó de sobre el chiquillo fue Jackson, mientras trataba de alejar a Rose que quiso irse sobre ella, insultándola.

Melany estaba severamente enojada. Su rostro se contraía, soportando las lágrimas de impotencia. Cuando Steven volvió en sí, se dio cuenta que estaba luchando por contener el forcejeo de su cuñada.

—¡¿Qué demonios te pasa?! ¡Eres una maldita loca! ¡No toques a mis hijos! — Gritaba la mujer, furiosa.

Jackson no decía nada, sólo intentaba tomarla de la cintura para llevarla lejos de la esposa de su hermano. Melany no estaba enfocada en Rose, ella sólo les gritaba a los niños, que habían corrido a refugiarse detrás del cuerpo de su madre.

Steven logró hacerse camino hasta ella y tomarla de los hombros y sacudirla para que ella lo mirara.

—¿Qué mierda haces, Melany? ¡Estás loca!

—Tenían el juguete de mi bebé, dañaron el juguete de mi bebé ¡Lo dañaron, Stev! ¡Era de nuestro hijo! ¿Ahora con qué vamos a recordar a Pat? ¡Él ya no está! ¡Se fue! ¡Y su único juguete ya no está, lo destrozaron!

Empezó a llorar, mientras se aferraba a los brazos de Steven y de la nada, se desplomó. 

UNA ROSA MARCHITA │COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora