El don de Nox

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Eran las diez menos quince y el doctor aun no se había levantado de la cama. Yixing se acercó a él y se percató de que la respiración del anciano era lenta e irregular. Lay creyó que solo estaba cansado o probablemente había tenido una mala noche; simplemente lo dejó descansar en silencio, pero el tiempo avanzó y tanta quietud consiguió que Lay se empezara a poner tenso. 

Se acercó al doctor para hablarle con suavidad y éste movió la cabeza en su dirección abriendo los ojos lentamente, más no respondió. No tenía fuerzas para ello. 

—Doctor, tiene algo de fiebre —comentó Yixing con los nervios de punta, su mano se posó en la frente caliente del anciano y percibió el sudor frío cubriéndole la piel.  Controló el pulso en la muñeca y lo percibió débil.

¿Cómo no logró percatarse antes de que el doctor Sungjoo también estaba enfermo? Dedujo que tal vez el viejo había ocultado sus síntomas para que Yixing centrara toda su atención en las otras personas.

—Jisoo, acércame la bolsa con medicina, por favor —se volteó para mirar al joven asistente. 

El muchacho limpió sus lágrimas con su manga de manera rápida, algo avergonzado por haber dejado su vulnerabilidad al descubierto y alcanzó a correr unos pasos hacia el lugar que Lay apuntaba, entendiendo que le estaba pidiendo la bolsa. 

—No... Lay —dijo el anciano a duras penas—. Ya estoy viejo, por favor, déjame ir. 

—Doctor... estas personas lo necesitan —murmuró Lay con la voz quebrada aunque aparentara estar sereno. Tomó una de las manos arrugadas de Sungjoo entre las suyas, como señal de que se rehusaba a dejarlo ir. 

—Estas personas necesitan curarse. Estas personas necesitan que los eduquen, que confíen en ellos, que les enseñen a cuidarse, necesitan a más gente como tú... Yo ya no sirvo. Todo lo que alguna vez supe se me ha olvidado y la buena voluntad no basta—. El viejo médico suspiró con dificultad. Su voz se empezó a apagar—. Ellos son todo lo que yo tenía... Y ahora están aprendiendo a cuidarse por sí mismos. No me necesitan. 

Lay aclaró su garganta procurando que su voz no temblara demasiado.

—Gracias a usted por haber sido una buena persona. Anhelo llegar a ser como usted. Yo no puedo quedarme por siempre aquí, pero cuento con personas en quienes confío y ellos harán todo lo que usted siempre deseó para esta comunidad, me aseguraré de que así sea. Buen viaje, doctor Sungjoo, y muchas gracias —apegó sus labios a la frente del cadáver aún tibio y depositó ahí un suave beso, luego respiró profundo y apretó la mano del anciano— Buen viaje —repitió. 

El día transcurrió rápidamente. La comunidad lloró la muerte del viejo médico. Lay estuvo más seguro que nunca de que esas personas no eran los bárbaros indomables que el mundo creía que eran. 

Ya estaba oscureciendo, y se había cumplido un día desde la partida de Suho. 

Al día siguiente, Lay planeó escribir una carta para el Rey Blanco y enviarla con Jisoo, pues se estaba quedando sin medicina y necesitarían algo de víveres para cuando sus pacientes comenzaran a tolerar la alimentación otra vez, lo cual sería más pronto de lo que había pensado.

Se sentó en el escritorio que antes usaba el doctor Sungjoo y estaba empezando a escribir una nota cuando la voz del joven asistente lo interrumpió.

—¡Alfa! —gritó el chico con entusiasmo, llamándolo con su mano para que se acercara a la callejuela principal.

¿Alfa? Lay se levantó de inmediato y dejó el lápiz de vuelta en el escritorio. ¿Suho?

Alfa era una de las pocas palabras que había aprendido Jisoo en sus pocos días con él. La verdad es que no necesitaban mucho para entenderse y los gestos la mayoría de las veces eran suficientes ya que el jovenzuelo era bastante espabilado. Por lo mismo, el entusiasmo de Jisoo (y también sus ganas de ver a Suho otra vez) lo hicieron levantarse rápidamente para ir a ver qué ocurría. 

ÁNGEL NEGRO [EXO FANFIC AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora