El Vecino de Enfrente

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¿Alguna vez han conocido a uno de esos tipos amantes de la música metal? Ya saben, esos tipos grandes y rudos de cabelleras largas que tienen cara de que te arrancaran la cabeza para luego dársela a su perro si los miras de la forma equivocada. Bueno, George era uno de esos.

George Mackinnon, mi nuevo vecino de enfrente, cubría completamente el estereotipo. Alto y fornido, de larga cabellera negra y un rostro maquillado con una expresión que te hacía pensar que siempre estaba enojado. Cuando ese tipo enorme salía de su casa para hacer cualquier cosa, completamente vestido de negro, uñas pintadas y camisetas de bandas con tipos de caras blancas cuyos nombres de banda eran prácticamente ilegibles, todo el barrio se detenía. Aunque no vivíamos en el barrio más fino o seguro, el hecho de que George anduviera rondando por ahí lo hacía aún más escalofriante.

No sabíamos mucho de él. Sabíamos que vivía con su madre, quien tenía dos empleos y siempre llegaba tarde a su casa, dejando a George, de casi treinta años, solo la mayoría del tiempo. George se la pasaba en la cochera de su casa arreglando autos y tomando cerveza. Tenía una especie de pequeño taller donde hacia trabajos más baratos que los talleres convencionales. Ese era su empleo.

George comenzaba a trabajar alrededor de las 11 am. Lo sabíamos porque era la hora en la que decidía poner música para el deleite de toda la calle, mientras arreglaba esos viejos autos. Él tenía un peculiar gusto musical que encajaba perfectamente con su apariencia y personalidad. Agudos alaridos y gritos similares a gárgaras acompañados de guitarras desafinadas y baterías que parecían ser golpeadas con martillos, además de letras que hablaban sobre devorar fetos y violar cadáveres mutilados.

A todos nos incomodaba de cierta manera la presencia de George en el barrio, pero también nos asustaba, es por eso que nadie decía nada, nadie excepto mi abuelo.

-¡ese puto delincuente, drogadicto adorador de satanás se tiene que ir!

Mi abuelo, un veterano de guerra que odiaba todo lo que representara la cultura después de los años 50's, no estaba de acuerdo con tener que lidiar con nuestro vecino todos los días.

-¡te digo que está loco!- nos decía y se quejaba a la hora de la cena- ¿que clase de persona normal se viste de esa manera? ¿Negro? solo los que van a robar algo se visten de negro. De seguro vende drogas en esa cosa que él llama taller. ¿Y por qué se maquilla? ¿Es un travesti? Además de esa horrenda música que escucha. Podría apostar que se coge cabras en el sótano de su casa mientras le reza al mismísimo satanás.

-¿no crees que estas exagerando, abuelo?- le decía para tratar de tranquilizarlo- te estas dejando llevar mucho por las apariencias.

-pfff, mis pelotas. Algo anda mal con ese tipo.

-Quizás es un buen hombre, solo no le agrada socializar y tiene gustos muy peculiares- agregaba mi madre, quien le daba el beneficio de la duda a George.

Su opinión cambio el día en el que, después de sacar la basura, se percató de que George la estaba viendo desde la banqueta de enfrente. Duró alrededor de dos o tres minutos con la mirada fija en ella, casi sin parpadear. Mi madre no lo puede explicar con claridad, pero afirma haber sentido como esos ojos delineados le arrancaban la ropa de tajo. Después de sentir un horrible escalofrió, entró corriendo a la casa y le puso todos los seguros a la puerta.

Otra cosa que sabíamos de George, pero que no lográbamos entender, era que tenía sexo...mucho sexo.

Hasta cuatro veces por semana, chicas vestidas de negro, pálidas y con ropa de malla, llegaban a la casa de enfrente en busca de George, quien solo les abría y ponía de nuevo esas canciones de violaciones y asesinatos, para abrirles la puerta y echarlas la mañana del día siguiente. Realmente no comprendíamos cual era el atractivo. Quizás su tamaño o el maquillaje, no lo sé.

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