Escrita por VRaion
Ilustrada por Vrio
Tom esperaba recordar las palabras que había preparado para felicitar a su nuevo vecino.
Su lindo y rubio vecino, de ojos dorados y sonrisa pícara.
El lindo niño que lo saludaba con una guiñada desde su ventana todas las mañanas, desde que se había mudado, exactamente cinco días atrás.
El niño rubio que cumplía años ese día.
Para su suerte, eso creía Tom seriamente, la ventana de la habitación del vecinito daba a la ventana de su propia habitación.
Así había sido como se había enterado de que tenía vecinos nuevos.
Cinco días atrás, el lunes para ser más exactos, se había levantado y, como de costumbre, se había acercado a la ventana, con el cabello despeinado, los ojos legañosos y la marca de la almohada en una mejilla.
Para su sorpresa, un ángel lo miraba desde la casa vacía, desde la ventana de la habitación que daba a la suya.
Esa casa llevaba dos años vacía, desde sus propietarios se habían mudado por cuestiones de trabajo, o algo así.
—¿Eres un ángel? —había preguntado Tom, abriendo la ventana.
La risa cantarina del ángel lo hizo sonreír bobaliconamente.
—No, soy tu nuevo vecino —había dicho el niño, con una sonrisa entre burlona y juguetona.
Tom se había sonrojado y bajado la mirada. ¡Seguro que el niño pensaba que él era un tonto!
—¿Cómo te llamas? —había preguntado el niño, apoyando los codos en el marco de la ventana.
—Tom... ¿y tú? —había contestado, intentando apoyarse en el marco, pero al ser más alto, quedó ridículamente inclinado.
El niño había vuelto a reírse. ¿Se reía de él?
—No, no me llamo Tom —había dicho, travieso.
Tom había vuelto a sonrojarse. ¿Por qué era que aquel niño lo hacía sentir tan bien y tan tonto a la vez?
—¿Cómo te llamas? —había preguntado, mitad cabreado y mitad curioso.
—Ay, ¿te molestaste? Estaba jugando. Dime Sly —había dicho, regalándole la primera guiñada.
Tom había sonreído, sonrojado.
—¿Quieres jugar, Sly? —Lo había invitado sin pensar que no había desayunado, ni siquiera se había cambiado de ropa.
—¿Contigo? Sí, sí, quiero, pero hasta que no terminemos de acomodar todo, no me dejarán salir —había dicho el niño, haciendo puchero.
Y antes de que Tom pudiera decir algo más, como ofrecerse a ayudarlo con la mudanza, su madre adoptiva lo había llamado a gritos para que bajara a desayunar.
—El viernes es mi cumpleaños, te espero —había dicho Sly, alejándose del marco de la ventana.
—Allí estaré —había gritado Tom.
Y esa era la razón por la que se hallaba entrando en la habitación del niño en esos momentos.
Sly estaba acostado boca abajo en su cama, con unos cómics a su alrededor.
En una alta y colorida cama en el centro de la habitación, que lo ponía a la altura de Tom.
—F-feliz... —comenzó Tom, nerviosamente.
Sly levantó la cara y le regaló una mirada curiosa, que de inmediato pasó a ser traviesa.
Esa mirada, las guiñadas y las sonrisas pícaras ponían bobo a Tom.
No pudiendo recordar lo que quería decirle, un sonrojado Tom extendió las manos con el regalo que le había comprado con sus ahorros.
Y Sly, cual ángel, le regaló la más hermosa de las sonrisas.
Tom sonrió bobaliconamente cuando Sly se sentó en la cama, cruzó las piernas y ladeó la cabeza de modo que su cabello cayó sobre su hombro. —¿Eso es para mí? —preguntó con un timbre travieso.
Tom asintió, aún sin poder hablar, y todavía con las manos extendidas sosteniendo aquel regalo especial.
Especial porque lo había comprado con sus ahorros de toda la vida. Sí, con los ahorros de sus 10 años. Cincuenta dólares era un montón de dinero. Bueno, para él.
El vendedor ciertamente no se había mostrado muy impresionado. Pero ¿qué sabía aquel tipo sobre ahorros?
Sly rio suavemente. —¿No se supone que me cantes cumpleaños feliz? ¿O por lo menos, me desees muchas felicidades?
Tom iba a morir de mortificación. ¿Por qué le hacía tantas preguntas?
—Ajá, sí, feliz cumpleaños —dijo a la carrera, antes de que la lengua se le trabajara de nuevo.
Sly se levantó con aquella sonrisa traviesa y se detuvo delante de él. —Gracias —dijo, agarrando ¡por fin! el regalo.
Y, entonces...
Entonces, hizo algo inesperado y... maravilloso.
Besó a Tom en la mejilla, cerca, cerquita de los labios.
Sly lo mró con una sonrisa que esta vez no lucía traviesa ni burlona, si no feliz.
Y Tom...
Tom se echó a reír, igual de feliz.
FIN
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Tan bien y tan tonto a la vez
Narrativa generaleTom conoce a un ángel, uno que atrapa su inocente corazón, uno que es su vecino de la casa contigua.