En un mar de problemas

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Jia Long estaba sentado en una silla, atrapado entre cuatro paredes, esperando a aquél que fuese a interrogarlo.

Por fuera, se mostraba calmado, como si nada hubiera pasado. Pero por dentro, se sentía traicionado. No podía creer que Yong fuese capaz de acusarlo al rubio de lentes.

"Creí que amabas a tu hermano..." le murmuró con rabia.

Sin embargo, el de rizo sonriente ni siquiera se inmutó con sus palabras.

Hace poco había sido descubierto vendiendo crudo a Corea del Norte, sin embargo, aunque el barco no fue reconocido tuvo que ser inspeccionado por China en su regreso a tierra firme.

Él había violado las reglas internacionales impuestas por la ONU, y desde un principio lo sabía. Desde que Corea del Norte empezó con sus pruebas nucleares, había sido sancionado, una de estas sanciones era "la prohibición de suministro de condensados de gas al país asiático, así como restricciones a la importación de productos refinados". Esa parte la tenía memorizada, sin embargo esto lo hacía sentir culpable. No se arrepentía de lo que había hecho, haría lo que fuese por ayudarlo.

Desde siempre lo había hecho...

Cuando Hong Kong era un pequeño puerto, conoció a unos gemelos con unos rizos peculiares en el cabello azabache. Ambos parecían ser la representación de Ying y el Yang, tan contrarios y al mismo tiempo, tan complementarios. Uno no podría vivir sin el otro. Ellos eran mayores que el castaño de cejas espesas.

Al principio, Hong Kong era un poco tímido y se escondía tras la pierna de China, mientras miraba como se divertian los otros. El del pelo sedoso trataba que el pequeño conviviera con otros, aparte de Taiwan.

Un día decidió acercarse a ellos, sin la ayuda de China.

—Annyeonghaseyo —dijo el más sonriente del dúo.

El pequeño Hong solo lo miraba asustado. No había entendido nada de lo dicho por el mayor, y estuvo a punto de ponerse a llorar de no ser por otro niño más grande que puso mi mano en su cabello. Jia Long solo lo miró con curiosidad.

—Dijo "Hola" —respondió el mayor de todos.

Los tres se presentaron y desde entonces se llevarían bien, hasta que llegó el año 1842, cuando Inglaterra reclamaría a Hong Kong como parte de su imperio colonial.

—¿Te sientes como un criminal? —preguntó de repente una voz. Al volver a la realidad, el castaño se dio cuenta que se trataba de la representación de Estados Unidos. A Hong Kong le pareció irónico, teniendo en cuenta que mientras ambos vivían bajo la tutela de Inglaterra el que siempre fue un problema fue ni más ni menos que el rubio ojiazul.

—China siempre dice eso de mi —dijo con una sonrisa sarcástica.

Alfred lo miraba serio. No le gustaba como se estaban tornando las cosas.

Poco a poco, Jia Long se fue acostumbrando a la presencia de ambos gemelos cerca de él. Sin embargo, fue creando una conexión más cercana con Hyung, ya que Yong solo se dedicaba a molestarlo.

Sin embargo, el puerto de Hong Kong también estaba creciendo, por lo cual su representación también lo hacía. Incluso estaba empezando a desarrollar otro tipo de emociones. Cuando pasaba mucho tiempo junto a Hyung se sonrojaba y se sentía en la cima de una montaña. No entendía porque se sentía así.

Un día, repitieron la misma rutina de recorrer el río en un bote, ahí fue donde el pequeño castaño manifestaría sus inocentes emociones al otro con un tierno beso.

El buque [NorkorHong]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora