Capítulo 29: "Organizaciones"

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Sé que existe ese dicho de que todos tenemos uno de esos días en donde todo te va particularmente mal, pero en mi caso, había sido una noche de suerte. Aún recuerdo el hecho de cómo esa señora me indicó el camino hacia mi muerte (la cual no llegó a concretarse), sumado a la elegante aparición de Louis con su impecable traje albino; esa madrugada, escuché también cómo lo llamaban "El lobo blanco", lo que me hacía preguntarme su significado, no obstante, tenía muchas otras cosas metidas en la cabeza. Una de tantas, era el fallecimiento de mis padres, pues los tenía aún bien presentes, y aunque había logrado desviar mi atención de eso por unos instantes, una desvelada no iba a ocultar la realidad por mucho tiempo. En cualquier caso, ahora debería tratar estos asuntos con Louis, y contrariamente a lo que deseo hacer... ¡me encuentro realmente irritado!

—¡Deja malditamente de perseguirme! —le exclamé volteando a verlo y deteniéndome en seco.

—No te estoy persiguiendo —él también se quedó parado para luego dedicarme una agradable sonrisa—. Después de todo vamos hacia el mismo lugar —me aclaró.

—Bueno... en eso tienes razón —me calmé unos instantes, y él aprovechó para acercarse.

—Por cierto, te tengo varias noticias —me adelanté a sus palabras, por lo que no dejé que terminara.

—¿Se trata de mis padres?

—Bueno, no es particularmente sobre tus padres, sino que se trata de tus anteriores amigos —me aclaró, luego me tomó del hombro, y me obligó a caminar, por lo visto, no quería que me detuviera ahora, pues quizás deseaba llegar al boliche para encontrarse con su hermana.

—¿Entonces de qué vas? —le pregunté.

—Le quité una grabación muy interesante a uno de tus amigos —me mostró un teléfono que sacó de su chaqueta blanca y que inmediatamente reconocí, pues tenía una pegatina de vampiros, más específicamente de la protagonista de "Reencanada"; la chica se veía casi en paños menores, y era evidente que su dueño era Marco.

—¿Le quitaste el teléfono a Marco? —dije elevando una ceja algo inquieto por el hecho; temía que le hubiera hecho algo.

—No te preocupes, no le hice nada. Pero tendrías que haberme informado al respecto. No sabes todo el trabajo que me das al cubrir todas las cosas que haces —hizo un gesto de cansancio en lo que dejaba salir un suspiro, el cual fue más alargado de lo normal, y eso me demostraba que sólo estaba fingiendo ese dichoso malestar.

—¿Qué quieres decir con eso? —la evidente incomodidad ya se plantaba en mí de nuevo, y no era especialmente por la invasión a mi espacio personal, lo cual hacía Louis.

—Nada, sólo digo que debes de tener más cuidado —me respondió en lo que se enderezaba y actuaba nuevamente con normalidad.

—¿Te desharás de él?

—Por supuesto. ¿Acaso crees que es buena idea quedarse con pruebas de tus crímenes? —le quedé mirando un instante sin saber que decir, así que bajé un momento la vista al suelo, e inmediatamente lo escuché suspirar de nuevo, aunque esta vez sí parecía realmente frustrado—. No seas tonto. Debes saber que un mafioso debe tener extremo cuidado a la hora de ocultar sus huellas. Tú eres muy confiado; un acosador sin experiencia —ahí me volví a fijar en él. ¿Qué diablos quiso decir con eso?

—¿Te estás burlando de mí? —le reproché con un tono más severo.

—No, sólo te estoy aconsejando —se le escuchaba realmente relajado.

—Aparte, sabes que no pienso entrar en la mafia —le recordé, haciendo ahora hincapié en lo que nombró antes.

—Sí, lo sé, lo sé. Pero aun si no entras, deberías tener más cuidado —me avisó.

Soy un temerario mi amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora