Epílogo

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Sus cortas pestañas barrían la vista de sus ojos, o cuencas, con pereza mientras mantenía una postura aburrida. No estaba seguro de que si lo que escuchaba era un repaso o algo así de una clase anterior, pero no le interesaba en un momento tan preciso como ese. Sólo hacía chocar la punta del lápiz contra la mesa, golpe, golpe, golpe.

Tenía su mente en otra parte, siempre a una desviación de amargura que era típica a la hora de que el estrés que lo aturdía se volvía lo único en sus emociones.

No esperaba nada nuevo ese día, tampoco es como si se lo imaginara, pero inconscientemente si anhelaba. Estaba cansado y aburrido, obviamente querría que en un día como ese, viernes y a punto de irse a su hogar, ocurriera un apocalipsis zombie o que un meteorito chocara contra la tierra.

O también anhelaba algo más simple y a la vez complejo que eso.

Sacudió sus pensamientos, obligándose a sí mismo el desviar su atención hacia otra cosa que no fuera sus más profundos pensamientos que comúnmente se les llama secretos, y vaya que fue así cuando vio que de las hojas de su cuaderno sobresalía una hoja más pequeña y con rayas horizontales en ella, a diferencia de las suyas que eran a cuadros. La curiosidad le hizo prestar más atención a aquello, observando con un pequeño revoltijo de miedo invadiendo de apoco su estómago, por plantearse una idea que no era del todo agradable para su persona. Soltó el lápiz que antes sostenía, dejándolo a un lado. Alzó los dedos en dirección al papel intruso, y lo sujetó de ambos extremos de la hoja, al no ser para nada muy grande, con las yemas de su índice y pulgar. Estaba doblada, y con un pequeño estremecimiento por los nervios de sus dedos, la desdobló con sus pulgares. Leyó su contenido con los fuertes latidos de su corazón rebotando en su garganta, bombeando sangre con más rapidez, y acelerando su respiración en un pequeño zumbido de sorpresa.

Tragó duro, cerrando fuertemente los ojos de los nervios al realizar lo que le había llegado.

Definitivamente, ese día pasaría algo y no estaba seguro si estaba preparado para ello.

Llegó la tarde con sus segundos y minutos acabados. Tom le pareció escuchar de forma raramente amortiguada la campana sonar, los pupitres y sillas arrastrarse por el suelo, los golpes entre ropas y mochilas, las voces al salir, e incluso la suya propia al decirle a sus amigos el que no lo esperaran. Como si sus oídos hubieran estado bajo el agua. Vio todo moverse por el rabillo del ojo como sombras fugaces a su alrededor, dejándolo atrás en su lugar con el silencio expandiéndose cada vez más rápido. Ahora el aula estaba siendo inundada de una luz amarilla que lentamente se convertía en anaranjado con cada lapso que se hacía presente.

Los segundos y minutos se destruían de apoco, por una cobardía que siempre había odiado desde que tiene memoria.

Nunca ha podido decir las cosas tan fácilmente, las que son simples y pesadas verdades. Las oculta con sarcasmo, las sella en la punta de su lengua, las convierte en mentiras, se abstiene de enfrentarlas.

Alzó el papel que había recibido, y con sus labios temblorosos como gelatina, murmuró en voz baja y casi quebrada lo que tenía escrito.

- «Te dedico mi vida».

Las manos de aquel que estaba a tres pupitres atrás y dos a la derecha apretaron el borde de la mesa, dedicando esa mirada brillante por iris claras a la ventana, provocando un reflejo que lo mareó en cierta forma.

El silencio le respondió al inglés, con su ya típica descortesía y brutalidad. Una corta y desganada carcajada salió con esfuerzo de lo más profundo de su garganta, ganándose la atención del otro. Observaba sus hombros caídos y vibrantes, sus cabellos desordenados y elevados. Tord estaba seguro de que Tom no estaba para nada cómodo y feliz.

T.D.M.V [TordTom/TomTord]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora