Dádiva que la vida me dio

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Mi amor hacía usted es demasiado grande. Cuando lo abrazo—y siempre hablo de esto porque es una sensación un poco difícil de explicar— siento como si estuviera en una cabaña frente a una fogata, el calor y la comodidad que usted me proporciona no la encuentro en nadie más, esa es una de las razones por las que llego a pensar que es usted. Nunca había sentido que una persona también podría ser un hogar. Me siento bienvenida y apreciada ¿Se siente usted de la misma manera conmigo? (Por favor, diga que sí.) Me gustaría devolverle aquellos favores que me hizo, esa es la razón por la que soy tan cálida con usted.
Le sonará a que soy una egoísta, pero cuando lo abrazo no existe nadie más, mis oídos se ensordecen (muchas veces no oigo lo que me dice por esa razón) y cierro mis ojos para poder concentrarme en aquella preciosa sensación que se produce por un simple contacto

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