Me encontraba sentada, asustada o más bien nerviosa, era una sensación de confusión para mí, mis manos estaban frías y no paraban de sudar, la luz incandescente me impedía abrir mis ojos a su totalidad y el calor que causaba la lámpara que colocaron directo sobre mi cara hizo que algunas gotas de sudor se asomaran por mi rostro.
Me siento desorientada y mareada terriblemente.
—Se nota que se encuentra un poco nerviosa, más bien, Me huele a que podría estar escondiendo algo —dijo el hombre de más o menos unos 39 años posiblemente llegando a los 40 que estaba sentado justo al frente mío.
—¿Por qué ocultaría algo? No tengo nada que ocultar.
Como es obvio le mentí, cualquiera en su sano juicio lo hubiera notado, aunque intentaba en serio sonar lo más calmada posible, y ser por lo menos un poco convincente. Hasta para mí misma, tal vez estemos en presencia de un autoengaño a niveles extremos.
Que dolor de cabeza tan grande, las punzadas no paran.
El hombre decidió quedarse callado un buen rato, mientras turnaba su mirada a su laptop y hacia mi persona, eso no me ayudaba en nada realmente, me parecía inquietante, ya podía imaginarme qué tipo de cosas estaba escribiendo sobre mí en ese cacharro tecnológico. Mi mirada solo se centraba en sus movimientos y en mi escaso entorno, todo era simple y ligeramente oscuro no sólo por la escasa luz en el resto de la habitación, se notaba a plena vista el color oscuro de las cuatro paredes que me rodeaban, ¿que esperaba de una sala de interrogaciones? Tal vez si pusieran unos colores más llamativos las personas se animarían a confesar sus actos cometidos.
—Es curioso —soltó de su boca de golpe causando mi exaltación después de tanto silencio. Mantuvimos contacto visual mientras él se paraba de su asiento—. Es curioso como en ningún momento has bajado la mirada —tomó una pequeña pausa— señorita Mackenzie, usted y yo sabemos que no es inocente —Esto último me lo dijo con un tono algo intimidante, como si quisiera sacarme la confesión de la boca a la fuerza de una buena vez, pero lo que tenía que decirle simplemente no es lo que él quiere, ni siquiera yo sabía por dónde comenzar.
Literalmente me cuesta pensar por dónde comenzar.
—Si lo sabe ¿Por qué tanto interrogatorio? —sí, me atreví a retarlo en su jueguito del bueno y el malo, así empezando una clase de partido de ping pong.
No quiero seguir alentando a las punzadas en mi cabeza, pero algo me dice que este hombre no es una persona fácil de llevar o manipular. Pero aún así, juguemos un poco.
—Así es la ley...
—¿Según quién? —no le deje terminar—. Si mal no recuerdo ustedes son los primeros en romper sus preciadas leyes.
—¡Primero que nada, le recuerdo que aquí el de las preguntas soy yo! —me espeto al instante, señalándome con el dedo, con el mismo aire de amenaza que tiene encima desde ya rato.
—Pero ya que le hice una es de muy buena educación responder —le respondí con agilidad.
—¡Señorita! —con aire de frustración se sienta nuevamente— ¿Qué clase de juego trata de hacer? —se nota que trata de sonar calmado, pero su cara es un poema.
—El mismo que usted juega —respondí.
—Pareciera que simplemente no quisieras hablar —dijo.
Tiene razón, solo trato de distraerlo un poco del asunto, y tengo que ser astuta con mis respuestas o eso trato, pero me muero por dentro gracias a todo esto. Todo empezó de la nada para mí, es como si me hubiera levantado de un mal sueño, o así es como se siente.
Punzadas, tras punzadas.
—Ya veo que te gustan los juegos, qué tal si jugamos al confiesa o púdrete tras las rejas —que cliché, se le pudo ocurrir algo más original.
—Nada le impide hacerlo.
—Entonces confiese.
Me quedé callada, tratando de que mi dolor no se refleje. Posó su codo sobre la mesa de metal colocando su amenazante expresión sobre su puño, mirándome fijamente, analizando mis expresiones mientras no dejaba de jugar con el bolígrafo en su otra mano, impaciencia, es el sentimiento que él emitía.
Por otro lado, como reacción, yo no pude evitar mi mala cara de completo disgusto, volteé mis ojos ubicándolos hacia la puerta dejando caer mi cabeza de lado, el repitió mi acción de ubicar su mirada a la única entrada y salida de este sofocante lugar.
—sabes de dónde vengo hay una definición para las niñitas como tú —volvió su mirada a mi persona.
—¿Hermosas? —solté una pequeña risa sarcástica sabiendo que esa no era lo que diría.
—No, maleducadas.
Lo miré sin expresión alguna, sus palabras no me sorprendieron, ya que literalmente mi educación desde que tengo memoria no fue la más normal.
Punzadas...
—¿Por qué simplemente no confiesa? —habló de forma calmada, tratando de que yo confiese con un método más amable, tal vez.
—No es tan simple —respondí cansada, reflejando un poco mi dolor en mi rostro.
—¿Por qué?
Volví la mirada a ese punto hipnotizante, a la puerta queriendo ya salir de aquí y respondí
—No me creerías...
Es la pura verdad, por más que comience a hablar en estos momentos, solo lograría enredarme más en mis memorias. Siento que no tengo un punto de partida, hay cosas en mi mente que creo que ni el más destornillado comprendería. Porque yo no lo hago.
Su mirada en mí estaba llena de incredulidad, pero con aura de curiosidad, paró el movimiento del bolígrafo para luego decir.
—Eso no lo sabes si no lo intentas.
¿Tendrá razón? ¿Y si lo intento? Puede que exista la pequeña posibilidad de que me crea, de todas maneras, me encerraran, hable o no. Mi respiración parecía pesada por el silencio, cerré mis ojos con esa misma pesadez, volteé mi rostro para abrir mis ojos y ubicarlos sobre el hombre que pusieron para juzgar mis palabras, entre abrí mis labios no tan convencida de lo siguiente que haría.
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Los siguientes capítulos a partir de aquí pueden tornarse un poco confusos si no tienen la mente abierta, aplican su lógica y arman sus teorías.⥀♥
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MAC.
General FictionEn un lugar repleto de crimen y basura humana ¿sera posible que la inocencia en una chica en estas condiciones exista? Mackenzie tiene un pasado del cual no puede escapar y un presente que la deja con las manos manchadas . . ¿Que tanto Mac tendrá q...