Capítulo 12: Su hora ha llegado

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Fue en ese momento, en el cual... La poca cordura que quedaba en el chico acabó. La única persona que lo apoyaba y que siempre le había entendido, ya no estaba. Ella, de alguna manera había hecho que se controlara, por esa razón no había asesinado a sus familiares.
Pero... Ya no más, el no iba a aguantarse la sed de venganza y el odio que tenía dentro suyo. Todos, iban a pagar.

Su hora ha llegado —pensó.

—No sabes cuanto lo siento pequeño —decía, la mujer, con los brazos enrollados en el cuerpo de este.

Las lágrimas, automáticamente desaparecieron. Se alejó de la muchacha y se volvió a recostar.

—Chiquillo, el científico dentro de un rato va a venir, se que será tarde... Pero quiere comprobar si cambias de alguna manera por la noche.

—Está bien —sonrió. —Ahora, vete.

La rubia, salió de allí, mordiendo sus uñas.

Al llegar la profunda noche, aquel hombre llegó. Con sus múltiples útiles de "trabajo".
Cuando entró al lugar, le comunicaron que todos estarían durmiendo, menos por supuesto su paciente, el cual por su cuenta ya se encontraba en la sala blanca.

—Perfecto, ojalá hoy se comporte —rió.

—Buenas noches —Edwin y Clotilde dijeron al unísono.

Este agachó su cabeza y caminó hacia el lugar.

—¡Buenas, señor Cody! 

El chico saludó con la mano y sonrió de manera psicópata.

—Te noto algo feliz, ¿Algo que quieras compartir conmigo? —se sentó sobre la camilla que había dejado allí la primera vez que había ido.

—Pues, hoy pasará lo mejor de mi vida, algo que he deseado desde que nací prácticamente —su voz, estaba mucho más grave.

Walter, se levantó y comenzó a retroceder, lentamente.

—¿Sucede algo? ¿Tienes miedo que alguien haga experimentos contigo? —carcajeó.

Cuando estaba apunto de abrir la puerta, Cody se lanzó arriba de el, se le había pasado lo de coger un arma... Pero eso no era problema, con sus uñas y dientes fue haciendo todo el trabajo.
Al ver al adulto, despedazado, sonrió y sintió el mayor placer de su vida. Siempre había soñado con asesinar a una persona.

—Tu hora, mi querido científico, ha acabado —rió y cogió un bisturí. Perfecto para seguir.

Salió de aquel lugar y fue recorriendo el Orfanato, sus objetivos, eran los 4 niños y los adultos.
Llegó a la habitación, golpeó la puerta 6 veces y entró.
Allí se encontraban los chicos, hablando entre ellos.
Su mano recorrió la pared hasta que encontró el interruptor, al encender la luz, los 8 ojos se posaron sobre el.

—¡Ahhhh! —fue lo último que se escuchó de esos pequeños cuerpos.

La ropa, blanca del pelinegro estaba bañada en liquido carmesí, lo cual a este le encantaba.
Lentamente, llegó al dormitorio de los encargados.
Pasó sin siquiera tocar y se quedó parado al lado de la cama del canoso. Puso una almohada en su cabeza y lo asfixió. Después, con el bisturí, fue desgarrando los tejidos del estómago, para luego sacarle los sesos y colocarlos arriba de su cabeza.
Fue un poco más sencillo con la mujer, clavó el instrumento en su cuello, matándola al instante.

[...]

La familia dormía, aunque a Sol le había costado descansar, ya que había perdido a su hermana.
Se levantó exaltada, juraba que había sentido un ruido en la cocina. Movió a su esposo, con todas sus fuerzas, en vano, el maldito tenía el sueño pesado.
Observó a la cuna del bebé, este también dormía, Mejor así.

Temblando, se incorporó y caminó hacia la puerta. Posó su oreja en esta, para intentar escuchar algo.
Los ruidos habían desaparecido, esto provocó que sus cabellos se erizaran.
Abrió la puerta y su respiración se aceleró, allí se encontraba Cody, con sus ojos negros, la ropa llena de sangre y su piel roja.

—¡Ayuda! —gritó y retrocedió.

—¡Hola mamá! Te extrañé tanto —una voz de ultratumba retumbó.

—N-No, esto no puede estar pasando —se golpeó así misma, eso debía ser un sueño.

Observó las manos del chico, en ellas se encontraba el hacha de Kevin.

—Jejeje —rió.

El pelinegro levantó el objeto, y su progenitora tropezó, facilitándole el ataque.
El instrumento atravesó la cabeza de la muchacha, abriéndola por la mitad. El líquido chorreo como cascada y salpicó hasta la cara del niño.
Con rabia, pateó el cuerpo fallecido, y saltó a la cama.

—Papá... Despierta padre —lo movió.

Fue ahí, cuando el hombre reaccionó. Quiso expulsar un grito, pero fue demasiado tarde, pues, su cabeza yacía al lado del cuerpo de su mujer.
La cabeza, tenía una expresión divertida para el crío. Reflejaba horror puro.

El bebé comenzó a llorar, fue ahí... Cuando Cody se percató de la presencia de su hermano menor. Se acercó a su cuna y Besó la mejilla de este, dejándola manchada de flujo.
Después, rompió la ventana de la habitación y saltó por allí.

Se sentó en el techo de alguno de sus vecinos, jugando con la sangre que aun se hallaba en las palmas de sus manos. Se la esparcía por las mejilla y hasta la lamía. Para el, sabía deliciosa.
En ese momento, recordó la familia de Anne y Alicia.
Recordó la rabia y furia que le tenía a la estúpida rubia de su prima. No decidió esperar más y se dirigió hacia su casa.

Al llegar, buscó la ventana exacta del dormitorio, estaba en el 2do piso. Eso no era problema para el. Ya que tenía un gran balcón, podía saltar hasta allí.
Con su fuerza paranormal saltó y llegó a su objetivo. Partió la ventana en mil pedazos y entró. Allí, se encontraba la pequeña, tapada con una manta, mirándolo con terror.

—¿P-Primo Cody? —interrogó.

Este asintió con su cabeza, movió su mano, llamándola.

—Ven, no te haré daño —estiró sus brazos.

Esta corrió hacia el, lo abrazó.
Al separarse, notó la rojez en su tez y la negrura en sus ojos.

—¿Q-Que te ha sucedido?.

—Shhh —colocó su dedo índice en sus labios.

Después golpeó el rostro de la chica, esta cayó al suelo y fue ahí cuando la masacró el mismo.
No iba a asesinar a su tía, sufriría más al saber que la última persona importante que tenía, había muerto.

Se retiró de allí. Caminaba por un sucio callejón cercano, no paraba de lamer sus manos y gemir, sentía demasiado placer.
Sabía que quedaban personas aun con vida, sus primos y Chad. No le importó, no eran una amenaza y tampoco le habían causado algún daño. Prefirió dejarlos vivir.

Ya se sentía bien, había descargado todo lo que nunca había podido hacer con palabras. Se sentía feliz, conforme y tranquilo.
Se sentía una persona normal.












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